Juan Francisco Coloane, ArgenPress
A raíz de los movimientos estudiantiles y gremiales comienzan a aparecer en Chile episodios que con en el comentario reflejan un clima político con reminiscencias odiosas del pasado. Se observa una clara contracción en el análisis, como si estuviera en un punto muerto, donde se toman opciones y no se explica el estado de situación.
Algunos advierten del deterioro extremo de la situación y recurren al expediente del golpe militar y políticos de la estatura de Eduardo Frei Ruiz Tagle habla de ingobernabilidad. Estas opiniones tampoco colaboran para encontrar la hebra del verdadero debate que no se construye por la dispersión y cruce de intereses.
Esto ocurre en medio de una crisis económica global prolongada que repunta con la caída de las bolsas. El contexto se completa con la incertidumbre política debido a la reconocida fragilidad de los sistemas e instituciones convencionales que sustentan el modelo económico, especialmente la diluida legitimidad de los sistemas de representatividad política. Lo hemos reiterado, estamos en presencia de la gran crisis del estado liberal post segunda guerra mundial. La épica de la construcción social se cruza con una globalización sin un marco aceptable para todos.
Chile exhibe una historia corroída por el carácter feble de sus líderes para la verdadera negociación política en situaciones extremas. El modelo de la primera mitad del siglo 20, con rupturas entre conservadores y liberales y las tablas de salvación tendidas por los radicales, -el único centro legítimo que ha tenido el país-, es pasado. Con la debilidad del radicalismo, el centro político está cautivo y cada vez más debilitado.
Las reacciones frente al intercambio entre el Ministro del Interior Rodrigo Hinzpeter y el dirigente gremial Jaime Gajardo han servido para detectar el grado importante de anticomunismo en Chile, pero que también esconden el tema central. El apelativo de “sionista” usado por Gajardo (presidente del Colegio de Profesores) para describir la conducta política del Ministro del Interior en la represión a los movimientos estudiantiles, fue quizás producto de la ira. Aún así, el dirigente gremial cruzó la línea delgada en un área frágil como es el terreno de las identidades.
Al poseer una escolástica etnográfica siempre insuficiente, con la identidad se corre el riesgo de la interpretación desmedida, como fue el caso de Gajardo y del propio aludido, Rodrigo Hinzpeter. Decir que alguien es sionista es una clasificación doctrinaria de un movimiento internacional gestado en 1897 para crear un estado judío en las tierras de Palestina, con el apoyo del Imperio Otomano. Esta gestación todavía es controversia. No todos los judíos se sienten sionistas. Una legión grande de judíos ortodoxos niega el sionismo por tratarse de una iniciativa secular que elimina la tutela religiosa sobre la comunidad judía. http://www.zionism-israel.com/his/jewish_anti_zionism.htm.
Desde el lado del gobierno, una funcionaria expresó al público la frase, “Muerta la perra se acaba la leva”. Se refería a la dirigente estudiantil Camila Vallejo (comunista). Aquí ya no se trataba de una interpretación de identidad sino que una inequívoca pasión anticomunista.
De repente aparecía el Partido Comunista sirviendo de chivo expiatorio para explicar una tensión social que exhibe al menos un rasgo definido: el modelo implantado en los años 80 de privatizaciones, desregulación, y aperturismo comercial a ultranza, se agotó socialmente y políticamente. No es responsabilidad exclusiva de este gobierno, que solo podría aparecer como el factor que exacerba el malestar social acumulado.
Es así que el resurgimiento del anticomunismo (que es global) aparece en esta crisis actual de doble punta, económica y política. Se reimplanta en connivencia con el armado de la seguridad global y la guerra contra el crimen transnacional. Consiste en crear un clima de protección con la idea central de erradicar, en primer término, doctrinas como la comunista-marxista que se fortalecen en la degradación del sistema.
En un lúcido trabajo para el SSI del Pentágono, los profesores S.Metz y R. Millen (2004), exponen aspectos de la estrategia moderna contra la insurgencia. Su enfoque es holístico con un acento en la prevención ya la centralidad de la lucha ideológica. Al marxismo hay que combatirlo porque tiene “esa seducción para articular descontentos sociales y de allí empalmar con el clima de insurgencia” que se construye. “La desactivación de voces con credibilidad y legitimidad es el comienzo de una lucha que es larga”…. “Se debe impedir que los que propagan el marxismo posicionarse con el público”.
Hay torpeza y poca fineza política en escoger la estrategia de estigmatizar al Partido Comunista en Chile. Sobre todo en medio de una crisis política donde lo único que se exhibe con claridad es la precariedad institucional y política de un país que espera a su propio Godot portando la nueva Constitución que lo haga cambiar.
