domingo, 31 de diciembre de 2017

Macron dirige sus decretos laborales contra los trabajadores automotrices

Alex Lantier, wsws

El jueves, el fabricante de autos PSA Peugeot-Citroën anunció que está preparando despidos en masa y desregulados, como primer uso en una firma industrial grande de los decretos laborales del presidente francés, Emmanuel Macron. Las negociaciones con los sindicatos, cuya aprobación de los despidos es exigido por la nueva legislación, están programadas para el 9 de enero.

La decisión tomada por el segundo mayor fabricante de autos de Europa forma parte de una ofensiva internacional e implacable contra los puestos de trabajo, las condiciones laborales y los derechos sociales. Después del colapso de Wall Street del 2008 y la crisis global subsecuente, los Gobiernos alrededor del mundo derramaron billones de dólares en los cofres de los mismos bancos cuya especulación conllevó a la crisis. El Estado francés dedicó miles de millones de euros para rescatar a PSA y Renault y, en respuesta, los gigantes automotrices están realizando despidos para dirigir miles de millones más de la riqueza creada por la clase obrera a los bolsillos de los superricos.

Ampliamente visto con desdén como el “presidente de los ricos”, Macron impone una medida que busca devolver décadas en el tiempo a la clase obrera. La subsidiaria de PSA, Opel Vauxhall, ha decidido recortar 4500 empleos solo en Alemania, lo que sugiere que son decenas de miles de puestos que están en peligro alrededor de Europa. Una década después de que el rescate a las empresas automotrices de Detroit redujera los salarios de los nuevos trabajadores a la mitad, el objetivo de tales pasos es imponer ritmos de trabajo acelerados, mayor flexibilidad en los horarios y la transición a una fuerza laboral en gran medida compuesta por trabajadores temporales, que en Francia reciben poco más de €9 por hora.

A nivel internacional, la aristocracia financiera está alistando un ataque histórico contra la clase obrera el año siguiente. Siemens cerrará 15 000 plazas para aumentar miles de millones en ganancias, mientras que GE tiene en la mira 12 000 puestos de trabajo. Los Gobiernos europeos planean toda una serie de recortes sociales para poder costear aumentos de miles de millones de euros en sus presupuestos militares y en reducciones de impuestos que compitan con las promulgadas hace poco en Estados Unidos, las cuales redirigen $1,4 billones por la mayor parte a los ricos, y destruyen programas sociales y de salud esenciales.

Esta acometida provocara una oposición explosiva de dimensiones revolucionarias entre los trabajadores internacionalmente, lo que plantea cuestiones críticas de perspectiva y estrategia. Una lucha no puede ser librada con base en la búsqueda de un compromiso nacional con la burguesía: ninguno ni siquiera está siendo ofrecido. La única forma de ser victoriosos es mediante una lucha internacional contra el capitalismo, armada con una perspectiva revolucionaria y socialista y opuesta a las burocracias sindicales y los partidos políticos pequeñoburgueses que están alineados con el aparato estatal burgués.

La experiencia de los obreros en Francia ejemplifica esto claramente. Macron y su predecesor, el presidente François Hollande del Partido Socialista (PS), hizo caso omiso a la opinión pública para imponer este dictado de los bancos. El setenta por ciento de la población francesa se oponía a la legislación laboral del PS; sin embargo, el partido exoficialista reprimió las protestas de masas e invocó el estado de emergencia para desplegar a decenas de miles de policías a atacar las manifestaciones estudiantiles y las huelgas. Al mismo tiempo, la burocracia sindical encabezó una retirada cobarde en cara a la represión policial.

Las políticas de Macron carecen de cualquier pretensión a ser legítimas democráticamente. Habiendo quedado electo por default en mayo en medio de una desafección generalizada hacia la opción entre el reaccionario banquero Macron y la neofascista Marine Le Pen, su partido La República En Marcha (LRM) obtuvo una mayoría legislativa en comicios en junio en los que menos de la mitad del electorado decidió participar. LRM igualmente ha actuado como si contara con un amplio mandato popular para llevar a cabo despidos masivos, la evisceración de derechos sociales conquistados por varias generaciones de luchas obreras el siglo pasado.

