miércoles, 26 de marzo de 2025

Silencio en el Mar Negro


Nahia Sanzo, Slavyangrad

Más preocupado por defender su integridad ante el escándalo causado por la noticia de que Mike Waltz, Asesor de Seguridad Nacional de Donald Trump, había incluido, supuestamente por error, a un conocido periodista en un chat privado en el que el vicepresidente Vance, el secretario del Pentágono Hegseth y otros altos oficiales del Gobierno comentaban los inminentes bombardeos contra Yemen, el trumpismo ha dejado en segundo plano los tres días de diplomacia intensa que ha realizado en Arabia Saudí con reuniones separadas con las delegaciones ucraniana y rusa. El lunes, tras todo un día de encuentros con los enviados de Ucrania, fue el turno de la Federación Rusa, que ayer insistía en que no se difundirían los detalles del encuentro, que Dmitry Peskov calificó de “reuniones técnicas”. La ausencia de personas como Sergey Lavrov dirigiendo las negociaciones eran un indicio de que lo que se preparaban eran pasos concretos en el cumplimiento de algunas de las medidas que se han puesto sobre la mesa a lo largo de los últimos días y semanas y no aspectos políticos que fueran a dejar grandes titulares. Ayer, el ministro de Defensa de Ucrania utilizaba también el término “consultas bilaterales técnicas” para los tres días de reunión. Tras la primera toma de contacto el domingo y la maratoniana reunión de diez horas entre Rusia y Estados Unidos, la delegación ucraniana, a la que se había pedido que permaneciera en Arabia Saudí, fue llamada a consultas nuevamente ayer para cerrar los limitados avances que se han producido.

“Hemos concluido nuestra reunión con el equipo americano. El debate fue productivo y centrado: abordamos puntos clave, incluida la energía. El objetivo del presidente Volodymyr Zelensky es garantizar una paz justa y duradera para nuestro país y nuestro pueblo, y, por extensión, para toda Europa. Estamos trabajando para hacer realidad ese objetivo”, había escrito tras la finalización de la reunión del domingo entre Ucrania y Estados Unidos Rustem Umerov. La presencia de una delegación de perfil más alto que la rusa y la estadounidense muestra la debilidad de Ucrania, que hace meses que ha dejado claro que su negociación principal no será con Rusia, con quien no desea dialogar, sino con sus aliados, cuya fortaleza es la única herramienta con la que Kiev puede aspirar a conseguir parte de sus cada vez menos realistas objetivos. Pese a las constantes referencias a la necesidad de un alto el fuego, a la insistencia en la seguridad europea y las demandas de obligar a Rusia a aceptar un alto el fuego que Ucrania acató bajo presión, la idea de la paz justa y duradera, eufemismo que implica el cumplimiento de los puntos de la Fórmula de Paz de Zelensky, que exige la rendición rusa, la recuperación de la integridad territorial según sus fronteras de 1991 sigue siendo el deseo irrealizable de Kiev.

“Nadie esperaba que Ucrania alcanzara todos estos objetivos, y menos aún a corto plazo”, afirma en su reportaje de portada publicado por la revista Time Simon Shuster, que añade que “aun así, Zelensky y su equipo consideraron que la fórmula era su estrella polar, no una hoja de ruta práctica hacia la paz, sino un ideal al que debían aspirar los diplomáticos del mundo para poner fin a la guerra. «Establece lo que nosotros consideraríamos la resolución final de esta crisis y sus consecuencias», afirma el jefe de gabinete de Zelensky, Andriy Yermak, que también es el principal negociador de Ucrania. «Mantenemos esa visión»”. El objetivo ucraniano no ha cambiado, aunque la realidad ha obligado a Zelensky a poner buena cara y hablar sobre la necesidad de paz mientras busca la forma de mantener activa la lucha política, económica y diplomática para lograr a largo plazo lo que sus fuerzas armadas no han conseguido.

Ayer, en una comparecencia ante el Senado John Ratcliff, insistió en lo poco realista de la idea de que la “resistencia ucraniana” seguirá luchando, incluso aunque perdiera la financiación extranjera y tuviera que hacerlo con las manos, hasta lograr un resultado aceptable. El director de la CIA insistió en que Donald Trump ha transmitido a las partes que no será posible lograr sus maximalistas objetivos, algo que es evidente desde que en 2022 quedó claro que la guerra se dirigía a un final no concluyente. El fracaso de la contraofensiva ucraniana de 2023 solo confirmó que, pese a la multimillonaria asistencia militar internacional, Ucrania no iba a ser capaz de expulsar a Rusia de Donbass, Crimea e incluso de los territorios bajo su control en Jersón y Zaporozhie. La necesidad de una negociación para lograr avances hacia la paz era un hecho que ni la administración Biden ni la Unión Europea quisieron aceptar.

