Con el desorden financiero, el mercado de capitales se ha convertido en el nuevo campo de batalla de la crisis, dado que sobre él comenzarán a ejercerse severos controles. Como advertíamos en el origen del caos financiero, hay una maldición en el dinero fiduciario y es la necesidad de un crecimiento pujante para mantener las apariencias del esquema ponzi. La caída del dólar es la detonante de esta demolición controlada en la cual muchos países buscan evitar a toda costa una apreciación no deseada de sus monedas, dado que haría recrudecer aún más el desempleo.
La guerra de divisas es propiciada por la propia Reserva Federal, entidad que por la vía de las enormes inyecciones de liquidez busca exportar el desempleo de Estados Unidos para combatir la crisis financiera. Pero mientras la Fed somete al dólar a este curioso hara-kiri, el resto del mundo replica la escalada devaluatoria haciendo que el hara-kiri del sistema financiero sea global. Todos los países buscan fórmulas para debilitar sus monedas y así es como esterilizan los efectos de un dólar que no detiene su declive.
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