He dicho veinte veces lo que pienso de Fukuyama, absolutamente indiscutible desde hace cuarenta años (Reset, unificación digital, dictadura verde, totalitarismo sanitario mundial y globalismo obtuso de la ONU), y no volveré sobre ello. Necesita ser complementado por Kojève para ir más allá de la imbécil observación geopolítica de que «ya veremos qué pasa con los rusos y los chinos» (Kojève ya se ríe de esos «pobres americanos» y le da la risa floja). Para mí, el mejor capítulo de su vertiginoso y cautivador libro es el decimoséptimo (sic), que describe la fabricación del burgués por la ingeniería social de la época (Fukuyama cita esta expresión).
A continuación le escuchamos:
«Hobbes y Locke, los fundadores del liberalismo moderno, trataron de erradicar el thymos de la vida política y sustituirlo por una combinación de deseo y razón. Estos liberales ingleses de principios de la Edad Moderna veían la megalotímia (el orgullo guerrero, la personalidad aristocrática) en forma del orgullo apasionado y obstinado de los príncipes, o del fanatismo sobrenatural de los sacerdotes militantes, como la causa principal de la guerra y, con ello, atacaban todas las formas de orgullo».