Paula Narváez, Paulina Astroza y Juan Gabriel Valdés, El Mostrador
Tras un cuarto de siglo de esfuerzos integracionistas, América Latina atraviesa una de las peores crisis de sus relaciones internacionales. Las divergencias ideológicas, la ausencia de liderazgo y el creciente nacionalismo tienen a la región sumida en una profunda fragmentación y desencuentro.
La inoperatividad de las instituciones regionales y hemisféricas ha impedido dar respuestas efectivas para la defensa de la democracia y los Derechos Humanos. El ‘vaciamiento’ de la región ha redundado también en una significativa reducción de su peso relativo en el mundo. A costa de nuestros propios intereses, América Latina es hoy más irrelevante en la política internacional que antaño.
Si algo ha dejado en claro la pandemia global, es la importancia de contar con mecanismos de cooperación regional robustos. Con sólo un 8% de la población mundial, la región carga hoy con un cuarto de las muertes por Covid-19 a nivel global. Es un resultado del “sálvese quien pueda” imperante.
Y es que, si bien Chile lleva una amplia ventaja en la inmunización de su población, sería ingenuo pensar que de ésta podremos salir solos. La reconstrucción de Chile en la pospandemia requerirá que los latinoamericanos volvamos a levantar nuestra región. Llegó la hora de pasar del desencuentro y la fragmentación al reencuentro y la reconstrucción de América Latina.
Es por ello que, junto con reparar el reciente deterioro del prestigio de nuestro país, una prioridad inmediata del futuro gobierno será el impulso de una iniciativa regional para el reencuentro y la cooperación mutua latinoamericana en la pospandemia.
Ante la precaria situación regional, esta iniciativa deberá poner su foco, con realismo y audacia, en áreas concretas y viables en las cuales podamos avanzar sobre la base de intereses comunes y complementarios. El desarrollo de la infraestructura regional, la crisis climática, las migraciones intrarregionales y el narcotráfico son agendas para abordar con sentido de urgencia y un enfoque de derechos que ponga al Estado, las mujeres y la sociedad civil como actores claves de la reactivación.
Especial atención deberemos poner como país a las relaciones con nuestros vecinos, a fin de superar el inmovilismo y desarrollar iniciativas conjuntas tanto a nivel central como subestatal. Asimismo, reforzaremos nuestra cooperación para el desarrollo con Centroamérica en áreas como el fortalecimiento institucional y la formación de capital humano.
La política exterior no es ajena al imperioso desafío de levantarnos de la pandemia con una visión transformadora. El próximo gobierno tendrá la oportunidad de iniciar un nuevo ciclo de nuestras relaciones exteriores que retome una política exterior con estatura de Estado y que esté al servicio del desarrollo del país y sus personas.
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