Alfredo Jalife-Rahme, La Jornada
El primer aniversario de la captura del Capitolio por los zelotes de Trump, donde el presidente Biden impugna a su antecesor de haber incitado a una revuelta, agudiza tanto la elección intermedia de noviembre de 2022 como la elección presidencial de 2024, cuando los demócratas buscan una candidatura idónea.
Pese al atroz 6 de enero, se vaticina un tsunami republicano en las dos cámaras, lo cual se debe más a los errores de la dupla Biden/Kamala Harris –el incandescente e indecente tema migratorio, la hiperinflación, la parálisis Demócrata de la Enmienda de la Infraestructura, el pésimo manejo de la pandemia, etcétera– más que al desempeño propiamente dicho de los republicanos (https://bit.ly/3G5r4Xp). Ya la elección a gobernador en Virginia del 2 de noviembre de 2021, donde triunfó el moderado empresario republicano Glenn Youngkin y perdió Terry McAuliffe, íntimo estratega de los Clinton, constituyó un sonoro aviso de las elecciones legislativas de 2022 y la presidencial de 2024 (https://bit.ly/3G32er7).
No obstante la terrible conducción como vicepresidenta ciclotímica, Harris, quien estaba destinada a vuelos más altos, sigue siendo la favorita de los demócratas para competir en la presidencia de 2024 y quien todavía goza del conspicuo apoyo de la cada vez mas impopular Hillary Clinton.
La repudiada Hillary, quien, con el fin de ocultar los escándalos sicalípticos de su marido Bill con el pedófilo suicidado Jeffrey Epstein, y ahora con la sentencia desfavorable de su pareja Ghislaine Maxwell, acaba de arremeter contra el ala progresista del Partido Demócrata: el SQUAD, que encabeza la millennial puertorriqueña neoyorquina Alexandria Ocasio-Cortez (AOC), en santa alianza con el judío progresista Bernie Sanders. Para defender a la candidata presidencial Kamala Harris, su confidente Clinton atribuye el desplome en las encuestas del Partido Demócrata al wokenismo y al radicalismo del SQUAD, en una entrevista con Willie Geist de MSNBC (https://bit.ly/3t0TZby).
Por su parte, el investigador Charles Ortel, del Wall Street Journal, rotativo cercano al Partido Republicano, aduce que si Harris fuera inteligente (sic) debería apoyar a Michelle Obama para sustituirla (https://bit.ly/3HFqQXt). Kamala Harris no goza más con la bendición de Biden, quien en 2024 tendría 80 años y ha comentado que buscaría su relección en caso de encontrarse en óptima salud (https://abcn.ws/3n1sudW).
Joe Concha, del portal The Hill, muy cercano a los demócrata, considera que las aspiraciones presidenciales de Hillary para 2024 no están todavía eliminadas (https://bit.ly/34ikn6i) cuando la administración Biden se tambalea feamente. Harris no se da por vencida, pese al desplome espectacular en su aceptación ciudadana, cuando, incluso, ostenta un raquítico 13 por ciento de apoyo para su candidatura presidencial (https://bit.ly/3qadigV). En su naufragio, Harris se ha refugiado en el rescate de sus omnipotentes aliados de Wall Street/Silicon Valley/Hollywood para impulsar su campaña presidencial.
Según Justin Sink, del portal financiero Bloomberg (https://bloom.bg/3n37xQ0), Harris recurrió a los amos del Universo (metáfora del novelista Tom Wolfe) de Wall Street y Silicon Valley para asesorarla. Harris ha interactuado con Jane Fraser, mandamás de Citigroup, Chuck Robbins, jerarca de Cisco, y Brad Smith, presidente de Microsoft. Según Sink, cuando fue procuradora de California, Harris se ganó la reputación de favorecer a las empresas tecnológicas en lugar de perseguirlas.
Harris está casada con el israelí-estadounidense Douglas Emhoff, influyente cabildero de Hollywood y socio del tercer bufete más importante de Estados Unidos, DLA Piper (https://bit.ly/3qOcInO). Para su pésimo manejo de las raíces de la crisis migratoria en Centroamérica, Harris recurrió a sus aliados filántropos globales: Rockefeller Brothers Fund, Open Society Foundations de George Soros, The Seattle International Foundation, Foundation for a Just Society y Ford Foundation (https://bit.ly/3JNXc4k), a quienes sumó ahora a Microsoft, a Visa y a Nespresso de Nestlé (para monopolizar el café centroamericano).
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