Alejandro Nadal, La Jornada
Mientras el mundo se estremecía con la noticia de los atentados en París, en la sede del Fondo Monetario Internacional se estaba tomando una decisión importante sobre el sistema monetario internacional. La moneda china, el yuan, sería incorporada al grupo de divisas usadas como referencia para determinar el valor de los derechos especiales de giro (DEG).
Los DEG fueron creados en 1969 para proporcionar mayor flexibilidad en caso de emergencias de balanza de pagos. Hoy los DEG tienen poca importancia en la estructura y dinámica del sistema internacional de pagos, pero formar parte de la canasta de monedas que se utiliza para fijar su valor sí tiene implicaciones significativas para esas divisas. Esa canasta de divisas incluye el dólar, el euro, la libra esterlina, el yen japonés y ahora el yuan.
El FMI ha justificado su decisión señalando que la moneda china es de libre disposición, queriendo decir con esto que se trata de una moneda que se utiliza en una proporción significativa de transacciones internacionales.
Desde hace mucho tiempo Pekín ha buscado este estatus especial para el yuan. Pertenecer al selecto grupo de monedas escogidas por el FMI estimula el uso de la moneda china como medio de pago internacional y para que más bancos centrales recurran a ella al momento de constituir sus reservas internacionales. Todo esto, a su vez, constituye un poderoso incentivo para que grandes operadores y administradores en el sector financiero (fondos de pensión y de cobertura, fondos soberanos, por ejemplo) transfieran parte de sus activos a títulos denominados en yuan.
La decisión del FMI sorprende por dos razones. Por un lado, hasta hace poco un sector importante en Estados Unidos ha acusado a las autoridades monetarias de China de mantener el yuan sistemáticamente subvaluado para fortalecer la competitividad de los productos chinos en los mercados internacionales.
El forcejeo de varios comités en el congreso estadunidense para que el ejecutivo imponga sanciones sobre China es una vieja historia. En el último episodio varios candidatos republicanos a la presidencia han declarado que de ganar las elecciones designarían a China como un país “manipulador del tipo de cambio y aplicarían sanciones desde el primer día de su administración. La verdad es que en los últimos años el yuan ha pasado por etapas de subvaluación seguidos por fases de una apreciación importante.
Por otro lado, el uso de la moneda china en transacciones internacionales y como reserva es todavía muy limitado. Por ejemplo, apenas hace cuatro meses un informe del FMI determinó que el yuan ocupaba el séptimo lugar en el ranking de monedas usadas como reservas internacionales. La superaban las cuatro divisas usadas en el régimen de los DEG y, además, el dólar canadiense y el australiano. Además, el yuan todavía no figura entre las cinco divisas más utilizadas en el mercado mundial de divisas. Algo similar sucede en el caso de títulos de deuda denominados en la divisa china.
Finalmente, la decisión del FMI coincide con un verdadero vendaval de malas noticias sobre el desempeño de la economía china. La caída en la tasa de crecimiento es el síntoma más conocido, pero hay otros indicadores como el desplome de las importaciones chinas que ya alcanza magnitudes similares a las de 2009. Quizás lo más grave es que el síndrome de la deflación parece haberse consolidado en China: el índice precios de productores cayó 5.9 por ciento en octubre, el cuadragésimo mes en el que dicho indicador mantiene su caída.
Además, la cartera vencida en el sistema bancario chino supera hoy 20 por ciento del crédito total. Peor aún, la expansión del crédito en China sigue superando en casi 200 por ciento el crecimiento del PIB. Hay fuertes indicios de que los préstamos corrientes en China superan en 40 por ciento las necesidades de crédito de esa economía. Y ahora lo peor: las bolsas de valores no están conectadas con la economía real. En muchos casos los préstamos de capital de trabajo que han realizado los bancos a las empresas han sido invertidos en las bolsas. Y cuando las bolsas han tenido mal desempeño (como en el verano pasado) los síntomas de una crisis generalizada se dejan sentir por doquier.
La decisión del FMI puede estar más relacionada con la intensión de frenar la profundización de la crisis en China. En especial, se espera moderar la salida de divisas que ya afecta a China y, si se puede, de revertir la fuga de capitales. Muchos bancos centrales buscarán mantener parte de sus reservas en yuan y no pocos operadores de fondos de pensión transferirán recursos a títulos denominados en la divisa china.
A cambio de la medida del FMI se espera que el espacio económico chino se abra por completo a los caprichos del sistema financiero. A la fecha subsisten en China controles sobre los movimientos de capital y la decisión del Fondo está dirigida a acelerar el desmantelamiento de este tipo de barreras en el gigante asiático. Lo más delicado será el fortalecimiento de la economía de casino que acarrea el triunfo del sector financiero en China
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