Alfredo Jalife-Rahme, La Jornada
Dos países de la anglosfera –Gran Bretaña (GB) y ahora Canadá– sopesan abandonar su política conservadora neoliberal fiscalista de extrema derecha, salpicada de un superbelicismo intervencionista, para mover el péndulo del espectro político hacia el centro-izquierda, cuando no a la izquierda “tout court”, de acuerdo con la añeja dicotomía decimonónica de izquierda-derecha –necesaria, pero insuficiente y deficiente–, la cual, a mi juicio, ha sido superada por la nueva taxonomía confrontativa del siglo XXI entre globalistas noratlantistas y humanistas universales.
El golpe de timón en Canadá es mayúsculo: el ser humano empieza a sustituir al mercado plutocrático con su mano invisible, muy vista en el centro de la ecuación global en la segunda década del siglo XXI.
En Australia, el flamante premier Malcolm Turnbull, quien defenestró al belicoso premier Tony Abbott –quien exhibió su perturbadora rusofobia durante la cumbre del G-20 (http://goo.gl/Vnkr6a)–, ha puesto en tela de juicio el andamiaje monárquico de la anglosfera y hasta reclama su salida de la corona británica para convertirla en una república.
¿Implosiona el neoliberalismo monárquico/plutocrático de la anglosfera?
Mucho más dramático ha sido el asombroso ascenso del casi-marxista Jeremy Corbyn –cuya tercera esposa, Laura Álvarez, es mexicana– como nuevo líder del Partido Laborista, que ha sepultado al blairismo bélico –con su tramposa cuan fallida tercera vía fiscalista– y ha colocado a la defensiva al premier David Cameron, inmerso en escándalos impublicables (el “ pig-gate”).
Se derrumba el superbelicoso bushismo neoliberal/fiscalista en el Atlántico Norte (GB) como en Canadá: miembro del esquema irredentista Norteamérica con su paragüas militar NorthCom/Norad (Comando Norte).
Gary Silverman, del Financial Times, titula el triunfo del vencedor premier Justin Trudeau: Los canadienses martillan la política de austeridad (http://goo.gl/9Vyx1D).
Justin Trudeau, de 43 años, es hijo del legendario premier Pierre, quien ocupó en forma casi continua su puesto, con un hiato de ocho meses, de 1968 a 1984.
Gary Silverman sintetiza el triunfo de Justin Trudeau basado en una plataforma de incremento del déficit presupuestal para financiar los proyectos de infraestructura para estimular la economía. ¡Todo lo contrario de Videgaray en el “México neoliberal itamita”!
Se cierra así en Canadá una década de sombrío neoliberalismo fiscalista, acoplado al superbelicismo bushiano/blairiano: binomio del desastre anglosajón en Irak y Afganistán.
Se desfonda la política exterior del pugnaz rusófobo Stephen Harper, de 56 años –líder del Partido Conservador–, con su apoyo a ultranza al racismo infanticida de Israel.
Se descuenta que Justin Trudeau optará por una política menos militarista y más diplomática tanto en referencia a Rusia como al Medio Oriente, donde la otrora pacifista Canadá entrena en forma inoperante al ejército de Irak. Para beneficiar a Israel, Harper chocó con Obama, quien operó el histórico acuerdo nuclear del P5+1 con Irán.
Muchos analistas consideran que el voto fue más de castigo en contra del islamófobo Harper –quien se pronunció en contra de la admisión de refugiados sirios–, lo cual dio el triunfo a Justin Trudeau por default.
El repudio al proisraelí Harper, quien se condujo como un vulgar tirano en un país de amplia tradición democrática, fue generalizado, y otorgó al Partido Liberal de Justin Trudeau una mayoría de 184 escaños de un total de 338 en el Parlamento (http://goo.gl/IIsGns).
El Partido Nuevo Demócrata, encabezado por Tom Mulcair, de 60 años – clon del vilipendiado ex premier británico Tony Blair–, que partió como gran favorito, se derrumbó hasta el tercer lugar, con 44 escaños.
Anthony Zurcher, de la BBC, comenta que el trunfo de Justin Trudeau fue avasallador y parecía impensable hace cinco años, poco probable hace unos meses e improbable incluso hace unos días (http://goo.gl/EDXV7o).
La política fiscalista de Harper –a quien se le desalinearon los astros con el desplome del petróleo y las materias primas– favoreció fiscalmente a la plutocracia neoliberal al cercenar 45 mil millones de dólares estadunidenses anuales de los ingresos del gobierno.
Justin Trudeau prometió acabar con los beneficios fiscales ultraselectivos, optar por déficit durante tres años para estimular el gasto gubernamental mediante inversión en infraestructura, recortar los impuestos a la clase media y salir de la ineficaz coalición de 62 países en contra de los yihadistas.
Según The Guardian, la elección fue vista en parte como un referéndum sobre el liderazgo de Harper y su economía neoliberal y su belicosa política exterior y considera que la elección impactará muy pronto el teatro global (http://goo.gl/Dyhk1h), del que, a mi juicio, el “México neoliberal itamita”, genuina fábrica de miserables y homicidios masivos, no puede ser la excepción en su próxima elección presidencial.
El “México neoliberal itamita” practica tanto una política monetarista radical, al estilo de los caducos Chicago boys de la Universidad de Chicago –donde fue formado el itamita Agustín Carstens, director del Banco de México, para quien la colosal crisis de 2008 fue un catarrito–, así como un fiscalismo asfixiante, al modo del malhadado itamita Videgaray Caso, quien no le hace caso a nadie, salvo a los alquimistas neoliberales del MIT, de la estirpe de sus tutores Rudiger Dornbusch y Pedro Aspe Armella, quien alucinó la realidad como mito genial: gran beneficiado de la privatización de Pemex con Alberto Baillères (http://goo.gl/xsJpYh).
Justin Trudeau se comprometió a recibir a 25 mil refugiados sirios y a invertir 250 millones de dólares para albergarlos, así como salir del programa del avión caza furtivo F-35: asociación de 12 países que incluye a Estados Unidos, GB y Australia.
Justin Trudeau también se comprometió a emprender una investigación nacional sobre mujeres aborígenes asesinadas, a lo cual se rehusó el despedido Harper.
A mi juicio, en la fase global de la doble volatilidad financiera y geopolítica, el impensable/poco probable/improbable triunfo de Justin Trudeau abandona el aciago bushismo/blairismo fiscalista neoliberal bélico y se ajusta a la nueva realidad de Norteamérica tanto en geopolítica –más cercano a Obama y, sobre todo, a Hillary Clinton– como en las finanzas/geoeconomía, más acorde a la reciente teoría antifiscalista de Larry Summers, ex secretario del Tesoro y anterior rector de la Universidad Harvard, quien aboga por un gasto masivo en infraestructura, cuando todos los trucos monetaristas y fiscalistas del neoliberalismo han llegado a su fin (https://goo.gl/1G8OmR).
Justin Trudeau es asesorado por Larry Summers, quien comenta el riesgo de retorno a recesiones en Occidente a escala global: una histéresis –recesiones costosas que frenan el crecimiento futuro– cuando a los monetaristas se les agotaron las municiones, a mi juicio, muy artificiales.
Larry Summers juzga que Occidente vive una combinación de crecimiento lento, baja inflación esperada y tasas reales de interés cero que denomina estancamiento secular.
Hoy Occidente vive una nueva época macroeconómica, donde el riesgo de una deflación es mayor a la inflación. Canadá ya tomó nota.
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