Vicenç Navarro, Sistema Digital
No hay plena conciencia en amplios círculos progresistas de nuestro país de que lo que está pasando en Europa es la “americanización de este continente”, resultado de la generalización de políticas públicas de claro corte neoliberal que los gobiernos europeos están aplicando e imponiendo a sus poblaciones, siguiendo el mandato de la Troika, es decir, del Fondo Monetario Internacional (FMI), de la Comisión Europea y del Banco Central Europeo. Europa occidental era percibida internacionalmente como la Europa social y la Europa democrática, punto de referencia de las fuerzas progresistas que deseaban desarrollar el Estado del Bienestar a través de procesos democráticos. Esta visión había tenido siempre un componente de idealización. Ahora bien, había un componente de realidad, sobre todo cuando se contrastaba con la experiencia en EEUU, donde el capitalismo se manifiesta con toda su crudeza, con escasa protección social y con una democracia sumamente limitada. Pues, bien, lo que está ocurriendo en esta Europa social y democrática es la pérdida de su identidad y peculiaridad, perdiendo su dimensión social y diluyendo su compromiso democrático.
Veamos en primer lugar qué está ocurriendo en EEUU. Y lo que aparece más rápidamente es la enorme concentración de las rentas y riquezas en un grupo muy, pero que muy pequeño de la población (que deriva sus rentas de la propiedad del capital), a costa del empobrecimiento de todos los demás, es decir, de la mayoría de la población, que obtiene sus rentas del trabajo. Indicadores de ello son los siguientes:
1. El 1% de la población recibió el 95% de todo el crecimiento de las rentas generado durante el periodo 2009-2012.
2. El 60% de los puestos de trabajo que han desaparecido durante la Gran Recesión eran buenos puestos de trabajo, es decir, bien pagados, mientras que el 59% de los nuevos puestos de trabajo son puestos de trabajo con salarios bajos. Es decir, los puestos de trabajo con salarios bajos (y muy bajos) están sustituyendo a los puestos de trabajo medianamente y/o bien pagados. En 2020 se calcula que casi la mitad de los puestos de trabajo tendrán salarios bajos o muy bajos.
3. Los beneficios de las grandes corporaciones han alcanzado niveles record. Las financieras han sido las más beneficiadas.
4. Las rentas del capital han subido, como porcentaje del PIB, como nunca antes habían subido, mientras que las rentas del trabajo han bajado a porcentajes nunca vistos antes.
5. Según los estudiosos más respetados en el estudio de rentas en EEUU, Thomas Piketty y Emmanuel Saez, durante los últimos treinta años (iniciándose en la era Reagan) el porcentaje de las rentas que ha ido al 1% más rico de EEUU se ha doblado (y el que ha ido al 0,1% se ha triplicado).
6. Esta concentración de las rentas que proceden del capital en un sector muy minoritario de la población se ha traducido en un crecimiento muy notable de su influencia política y mediática, que se ha traducido en políticas públicas que le han beneficiado enormemente. Las áreas de especial influencia han sido las políticas fiscales y las áreas de desregulación del capital, consiguiendo una gran desregulación en el manejo y utilización de este capital.
7. Contribuyendo a este descenso masivo de las rentas derivadas del trabajo, está la estabilidad y descenso del salario mínimo.
8. La relación entre lo que en EEUU se llama Corporate America (el 1% de la población) y la clase política ha alcanzado niveles de complicidad nunca vistos antes en EEUU. Dicha complicidad ha alcanzado tal nivel que la corrupción ha dejado de definirse como tal. En realidad, la compra de políticos por parte de empresas financieras, industriales o de servicios es legal, y no se considera corrupción. De esta manera, uno de los sistemas políticos más corruptos de la OCDE aparece como uno de los menos corruptos, pues la compra de políticos no es ilegal y es una práctica común y generalizada en EEUU.
Esta es la situación en EEUU, donde el dominio del capital es casi absoluto, que está apareciendo también en la Unión Europea, y muy en especial en los países del sur de Europa (incluyendo España) donde las fuerzas progresistas son muy débiles y están constantemente divididas.
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