Andrea Dufournel, ArgenPress
He pensado por varios días qué decir en este nuevo y triste 11 de septiembre, no el de Nueva York, el nuestro, el que ha pasado a segundo o mejor a tercer plano para los medios chilenos que ya prácticamente ni mencionan la ignominia del golpe militar cometido en Chile con el primer gobierno socialista de América Latina elegido democráticamente. Escribo mientras en la televisión, en el canal de “todos los chilenos” nos muestran lo dramático que fue la caída de las Torres Gemelas.
Pues bien, hace ya 38 años en que nos despertaron del sueño socialista de un bofetón. De golpe, a sangre y fuego nos mataron la primavera, pero hoy en que los años han pasado, en que ya hay nuevas generaciones de jóvenes soñadores, que están convencidos de que pueden cambiar el mundo, puedo ver que la semilla sembrada en las conciencias de miles de chilenos por el compañero Salvador Allende está dando sus frutos.
Hoy son los estudiantes que han salido a reclamarle a la derecha fascista, a esa que por mano de las Fueras Armadas pretendieron recuperar sus granjerías y privilegios obtenidos por años de explotación a costa de la miseria de muchos, el justo derecho a recibir de parte del estado lo que les corresponde: una educación laica, gratuita y de calidad. Son miles, sino millones, quienes se han atrevido… ellos no crecieron bajo la sombra de la bota militar, no les temen.
Si pudiera conversar hoy con el “Chicho” - así le llamábamos quienes le queríamos - le contaría lo que está ocurriendo, que la esperanza de nuestro país, como antaño, está en nuestros jóvenes y niños que, sin haberle conocido, le citan, le llevan en sus pancartas, gritan las consignas de “el pueblo unido jamás será vencido” con la fuerza que da la convicción de que es posible, y sí, han abierto las anchas alamedas. Qué orgulloso estaría el Compañero Presidente. Estoy segura de que así como él lo dijo en su último discurso su sacrificio no ha sido en vano, cada día, cada joven, cada niño que lo recuerda, me dice que aún hay esperanza, de que podemos cambiar este Chile sumido en un sistema perverso y desigual.
Quienes hoy gobiernan, quienes fueron y son cómplices de la ignominia nos hablan de democracia, de diálogo… cuando fueron ellos quienes bombardearon la Moneda, nos piden que olvidemos el pasado cuando nos recuerdan con cada represión, cuando asesinan a nuestros jóvenes, que la violencia es parte de su formación y que la impunidad es su aliada.
Los acontecimientos son similares, sólo cambian los escenarios. Frente a la posibilidad de perder sus lucrativos negocios nos dicen que cuidemos la democracia, con la amenaza velada de patear nuevamente el tablero.
Hoy está más latente que nunca la posibilidad que el sueño del Compañero Allende se haga realidad, al recordar sus palabras: “pensamos que este proceso de discusión de los problemas educacionales, tal como lo hemos señalado, forma parte de una concepción amplia y auténtica de una verdadera democracia, en donde la mayoría del pueblo participe permanentemente y no sólo en forma ocasional, como ocurre hoy día, en donde el pueblo todavía es citado tan sólo en los actos eleccionarios. Nosotros ya hemos roto en gran parte esto, pero reconocemos que es fundamental avanzar, avanzar mucho más, y hacer que el pueblo esté presente en la etapa de construcción y realización, en las decisiones, en la acción, en la vigilancia y en el control de las actividades productivas, educacionales y en la acción del Gobierno”, (discurso sobre “Educación democrática e independencia cultural” - 1971).
Cuánta sabiduría de este hombre preclaro. Sus palabras tienen hoy plena vigencia. En medio de la tristeza de este aciago día que nos entregaron quienes no tenían más fuerza que la brutalidad y el crimen, la esperanza brota como un manantial para nuestros queridos jóvenes chilenos.
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