“La Unión Europea ha reiterado este lunes su apoyo a la soberanía e integridad territorial de Ucrania, rechazando los referéndums [sic] celebrados en 2022 en las regiones ocupadas por Rusia como «una farsa», en un momento en el que Estados Unidos negocia con Moscú un alto el fuego y estos territorios pueden convertirse en una moneda de cambio”, escíbía ayer Europa Press, reflejando que los países europeos aún no han aceptado que la exigencia de recuperación de la integridad territorial de Ucrania es actualmente un deseo irrealizable que requeriría un esfuerzo aún más multimillonario y a más largo plazo tanto que la UE no tiene la capacidad de proponer y Estados Unidos ha dejado claro que no tiene intención de realizar.

El interés de Washington sigue estando en lograr avances hacia un alto el fuego que permita negociar las cuestiones finales y proceder a un tratado que ponga fin a la guerra, una tarea que incluso Donald Trump sabe ya que no será cuestión de horas, ni siquiera de semanas. Como la guerra, la diplomacia exige a los países participantes y a los mediadores ciertos avances para permitir seguir adelante. El principal progreso que se ha producido estos días se limita a la cuestión de Mar Negro, donde aparentemente se trata de volver al acuerdo que permitió la exportación de grano y la navegación civil en la zona entre 2022 y 2023 y que funcionó de forma parcial, sin que se consiguiera nunca que Rusia obtuviera las contrapartidas que se le prometieron en forma de acceso al mercado a sus productos agrícolas y, sobre todo, fertilizantes, importantes para la agricultura mundial.

El doble comunicado publicado por Estados Unidos para anunciar el resultado de los tres días de reuniones se refiere a los acuerdos Estados Unidos-Ucrania y Estados Unidos-Rusia. Tres de los cuatro puntos detallados son exactamente los mismos: acuerdo para “garantizar la seguridad de la navegación, eliminar el uso de la fuerza e impedir la utilización de buques comerciales con fines militares en el Mar Negro” y para “desarrollar medidas para aplicar el acuerdo del presidente Trump y el presidente Putin de prohibir los ataques contra instalaciones energéticas de Rusia y Ucrania”. Además de esos acuerdos preliminares, que no pueden calificarse de alto el fuego marítimo como hizo ayer una parte de los medios sino una declaración de intenciones, los tres países, por separado, “acogen con satisfacción los buenos oficios de terceros países con vistas a apoyar la aplicación de los acuerdos energéticos y marítimos” y seguirán trabajando para lograr una paz estable y duradera”.

En los comunicados difiere únicamente el segundo punto, dedicado a algunas de las grandes preocupaciones de Kiev y Moscú. En el caso de Ucrania, Estados Unidos muestra “su compromiso de ayudar a lograr el intercambio de prisioneros de guerra, la liberación de detenidos civiles y el retorno de los niños ucranianos trasladados a la fuerza”, mientras que ofrece ayuda a Rusia para restablecer su acceso “al mercado mundial de las exportaciones agrícolas y de fertilizantes, reducirá los costes de los seguros marítimos y mejorará el acceso a los puertos y los sistemas de pago para este tipo de transacciones”. Este último apartado es el más relevante, ya que sería una concesión clara de Estados Unidos a Rusia, dirigida a la recuperación de una nueva variante de lo que fue el acuerdo de exportación de grano se convierta en una libre navegación civil en el Mar Negro no solo para Ucrania, sino también para Rusia. “Necesitaremos garantías claras. Y dada la triste experiencia de acuerdos solo con Kiev, las garantías solo pueden ser el resultado de una orden de Washington a Zelensky y su equipo para que hagan una cosa y no la otra”, afirmó ayer Sergey Lavrov. Por la tarde, la parte rusa supeditaba el alto el fuego en el Mar Negro, donde hace meses que Budanov no logra un éxito relevante, al acceso de los productos agrícolas rusos al mercado.

La experiencia de los muchos años de promesas incumplidas hace que cada acuerdo, incluso aquellos que no implican grandes cambios en términos militares, sean vistos con reticencias, requieran de maratonianas reuniones “técnicas” y su cumplimiento futuro sea siempre incierto. Sin embargo, ni Rusia ni Ucrania quieren ser percibidas como la parte que obstaculiza la paz y se ven obligadas a dar pasos en dirección a algún tipo de alto el fuego, aunque sea parcial. Por la noche, el Kremlin confirmaba un acuerdo según el cual las partes se comprometen a no atacar centrales de producción de energía, tuberías de gas o petróleo y refinerías, un paso más hacia la tregua parcial que acordaron la semana pasada Vladimir Putin y Donald Trump.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

LinkWithin

Blog Widget by LinkWithin