Alejandro Nadal, La Jornada
La guerra de precios desencadenada por Arabia Saudita y otros de los miembros más poderosos de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) va a continuar y podría recrudecerse. Los efectos sobre la economía mundial serán múltiples: hay países ganadores y otros perdedores. Los desajustes internacionales serán parte de un proceso de profunda restructuración de la economía global.
La recesión mundial ha estado acompañada de una tendencia a la baja en los precios de los principales productos básicos. El petróleo no es una excepción: el precio se derrumbó de 137 a 35 dólares por barril entre junio y diciembre de 2008. El precio promedió unos 61 dólares por barril en 2009. El cártel de grandes productores administró la oferta hábilmente y la tendencia al alza se recuperó, alcanzando un promedio de 107 dólares por barril entre 2011 y 2013, aunque una fuerte volatilidad marcó el mercado mundial de crudo. Como sucede en muchos mercados con estructuras oligopólicas, las pérdidas por la caída inicial causada por la recesión y la volatilidad abrieron las puertas a una guerra de precios.
Hace dos días el ministro de Energía de Arabia Saudita declaró en Abu Dhabi que ni la OPEP ni su país recortarían los niveles actuales de producción de crudo. En la actualidad la OPEP está inyectando unos 30 millones de barriles de petróleo al mercado mundial, el equivalente a la tercera parte del consumo mundial de crudo. El mercado está saturado y el precio del crudo ha caído de 115 dólares/barril en junio de este año a unos 62 dólares/barril. Es evidente que Riyadh se ha embarcado en una guerra de precios sin cuartel.
¿Por qué insiste Arabia Saudita en mantener sus altos niveles de producción y promover la caída en el precio del petróleo? Hay muchas hipótesis sobre quiénes pueden ser los enemigos a los que se dirige la ofensiva saudita, pero sin duda el principal es la industria estadounidense de extracción de petróleo y gas con el método de fractura hidráulica y perforación direccional. Arabia Saudita busca mantener precios bajos durante el tiempo que sea necesario para romperle el espinazo a la joven industria del fracking en Estados Unidos.
Para lograrlo, Arabia Saudita debe mantener precios inferiores al nivel de costo de producción en los campos de fracking en Estados Unidos durante un tiempo suficientemente largo (la producción ya no es rentable cuando los precios son inferiores al costo de extracción y comercialización). Para tener una idea del nivel de precios necesario para quebrar la industria del fracking es importante contar con datos sobre costos de producción unitarios en los campos más representativos de la industria estadounidense. Los datos revelan lo siguiente: a un precio de 70 dólares/barril, 90 ciento de los campos en Estados Unidos podrían seguir operando con ganancias. Pero las cosas cambian radicalmente cuando los precios llegan a los 60 dólares/barril: alrededor de 40 por ciento de la producción por medio de fractura hidráulica en Estados Unidos se torna no competitiva (el costo de extracción es mayor al precio de venta). Uno de los tres más grandes productores con fracking en Estados Unidos está en el estado de Dakota del Norte, donde el complejo Bakken produjo el año pasado unos 300 mil barriles diarios, convirtiéndose en la estrella del fracking estadounidense. Pero los costos unitarios de producción en Bakken rebasan los 60 dólares/barril. Arabia Saudita lo sabe y está decidida a sacar a estos y otros productores de la jugada.
¿Hasta dónde está decidida a llegar Arabia Saudita? Para ganar una guerra de precios no sólo se necesita tener estructuras de costos eficientes que permitan deprimir los precios sin incurrir en pérdidas. También es necesario contar con reservas profundas que otorguen la capacidad de resistir la reducción en las ganancias. Arabia Saudita tiene ambas cosas. El costo de producción de su Arabian Light es notablemente inferior al West Texas y al Brent International, las dos referencias más importantes en el mercado mundial y sus reservas netas son superiores a los 900 mil millones de dólares.
Por todo lo anterior, no sorprende el pronóstico de muchos analistas y de la misma OPEP de que en 2015 el promedio del precio de petróleo se mantendrá alrededor de 60 o 55 dólares/barril. El objetivo es reventar la industria estadounidense de petróleo a partir de fractura hidráulica. Parece que la estrategia de Riyadh va por buen camino este año el número de solicitudes para abrir nuevos pozos cayó 40 por ciento. Además, hay que considerar que muchos productores estadounidenses se han endeudado para iniciar sus operaciones y ahora las cargas financieras comenzarán a pesarles mucho más, especialmente con los cambios en la política monetaria anunciados para el año que viene. Las cosas no pintan bien para la industria petrolera del fracking. Y en cuanto al problema del cambio climático, ya ni quien se acuerde de la cumbre de Lima de hacen dos semanas.
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