Uno de los campos más incomprendidos de la teoría económica es la Teoría de Juegos. Aunque es una rama de la matemática aplicada que se usa en muchos campos como biología, sociología, psicología, filosofía, derecho, criminalística y otros, donde más se ha difundido es en la economía. Y pese a que sus principales logros fueron fruto de los trabajos de John von Neumann y Oskar Morgenstern antes y durante la Guerra Fría, los principales logros se le reconocen a John Nash, Premio Nobel de Economía de 1994 y cuya historia Ron Howard llevó al cine en esa torpe película que es Una mente brillante. Pues bien, la teoría de juegos bien podría ser descrita como el más claro ejemplo de darwinismo económico, un juego de suma cero, donde por cada ganador hay siempre un perdedor... o varios perdedores. Es revelador que esta teoría se originó con el estudio de las acciones de los jugadores de póquer, donde cada uno solo quiere ganar todas las fichas de los otros jugadores. Con décadas de desarrollo en las ciencias sociales, el más famoso de estos juegos es el dilema del prisionero, que aporta una sorprendente visión simplista y egoísta de la naturaleza humana.
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