A raíz de los movimientos estudiantiles y gremiales comienzan a aparecer en Chile episodios que con en el comentario reflejan un clima político con reminiscencias odiosas del pasado. Se observa una clara contracción en el análisis, como si estuviera en un punto muerto, donde se toman opciones y no se explica el estado de situación.
Algunos advierten del deterioro extremo de la situación y recurren al expediente del golpe militar y políticos de la estatura de Eduardo Frei Ruiz Tagle habla de ingobernabilidad. Estas opiniones tampoco colaboran para encontrar la hebra del verdadero debate que no se construye por la dispersión y cruce de intereses.
Esto ocurre en medio de una crisis económica global prolongada que repunta con la caída de las bolsas. El contexto se completa con la incertidumbre política debido a la reconocida fragilidad de los sistemas e instituciones convencionales que sustentan el modelo económico, especialmente la diluida legitimidad de los sistemas de representatividad política. Lo hemos reiterado, estamos en presencia de la gran crisis del estado liberal post segunda guerra mundial. La épica de la construcción social se cruza con una globalización sin un marco aceptable para todos.
Chile exhibe una historia corroída por el carácter feble de sus líderes para la verdadera negociación política en situaciones extremas. El modelo de la primera mitad del siglo 20, con rupturas entre conservadores y liberales y las tablas de salvación tendidas por los radicales, -el único centro legítimo que ha tenido el país-, es pasado. Con la debilidad del radicalismo, el centro político está cautivo y cada vez más debilitado.
Las reacciones frente al intercambio entre el Ministro del Interior Rodrigo Hinzpeter y el dirigente gremial Jaime Gajardo han servido para detectar el grado importante de anticomunismo en Chile, pero que también esconden el tema central. El apelativo de “sionista” usado por Gajardo (presidente del Colegio de Profesores) para describir la conducta política del Ministro del Interior en la represión a los movimientos estudiantiles, fue quizás producto de la ira. Aún así, el dirigente gremial cruzó la línea delgada en un área frágil como es el terreno de las identidades.
Al poseer una escolástica etnográfica siempre insuficiente, con la identidad se corre el riesgo de la interpretación desmedida, como fue el caso de Gajardo y del propio aludido, Rodrigo Hinzpeter. Decir que alguien es sionista es una clasificación doctrinaria de un movimiento internacional gestado en 1897 para crear un estado judío en las tierras de Palestina, con el apoyo del Imperio Otomano. Esta gestación todavía es controversia. No todos los judíos se sienten sionistas. Una legión grande de judíos ortodoxos niega el sionismo por tratarse de una iniciativa secular que elimina la tutela religiosa sobre la comunidad judía. http://www.zionism-israel.com/his/jewish_anti_zionism.htm.
Desde el lado del gobierno, una funcionaria expresó al público la frase, “Muerta la perra se acaba la leva”. Se refería a la dirigente estudiantil Camila Vallejo (comunista). Aquí ya no se trataba de una interpretación de identidad sino que una inequívoca pasión anticomunista.
De repente aparecía el Partido Comunista sirviendo de chivo expiatorio para explicar una tensión social que exhibe al menos un rasgo definido: el modelo implantado en los años 80 de privatizaciones, desregulación, y aperturismo comercial a ultranza, se agotó socialmente y políticamente. No es responsabilidad exclusiva de este gobierno, que solo podría aparecer como el factor que exacerba el malestar social acumulado.
Es así que el resurgimiento del anticomunismo (que es global) aparece en esta crisis actual de doble punta, económica y política. Se reimplanta en connivencia con el armado de la seguridad global y la guerra contra el crimen transnacional. Consiste en crear un clima de protección con la idea central de erradicar, en primer término, doctrinas como la comunista-marxista que se fortalecen en la degradación del sistema.
En un lúcido trabajo para el SSI del Pentágono, los profesores S.Metz y R. Millen (2004), exponen aspectos de la estrategia moderna contra la insurgencia. Su enfoque es holístico con un acento en la prevención ya la centralidad de la lucha ideológica. Al marxismo hay que combatirlo porque tiene “esa seducción para articular descontentos sociales y de allí empalmar con el clima de insurgencia” que se construye. “La desactivación de voces con credibilidad y legitimidad es el comienzo de una lucha que es larga”…. “Se debe impedir que los que propagan el marxismo posicionarse con el público”.
Hay torpeza y poca fineza política en escoger la estrategia de estigmatizar al Partido Comunista en Chile. Sobre todo en medio de una crisis política donde lo único que se exhibe con claridad es la precariedad institucional y política de un país que espera a su propio Godot portando la nueva Constitución que lo haga cambiar.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario