América Latina ha crecido en los últimos diez años, no tiene crisis de deuda a la vista y aumentó su ingreso per cápita, pero tiene un problema por el momento insuperable: no ha logrado cerrar la brecha tecnológica no sólo con el primer mundo, sino con Asia.
Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) el peso de la ciencia y la tecnología en la producción manufacturera regional es una cuarta parte del que existe en los países de Asia. El colorario es un fuerte desequilibrio en el desempeño económico de ambas regiones.
Asia tiene un tercio de la productividad laboral de Estados Unidos, mientras que en el caso de América Latina la brecha se vuelve un abismo: es una octava parte de la estadounidense. Un elemento clave de la productividad es la tecnología. En comparación con Asia, lo que produce América Latina es más caro y tiene menos capacidad innovativa y valor agregado.
El perfil exportador apunta en la misma dirección. La deficiente incorporación de tecnología profundiza el peligro de la primarización de América Latina, un riesgo presente en el crecimiento de la última década muy basado en el desempeño de los productos primarios (desde la soja a los minerales, el gas y el petróleo).
Gabriel Palma, especialista en economía comparada de la Universidad de Cambridge, cree que la gran diferencia reside en la política estatal.
"La diferencia en educación es notable. India produce más ingenieros y científicos que toda América Latina. Y el estado apoya todo eso. El empresariado no ve al estado como un enemigo que le viene a cobrar impuestos sino como un socio. Hay política industrial, hay metas ambiciosas"
Historias paralelas
En los años 50, Asia tenía un ingreso per cápita apenas superior al de África y muy por debajo del de América Latina. En los años 80, naciones que en la posguerra habían sido sinónimo de pobreza y desesperanza como Corea del Sur y Taiwán, ya superaban en sus ingresos al promedio latinoamericano y, con Hong Kong y Singapur, formaban parte de un nuevo grupo mirado con envidia por el mundo en desarrollo: los tigres asiáticos.Desde entonces el crecimiento de la productividad ha sido notable. Entre 1980 y 2010 la productividad asiática se triplicó: la de América Latina permaneció prácticamente estática.
Mientras que Asia se caracterizó por la flexibilidad, el pragmatismo y la continuidad de políticas de estado, en América Latina predominaron los cambios abruptos y drásticos.
El proteccionismo y la sustitución de las importaciones de la posguerra fue violentamente abandonada en los años 80 y 90, en algunos casos como Argentina y Chile, del día a la noche.
"El proteccionismo, que fue tan criticado, produjo una notable tasa de crecimiento económico. El error fue quedarse allí. Faltó un estado que pudiera disciplinar a la élite capitalista para que no sólo se beneficiara con la protección sino que la usara de manera efectiva para dar un salto económico", señala Palma.
El gran salto
Los especialistas en temas de desarrollo distinguen dos pasos. El primero va de una economía de bajos ingresos a otra de ingresos medios. El segundo –más complejo– es la transición de ingresos medios a altos ingresos con una economía plenamente desarrollada.El primer pasaje suele basarse en un crecimiento exportador con una competitividad incrementada por los bajos costos.
Las políticas de sustitución de importaciones, abierta intervención estatal y relativo proteccionismo suelen ser útiles en este estadio como demuestran los casos de Japón, Corea del Sur y Taiwán.
En la posguerra muchos países dieron este salto tanto en América Latina como en el Norte de África, Europa Oriental o Asia. Pero según el Banco Mundial, la enorme mayoría que llegó a esa franja de ingresos medios en 1960 seguía allí en 2008.
"Es la llamada trampa del ingreso medio. Para pasar de pobre a medio hay que hacer más de lo mismo, pero cada vez mejor. Para pasar de medio a alto hay que hacer cosas distintas, cada vez mas complicadas en lo tecnológico. No basta con ser capaz de absorber tecnología, hay que innovar", señala Palma.
Unos sí, otros no
Japón y Corea del Sur son dos ejemplos típicos de salto exitoso a la exportación de productos de tecnología compleja y alto valor agregado. Según Gabriel Palma, los problemas que ha enfrentado América Latina para dar este salto, que requiere marcas y fuerte innovación tecnológica, es perfectamente visible en la industria automotriz."Entre los seis o siete productores de autos más grandes del mundo se encuentran compañías en Brasil y México, pero ninguno de los dos países ha logrado exportar un auto de marca propia. Cuando se lo pregunto a empresarios de Brasil o México no saben qué contestarme", dice Gabriel Palma.Los ejemplos de marcas propias latinoamericanas con dimensión internacional son escasos. Uno de los más destacados es la brasileña Embraer, tercera productora de aviones del mundo.
Un contraejemplo, emblemático sobre las limitaciones del modelo latinoamericano, más cómodo con el ensamblaje que con la creación, son las maquiladoras de México. En los años, 80 el 75% de los insumos de las maquiladoras eran importados. Hoy, el 75% de sus insumos son… importados: no ha cambiado nada. En China existía una proporción similar en relación a los insumos en los años 80, pero gracias a una política de estado de incorporación de tecnología y de exigencia al capital extranjero, esa proporción ha caído a un 30%.
Las llamadas multilatinas, multinacionales latinas, de Chile, Argentina, Brasil que invierten en el resto de América Latina, cada vez que necesitan un avance tecnológico buscan un socio externo para que se lo suministren. Esas grandes compañías tienen muy poca investigación científica o creación tecnológica. Sin este salto tecnológico en un mundo cada vez más dominado por la ciencia, el crecimiento regional de la primera década de este siglo XXI puede convertirse en otro de los tantos espejismos de nuestra historia.
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