Alejandro Nadal, La Jornada
Hace cinco meses comenzaron las negociaciones entre los representantes del gobierno griego de Syriza y los del FMI, el Banco Central Europeo (BCE) y la Comisión Europea. No se ha resuelto ningún problema y el tiempo se acaba.
El domingo pasado las pláticas se interrumpieron apenas 45 minutos después de comenzar. No es el fin del mundo, pero sí una muestra del punto muerto en el que se encuentra todo el proceso. El primer ministro griego Alexis Tsipras rechazó las exigencias de los acreedores, añadiendo que la economía griega ha sido objeto de un pillaje durante los últimos cinco años y que las demandas son motivadas por razones políticas. Y tiene razón. Si en el pasado el rescate ha estado dirigido a los bancos europeos más que a Grecia, hoy las instituciones están decididas a terminar con el experimento Syriza tan pronto como se pueda.
Frente a esta coyuntura el gobierno griego enfrenta un escenario en el que la salida del euro se presenta cada vez más como la única opción posible. Pero una eventual salida del euro plantea importantes problemas técnicos y de organización relacionados con el funcionamiento del sistema de pagos nacional e internacional, así como con la política monetaria. Esos problemas no son insuperables, pero un mal manejo de las opciones existentes podría desembocar en una catástrofe.
Desde el principio de las negociaciones los funcionarios de Syriza han insistido en un punto fundamental: la salida del euro no está dentro de su mandato. Pero el endurecimiento de la postura de los acreedores puede conducir a la expulsión de Grecia de la esfera del euro. En particular, si el BCE suspende las operaciones con Grecia en el marco del ELA o sistema de emergencia para proporcionar liquidez al sistema bancario, ese hecho sería suficiente para completar de facto dicha expulsión. Las declaraciones de Tsipras indican que el gobierno griego no ignora que el BCE podría ir por ese camino. Atenas debe comenzar a organizar la salida ordenada del euro.
En los últimos meses se han multiplicado los análisis sobre los pasos a seguir para minimizar el daño asociado con la salida del euro y la transición a una nueva moneda. Se ha escrito mucho sobre divisas paralelas y sobre la emisión de medios de pagos como los llamados CAF o Certificados de adelantos fiscales (véase Andresen y Parenteau en el número 71). Estos certificados podrían servir para pagar sueldos y salarios, pensiones y para compras en el mercado interior. Los CAF serían usados para pagar impuestos y por esa razón son aceptados por todos. No existirían CAF impresos en papel y sólo se utilizarían a través de pagos y cuentas electrónicas (la población sin teléfono celular usaría la red de oficinas de correo).
La viabilidad de este sistema está relacionada con la penetración en el mercado. Las primeras empresas que acepten pagos en CAF verían aumentar su participación en el mercado y aumentarían sus ventajas competitivas. Por eso la aceptación de los CAF en el sector privado se aceleraría. El estímulo en la economía llevaría a un crecimiento mayor y a fortalecer el sector exportador.
Un sistema basado en medios de pago electrónicos tiene la enorme ventaja de poder ser implementado de manera rápida y sin necesidad de realizar inversiones costosas en adaptaciones de las máquinas que hoy subyacen en el sistema bancario (cajeros automáticos, impresión de billetes en papel adecuado y acuñación de moneda). Claro que el costo está en las tecnologías de información electrónica, pero eso habría que enfrentarlo de todas maneras. Los CAF permiten reducir la evasión fiscal y hacen muy difícil la fuga de capitales. Por cierto, los CAF son compatibles con un sistema de control de capitales (que Syriza debió establecer desde que formó su gobierno).
El esquema de los CAF plantea muchas interrogantes y no resuelve todos los problemas. En especial, quedaría por ver qué se hace con el banco central griego, los pagos al interior de la zona euro (TARGET2) y con la provisión de liquidez a través del sistema ELA. Pero es importante observar que la introducción de los CAF no afecta este sistema de pagos. Si en el curso de las negociaciones sobre la deuda externa, el BCE y la Comisión en Bruselas imponen mayores condiciones a los bancos griegos eso no se deberá a razones técnicas relacionadas con las hojas de balance de esas entelequias que son los bancos centrales nacionales. Forzar la mano sobre los bancos sería simple y llanamente un acto de castigo contra el pueblo griego.
La introducción de un sistema parecido a los CAF fortalecería la postura de Syriza en sus negociaciones con los acreedores. Atenas estaría enviando un claro mensaje a las instituciones que hoy se encuentran al servicio del capital financiero sobre su firme intención de salir de la prisión neoliberal. Una respuesta de endurecimiento por parte de esas instituciones no tendría nada que ver con imperativos económicos y sí revelaría el carácter político de su venganza.
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