Eduardo Febbro, Página12
Los síntomas de la crisis financiera que ensombrece Europa se manifestaron todos al mismo tiempo y en un mismo día. Las Bolsas se fueron a pique, el euro conoció sus niveles más bajos en los últimos seis meses, Grecia está a un paso de la cesación de pagos, Alemania y Francia ya incorporaron la idea de que el país helénico salga del euro, Italia se acerca al precipicio, los organismos multilaterales evocan una “desaceleración generalizada” de la economía mundial, la banca francesa y la europea en general registraron pérdidas enormes en los últimos meses, al tiempo que los dirigentes políticos son incapaces de ofrecer otra cosa que no sea una verborragia de vestuario que no modifica las reglas del juego ni influye en la crisis. La estampida ante el temor del default griego repercutió en todas las plazas bursátiles, principalmente en Francia, donde el índice CAC se desplomó en un 4 por ciento a raíz de las arenas movedizas en las que está el sistema financiero, comprometido con la deuda griega.
La inminencia de una degradación de la nota de solvencia de los bancos franceses contribuyó a generar más pánico. Los bancos BNP Paribas, Société Générale y Crédit Agricole perdieron en pocas horas 12 por ciento de su valor. Estas tres instituciones detentan volúmenes considerables de las deudas de Grecia, Italia y Portugal. Pero es Atenas la que arrastra a Europa hacia un precipicio sin fondo. El secretario de Finanzas griego, Filipos Sajinidis, reveló ayer que el dinero de que disponía Grecia para pagar los sueldos públicos y las pensiones sólo le alcanzaba hasta el mes de octubre. Según el semanario alemán Der Spiegel, el ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, prevé la quiebra de Grecia con dos escenarios posibles: en uno, Atenas conserva el euro; en el otro, el país recupera su antigua moneda nacional.
Esta proyección está supeditada a que el país obtenga el sexto paquete del préstamo internacional de 110 mil millones de euros otorgado en mayo del año pasado. Grecia está a la espera de ocho mil millones de euros correspondientes a ese préstamo, pero su desbloqueo depende de los resultados de un informe del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, que también deben además aprobar un segundo paquete de ayuda de 160 mil millones de euros. Los expertos sacarán la chequera siempre y cuando Atenas presente un plan de economías y de rigor coherente, uno de esos sablazos a la población tan distintivos de las prácticas del Fondo y del Banco Mundial. Pero ni siquiera así el sistema europeo se alejaría del abismo.
Los bancos del Viejo Continente que cotizan en Bolsa llegaron a niveles aun más bajos de los que tenían en septiembre de 2008, cuando se produjo la quiebra de Lehman Brothers. El ministro francés de Economía, François Baroin, aseguró que, pase lo que pase en Grecia, “los bancos franceses tienen los medios para hacerle frente”. Sin embargo, varios observadores no descartan la perspectiva de que, ante la hecatombe, los bancos se vean obligados a recurrir al apoyo del Estado para reforzar sus propios fondos.
Esta sucesión de incendios que azotan al edificio liberal no inmutó a los responsables de las grandes potencias industrializadas, que este fin de semana se reunieron en la localidad francesa de Marsella en el seno del G–7 (Estados Unidos, Alemania, Gran Bretaña, Francia, Italia, Canadá y Japón). Los países más industrializados se comprometieron a presentar una respuesta “coordinada” al retroceso de las economías, pero fueron incapaces de plasmar medidas concretas e inmediatas. Sumino Kamei, miembro del banco Tokio-Mitsubishi, dijo a la prensa que muchos se preguntaban hoy si “los miembros del G-7 eran capaces de hacer algo”.
La tormenta sigue arraigada en el cielo griego con perspectivas muy altas de que Italia sea la próxima gran víctima de la crisis. Altos responsables de Alemania, la economía más pujante de Europa, evocaron públicamente la posibilidad de que Grecia deje el euro. Philipp Rösler, ministro federal de Economía y presidente del FDP (Partido Liberal Democrático), opinó que “para estabilizar el euro a corto plazo no debe haber tabúes a la hora de reflexionar”. La quiebra de Grecia y su alejamiento del euro forman parte de las líneas posibles con las que trabaja la presidencia francesa.
La crisis es, sin embargo, mucho más vasta. Ayer, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE, con sede en París) advirtió que los “indicadores avanzados” señalan una “desaceleración generalizada” de las principales economías mundiales. Los responsables económicos se preparan para lo peor. Nadie sabe a qué profundidades llegará la crisis en las próximas semanas.
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