Además de dejar grabadas las disposiciones claves del estado de emergencia en la ley antiterrorista y ordenar un suministro de armas antimotines para cuatro años, Macron ha impuesto en forma de decretos ejecutivos las medidas más impopulares que el PS había eliminado temporalmente de su ley laboral a fin de disminuir las protestas. Las órdenes de Macron incluyen la desregulación de despidos masivos que aprovecha ahora PSA. Permite, además, que las empresas echen a los obreros pese a operar con una alta rentabilidad, y denegarles a los despedidos beneficios de recapacitación o recontratación, independientemente de si la situación financiera de la compañía mejore.

No debería haber ilusiones en las burocracias sindicales y sus aliados en los partidos pseudoizquierdistas y pequeñoburgueses: no organizarán una oposición efectiva contra Macron. En julio del 2012, ya acordaron un contrato entreguista en la planta Sevelnord de PSA en el norte de Francia, celebrada en la prensa como el modelo para las fuerzas laborales compactadas del PSA del futuro. Jean-Pierre Mercier, miembro del partido Lutte Ouvrière (LO) y burócrata sindical al mando del cierre en el 2013 de la planta de PSA en Aulnay, es ahora el encargado del trabajo relacionado con PSA de la Confederación General del Trabajo (CGT) estalinista.

Los decretos de Macron oficializan la evolución de los sindicatos en órganos del Estado capitalista tras haber perdido cualquier base en la clase obrera. Más allá, son por la mayor parte subsidiados y controlados por la misma patronal, por lo que la ayudan a planificar y sancionar legalmente los despidos masivos y organizar referéndums sobre si aceptar o no recortes salariales para prevenir el cierre de plantas, entre otros ataques contra sus propios miembros.

Las huelgas y los piquetes de los trabajadores automotrices en Serbia y Rumanía, de los trabajadores de Siemens en Alemania, entre otros, son señales iniciales de la contraofensiva política de la clase obrera que la pondrá en un conflicto frontal con la burguesía y sus diversas agencias políticas. Cincuenta años después de que la huelga general de mayo y junio de 1968 desencadenara una ola de luchas revolucionarias alrededor de Europa, el resurgimiento de las luchas obreras tendrá un impacto en las condiciones de cada país, poniendo de manifiesto pronunciadamente la necesidad de construir organizaciones independientes de la clase obrera y su vanguardia revolucionaria.

Los trabajadores se enfrentan a la tarea de construir sus propias organizaciones y comités en sus lugares de trabajo y comunidades, independientes de y opuestas a los sindicatos y los partidos pequeñoburgueses, para discutir y organizar la oposición a los ataques que seguirán los decretos ilegítimos de Macron. Sus actividades tienen que estar conectadas con demandas anticapitalistas, antiimperialistas y socialistas claras que aborden las necesidades de las masas. Después de que en el 2008 las élites gobernantes inyectaran billones de dólares en los bancos prácticamente de un día para otro, queda claro que el argumento de que no hay dinero para abordar estas necesidades es absurdo y tiene que ser rechazado.

Estas organizaciones tendrán que luchar por defender los derechos sociales a nivel europeo e internacional. Ante una producción coordinada globalmente, los trabajadores automotrices no pueden en Europa Occidental no pueden tener vidas decentes cuando sus contrapartes en Serbia ganan €380 por mes o €140 en Túnez. Esta realidad recalca la bancarrota de las políticas orientadas nacionalmente de los sindicatos y partidos como LO y la urgencia de una nueva dirección política en la clase obrera: secciones del Comité Internacional de la Cuarta Internacional en cada país, luchando contra la guerra, la austeridad y la dictadura.

El CICI emprenderá una batalla para promover el surgimiento de organizaciones independientes de los trabajadores y para conectarlas con un movimiento internacional, socialista y antibélico por la lucha del poder estatal y la reorganización de la vida económica con base en atender las necesidades sociales, reemplazando a la farsa en quiebra de la Unión Europea con los Estados Unidos Socialistas de Europa.

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