Vicenç Navarro, Nueva Tribuna
Existe hoy una avalancha ideológica liderada por la Troika (el Fondo Monetario Internacional, la Comisión Europea (y muy en particular su Vicepresidente de Asuntos Económicos y Monetarios y del Euro Olli Rehn) y el Banco Central Europeo) encaminada a presionar al gobierno Rajoy a llevar a cabo políticas destinadas a reducir los salarios, medidas que el gobierno Rajoy ha ido imponiendo (a través de su reforma laboral) sin ninguna inhibición, presentando las propuestas de la Troika como muestra del consenso que existe en la comunidad internacional acerca de la necesidad de llevar a cabo estas medidas para salir de la crisis.
La evidencia abrumadora existente muestra, sin embargo, que estas medidas han estado teniendo un impacto muy negativo en el desempeño económico, de no solo España, sino de los países de la eurozona. En realidad, el descenso de la masa salarial ha sido una de las causas más importantes de la crisis económica y también financiera. Veamos los datos.
Las políticas neoliberales, iniciadas por el Presidente Reagan y Margaret Thatcher y generalizadas en la mayoría de países de la eurozona y en EEUU, tuvieron como consecuencia la disminución muy marcada de la participación de las rentas del trabajo en el PIB con el consiguiente aumento de la de las rentas del capital. Los datos hablan por sí mismos. Según la tabla 32 del Statistical Annex de la Comisión Europea ECFIN, las rentas del trabajo pasaron de representar el 72,8% del PIB (en términos de compensación por empleado) como promedio de los países que más tarde serían la UE-15 en los años setenta (España el porcentaje era el 72,4%) al 66,5% en el año 2012 (en España bajó al 58,4%, uno de los porcentajes más bajos de este grupo de países). Este descenso tan marcado creó un enorme problema de escasez de demanda privada que no causó el descenso del PIB debido a dos hechos. Uno fue el gran aumento del gasto público en Alemania, resultado de la reunificación alemana y expansión de la inversión pública a fin de facilitar la integración del Este de Alemania en el Estado federal alemán. Esta expansión fue responsable de que el estado alemán pasara de estar en superávit en 1989 (0,1% del PIB) a un déficit del 3,4% del PIB en 1996. La expansión de la economía alemana estimuló a toda la economía europea, debido a su centralidad en esta última.
La otra causa de que la disminución salarial no se reflejara en una recesión (causada por el descenso de la demanda) fue el gran endeudamiento, facilitado por la existencia del crédito accesible a unos intereses más bajos, resultado del establecimiento del euro. El enorme crecimiento del endeudamiento se debió, en gran parte, al descenso de los salarios y de la capacidad adquisitiva de la población. Este endeudamiento retrasó la aparición de la recesión pero no pudo evitar una ralentización de la demanda, que explica la reducción de la rentabilidad en la economía productiva y consiguiente flujo de inversión hacia la economía especulativa, causa de las sucesivas burbujas, incluyendo, en España, la inmobiliaria. La rotura de dicha burbuja creó la crisis financiera.
Vemos, pues, cómo la reducción salarial en España ha sido una causa principal del endeudamiento de la población y del problema de la escasez de la demanda, causa del estancamiento de la economía productiva y de la crisis económica. Por otra parte, el crecimiento tan acentuado de las rentas del capital a costa de las rentas del trabajo (hoy, por primera vez en la democracia española, representan un porcentaje menor que las rentas del capital) es causa y consecuencia de un comportamiento especulativo que ha creado la crisis financiera.
Toda la evidencia señala que la reducción de los salarios, junto con la reducción del gasto público, está llevando a la economía que afecta a la mayoría de la ciudadanía al desastre. La evidencia científica que muestra esta realidad es enorme. El hecho de que se continúe en esta dirección es debido a que los políticos que están imponiendo estas políticas y los grupos académicos que las promueven, como Fedea, son agentes y están al servicio de los grupos financieros y económicos que los financian (para expansión de estos argumentos, ver artículo “Capital-Trabajo: el origen de la crisis actual”
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