Jeffrey Sachs, Project Syndicate
El nuestro es un mundo de impunidad. Las acusaciones de corrupción rodearon a la FIFA durante decenios y acabaron, hace dos semanas, con detenciones en masa de altos cargos de la institución. Sin embargo, el presidente de la FIFA, Sepp Blatter, fue reelegido, incluso después de las detenciones. Sí, al final Blatter dimitió, pero sólo después de que él y docenas de miembros de la Federación mostraran una vez más su desdén a la honradez y a la ley.
Vemos esa clase de comportamiento por todo el mundo. Pensemos en Wall Street. En 2013 y 2014, JPMorgan Chase pagó más de 20.000 millones de dólares en multas por infracciones financieras; sin embargo, el director gerente se llevó a su casa 20 millones de dólares de retribución en 2014 y 2015. O pensemos en los escándalos de corrupción en Brasil, España y muchos otros países, en los que los gobiernos siguen en el poder aun después de que se haya revelado un gran nivel de corrupción dentro del partido gobernante.