El 8 de agosto, un mes antes de la quiebra de Lehman Brothers, el secretario del Tesoro estadounidense, Henry tiburón Paulson, recibió una carta firmada por los representantes de 16 de las mayores instituciones financieras, en la que entonaban una suerte de mea culpa. En la misiva señalaban que la crisis es la más severa desde la II Guerra Mundial y si bien en ella han contribuido múltiples factores, los excesos tanto al alza como a la baja del ciclo están determinados por el comportamiento humano colectivo: optimismo desenfrenado en las subidas y miedo -bordeando el pánico- en las bajadas.
El grupo de banqueros reconoció que el financiero es un sector que requiere de una especial vigilancia, pero abogan porque la supervisión se vea complementada por la autorregulación. Los bancos estadounidenses no han aceptado los estándares de Basilea II sobre los requerimientos de capital necesarios para asegurar la protección de entidades frente a los riesgos financieros y operativos.
Aunque aun es pronto para imaginar como quedará el paisaje financiero una vez se recojan los restos, lo cierto es que será diferente. La quiebra del sistema financiero a la escala que se ha producido marca el fin del paradigma neoliberal que ha gobernado a la economía en los últimos 30 años y que en el tema bancario se basó en el apalancamiento, el gran endeudamiento y la toma de riesgos.
Termina un periodo en el que los mercados financieros tomaron el relevo a la banca como financistas; un periodo en el cual el negocio bancario dejó de depender de los márgenes por la captación de depósitos y la colocación de créditos para lucrar con los ingresos de las comisiones y ganancias de operaciones realizadas fuera de balance, gestión de fondos, derivados, titulización de activos. Y todo esto facilitado por la globalización financiera y la ambición sin límite de personajes que aprovecharon el desmantelamiento de las regulaciones financieras desde fines de los años 70.
La crisis financiera ha desatado un amplio debate sobre si ha llegado el final de la hegemonía financiera de los EEUU. Ya salen candidatos en Asia y Europa. Por ahora, la recesión que espera a ese país le hará perder el estatus de la superpotencia económica que iluminó el camino de señorío y servidumbre de las últimas dos décadas para enfrentar una de sus épocas más sombrías.
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