Alejandro Nadal, La Jornada
Las elecciones en Grecia han provocado un vendaval de esperanza. La democracia en Europa se erige hoy como una luz que rechaza extinguirse. Mientras el nuevo gobierno del partido de izquierda Syriza se organiza y el gabinete es confirmado, las implicaciones políticas y económicas comienzan a perfilarse.
La narrativa que los poderes establecidos han difundido sobre la irresponsabilidad del pueblo griego no tiene nada que ver con la realidad económica. Los bancos alemanes, franceses y holandeses lucraron con la burbuja que crearon en el espacio monetario europeo. Pero después de que reventara dicha burbuja, socializaron las pérdidas. El costo para el pueblo griego y, vale decir, para toda Europa es colosal. Hoy el pueblo griego está atravesando la espesa cortina de mentiras y con su voto ha colocado un gobierno en posición de poner un alto al oscurantismo neoliberal.
El equipo de economistas del nuevo gobierno en Atenas tiene una misión delicada que cumplir. La cartera del ministerio de Finanzas ha sido confiada al economista Yanis Varoufakis, un académico recién llegado al mundo de la política. Su trayectoria se concentró en la teoría de juegos, un universo de modelos abstractos donde el realismo económico es sacrificado en el altar de las matemáticas. Pero al pasar los años Varoufakis se percató de que había otra forma de pensar y hacer teoría y análisis económico, abandonó el limitado horizonte de la teoría de juegos y se trasladó al mundo de la teoría macroeconómica. Varoufakis terminó acercándose cada vez más a las posturas de la escuela post-keynesiana, cuerpo de análisis macroeconómico que rechaza las visiones fantásticas de la macroeconomía neoclásica y las remplazó con una visión rigurosa y realista sobre la dinámica de las economías capitalistas.
Pero Varoufakis no está solo. El equipo de negociadores que Atenas estará enviando al frente de batalla incluirá a Yanis Dragasakis, miembro del Partido Comunista griego que ha sido designado viceprimer ministro y cuyo rol incluye la coordinación de la política económica del nuevo gobierno. Dragasakis fue viceministro de finanzas de un gobierno interino entre 1989-1990. Giorgios Stathakis, otro académico de toda la vida y miembro del PC fue designado titular de una especie de súper ministerio económico encargado de desarrollo económico. Costas Lapavitsas es también un académico que se ha vinculado a los militantes de Syriza y mantiene una perspectiva post-keynesiana, con cierta influencia de marxismo.
En total, se trata de un grupo con fuertes conocimientos sobre la inestabilidad económica que caracteriza a cualquier economía capitalista. En vista de las difíciles negociaciones que tendrán que llevarse a cabo, la falta de experiencia en los corredores de la política del equipo de Syriza podría ser vista como una limitación. Sin embargo, será fuertemente compensada por el conocimiento de los mecanismos reales del mundo financiero y bancario. Está claro que la vieja clase política en Grecia, con su pereza mental y adicción a la corrupción y viejos sistemas clientelares, nunca entendió nada de lo que estaba pasando cuando el país ingresó a la unión monetaria o cuando estalló la crisis. Por eso su único reflejo fue hacer todo lo que se le indicó para socializar las pérdidas y trasladar el gravamen del endeudamiento especulativo al pueblo griego.
Buena parte de la prensa de negocios en Europa ha mantenido un tono estridente y ha señalado que el nombramiento de Varoufakis sólo confirma que Alexis Tsipras mantiene una estrategia de confrontación. Eso es falso. Varoufakis sabe muy bien que está entrando en un terreno delicado y sabrá manejarse con precaución. Pero lo que sí es cierto es que todo el equipo de Syriza está consciente de su responsabilidad histórica, no sólo frente a los votantes en Grecia, sino frente a Europa. La troika tendrá que aprender a ceder.
En realidad, el pueblo griego rechazó el domingo pasado un plan de austeridad que condujo a un desplome de 25 por ciento del PIB en cinco años, a un incremento de 190 por ciento en la tasa de desempleo, a una caída de 38 por ciento en los salarios, a un aumento de 98 por ciento en la pobreza, a un incremento de 43 por ciento en la tasa de mortalidad infantil y a una situación en la que el 30 por ciento de las empresas en funcionamiento hace seis años está hoy en bancarrota. Y, por si eso no fuera suficiente, la deuda como porcentaje del PIB pasó a 174 por ciento. Todo esto era previsible, por lo que los arquitectos de este programa de austeridad impuesto por la troika son culpables de un monumental acto de negligencia histórica.
La noche de la victoria electoral de Syriza el firmamento político en Europa se iluminó. Se ha abierto un nuevo capítulo en la lucha por rescatar a Europa de la pesadilla neoliberal. La batalla será dura y llena de peligros. Parafraseando el poema de Dylan Thomas, el nuevo ministro de finanzas anunció en su página (yanisvaroufakis.eu), la democracia en Grecia ha enfurecido en contra de la extinción de la luz.
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