Una mirada no convencional al modelo económico de la globalización, la geopolítica, y las fallas del mercado
domingo, 13 de octubre de 2024
Trump, Biden y la continuidad del imperio
Maciek Wisniewski, La Jornada
1. Después de haber traicionado casi todas sus promesas electorales progresistas y girado a la derecha, retomando y continuando muchas de las políticas internas de Trump que él mismo criticaba −por ejemplo, las políticas migratorias (t.ly/Riwnv, t.ly/PNB6)− e igualmente después de un bizarro episodio de “trumpificación en tiempo real”, cuando el presidente se negaba a abandonar, debido a su avanzada edad, la contienda electoral dando “pataletas” dignas de su predecesor (t.ly/BoDrt), finalmente queda claro que la política exterior de Joe Biden se entiende igualmente mucho mejor en términos de continuidad, no ruptura, con Trump.
2. Si bien en años pasados había toda una legión de analistas que trataban de tildar −incorrectamente− la política exterior de Trump como “aislacionista”, hablando de allí, por vía de asociarlo con ciertas corrientes aislacionistas filonazis estadunidenses, incluso de una suerte de “fascismo aislacionista” de Trump (t.ly/mCMM2), la mejor manera de entender toda su “geoeconomía” es, tiene razón Adam Tooze (t.ly/ovWnC) −que igualmente apuntando con razón a las radicales diferencias del contexto histórico se opone a las comparaciones de Trump al fascismo empujadas por los círculos liberales (t.ly/WJHSz)−, verla como una suerte de “revisionismo”, no de “aislacionismo”
3. Una vez desechado aquel último concepto que impide entender propiamente el carácter de la política exterior de Trump −del mismo modo que el fascismo impide entender propiamente su anatomía política, siendo el bonapartismo y/o cesarismo los términos más apropiados−, se ve también propiamente la continuidad entre las políticas de Trump y Biden.
4. Como bien anotaban hace unos años otros observadores −igualmente críticos a comparar a Trump con el fascismo−, cuando estaba en el poder, éste no fue tan “aislacionista de derecha” como Charles Lindbergh o Pat Buchanan ni tan conquistador hipermilitarista como los fascistas clásicos. En cambio, zigzagueaba entre la escalada de tensiones prexistentes, por ejemplo, con Irán, e intentos ocasionales de reducir el uso de la fuerza en el extranjero, persiguiendo su errático curso de “desglobalización” (t.ly/EvXVs).
5. Igualmente, en medio de quejas de algunos prominentes neoconservadores (Kagan, Frum et al.), Trump nombró y trabajó con varios de ellos haciendo que su política exterior se entendiera mejor en términos de “continuación e innovación” con sus predecesores republicanos, lo mismo que se aplica a Biden, que emuló muchas de las políticas de Trump −las mismas que en su momento fueron tildadas de “peligrosas”, “locas”, “aislacionistas” y “fascistas” por el mismo Kagan o Frum−, sólo que lo hacía con menos fanfarria y de modo más coordinado y sistemático.
6. Igualmente, en medio de quejas de algunos prominentes neoconservadores (Kagan, Frum et al.), Trump nombró y trabajó con varios de ellos haciendo que su política exterior se entendiera mejor en términos de “continuación e innovación” con sus predecesores republicanos, lo mismo que se aplica a Biden, que emuló muchas de las políticas de Trump −las mismas que en su momento fueron tildadas de “peligrosas”, “locas”, “aislacionistas” y “fascistas” por el mismo Kagan o Frum−, sólo que lo hacía con menos fanfarria y de modo más coordinado y sistemático.
7. Allí está su política hacia China (que representa en esencia la radicalización del curso trumpista, más allá de la sola obsesión con la balanza comercial o las iniciativas teatrales, como la acusa
ción al director financiero de Huawei) o el apoyo incondicional a Israel (con ambos políticos peleándose literalmente quién ha hecho más por este país) y donde la invasión y el genocidio en Gaza (posibles solamente gracias al apoyo militar y la protección diplomática de Biden) están abriendo también, como demuestra el permiso de Washington a Tel Aviv de arrasar con Líbano y cambiar el régimen allí al estilo de Irak o Libia, las puertas al viejo afán estadunidense de “remodelar la región” (t.ly/S7mbn).
8. La misma continuidad aplica al caso de Irán, sobre el cual Trump, en consonancia con Netanyahu, siempre mantenía un “curso duro”, cancelando por ejemplo el deal nuclear de Obama, el mismo que el dúo Biden/Harris se negó a reactivar (Trump igualmente hoy llama a dar luz verde a Israel para atacar las instalaciones nucleares iraníes, algo que oficialmente para Biden es una “línea roja”…, tal como ha sido, supuestamente, Rafah arrasado luego por Netanyahu).
9. Donde ambos claramente difieren −como otra vez apunta bien Tooze− es sobre Ucrania, pero esto sólo demuestra que el “revisionismo” de Biden por vía de las tensiones también con Rusia es mucho más sistemático −¡y sistémico!− y aún más enfocado “en hacer el imperio estadunidense grande otra vez” (t.ly/1gJ3O). De allí en todas las tres arenas −China, Medio Oriente, Ucrania−, aunque fuese, como se podría argumentar, “en respuesta a las agresiones”, el equipo de Biden está subiendo las apuestas en vez de trabajar por la distensión.
10. La inmensa ironía en esta de por sí irónica continuidad es que es la administración demócrata, que según todo el comentariat liberal nos iba a salvar de la “irresponsabilidad del régimen fascista de Trump y su violencia”, restaurando la “decencia” y la “habilidad” en la toma de las decisiones en la política exterior, la que está mucho más cerca en su persecución de las fantasías revisionistas imperiales −propias, en esencia, de la extrema derecha y del neoconservadurismo (t.ly/PgYaA)− a ponernos en el camino hacia la Tercera Guerra Mundial de lo que jamás haya estado Trump.
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