viernes, 7 de marzo de 2025

Estados Unidos interrumpe el suministro militar a Ucrania


Nahia Sanzo, Slavyangrad

Menos de 24 horas después de que los medios publicaran por primera vez que Estados Unidos había congelado la asistencia militar a Ucrania, el equipo de Volodymyr Zelensky emitió un vídeo del presidente mostrando su disponibilidad para negociar y publicó en las redes sociales el mensaje que Donald Trump ha entendido como una carta a Estados Unidos para garantizar que Kiev firmará el acuerdo de minerales según lo exige Washington. En ese intervalo, optimistas, pesimistas y realistas habían tratado de analizar cuál sería el efecto de la interrupción del suministro estadounidense en la línea del frente en un momento en el que las tropas rusas parecen haber ralentizado notablemente sus avances, lo que está dando pie a diferentes contraataques ucranianos tanto en la zona de Kupiansk como en Toretsk, demostrando así las limitaciones ofensivas rusas y que Ucrania, pese a las bajas y las dificultades de reclutamiento, aún mantiene capacidad de ataque.

“En primer lugar”, escribía Mijailo Podolyak, “es necesario evaluar qué programas concretos dejarán de funcionar, teniendo en cuenta que muchos ya se encontraban en su fase final”. A ese argumento, añadía otros dos: el hecho de que algunos programas habían obtenido la aprobación del Congreso, por lo que teóricamente no podrían ser paralizados a golpe de orden presidencial y el hecho de que no es la primera vez que el suministro estadounidense se detiene, por lo que Ucrania es consciente de que hay alternativas en el mercado, para lo que precisa de la colaboración de sus socios europeos. Podolyak solo reflejaba un marco general ante la posibilidad de ausencia prolongada de armas estadounidenses, a lo que daba una salida sencilla, adquirir más material en el mercado gracias a la financiación europea. Más cerca del frente, los soldados ucranianos expuestos a las penurias de la guerra, daban una versión más matizada de la situación y del peligro de que los países europeos no pudieran compensar el flujo de armas estadounidenses. La especulación sobre cuánto tiempo podría soportar Ucrania sin munición de artillería, misiles para la defensa aérea o proyectiles para atacar la retaguardia y logística rusa se propagó rápidamente ante la confirmación por parte de Estados Unidos y la constatación de Polonia sobre el terreno de que el envío de material norteamericano a través de los puntos habituales se había detenido.

“Con la promesa de otros aliados occidentales, entre ellos Gran Bretaña, de aumentar su apoyo, hay cierta esperanza de que, aunque sufra algunas pérdidas territoriales en el Donbass, Ucrania pueda seguir luchando al menos hasta el verano, según la mayoría de los analistas. Cuánto más podrá sobrevivir es una pregunta mucho más difícil de responder”, afirmaba The Telegraph. “Fedir Venislavsky, miembro de la comisión de Defensa del Parlamento ucraniano, calcula que el arsenal de armas de su país durará apenas seis meses tras la decisión de Donald Trump de pausar los envíos de material militar”, escribía la BBC ofreciendo un marco temporal relativamente optimista. “«Ciertamente, en el plazo de cuatro meses, sus fuerzas empezarían a flaquear, porque simplemente no tendrían municiones y equipos suficientes para reemplazar lo que han perdido», dijo uno de los autores del estudio del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, Mark F. Cancian, ex estratega de armamento de la Casa Blanca”, especulaba The New York Times.

Hace unos días, The Wall Street Journal cifraba en el 55% el porcentaje del equipamiento militar financiado por Ucrania (sin aclarar que gran parte de esas armas se adquieren en Estados Unidos con financiación recibida de los socios occidentales, no necesariamente gracias a los fondos propios o a la producción nacional), el 25% por la Unión Europea y solo el 20% por Estados Unidos. El peso de la participación militar de Estados Unidos se ha reducido a medida que las industrias de defensa de Ucrania y Europa han acelerado la producción”, afirmaba ayer The New York Times que aceptaba esos porcentajes sin escepticismo ni necesidad de verificación. “«Pero el 20% es el más letal e importante», dijo Malcolm Chalmers, subdirector general del instituto. Ucrania no se derrumbará abruptamente sin las armas estadounidenses, predijo el Sr. Chalmers. «El efecto», dijo, “será acumulativo”, admitía.

Ese factor es también la clave para Michael Kofman, uno de los analistas occidentales más citados en esta guerra. “La suspensión de la ayuda estadounidense a Ucrania es un hecho muy desafortunado y significativo, pero es posible que no tenga consecuencias inmediatas. Ucrania depende mucho menos de Estados Unidos para sus necesidades cotidianas en el campo de batalla en 2025 que en períodos anteriores de la guerra”, escribió el miércoles en un hilo publicado en las redes sociales en el que comentaba tanto las dificultades logísticas que podría provocar como los aspectos más favorables, fundamentalmente el aumento de la producción doméstica de alguna de las armas más importantes en estos momentos, como es el caso de los drones o proyectiles de artillería. El experto resumía la situación afirmando que “si sólo se detiene el envío de municiones y equipos, el efecto se sentirá en categorías específicas de capacidad, pero si se suspenden todas las formas de apoyo estadounidense, será más difícil evaluar el impacto sistémico y seguir un efecto dominó”.

Los detalles que trascendieron ayer, primero en la prensa y posteriormente confirmados por Estados Unidos, indican que la interrupción no se limita únicamente al material militar sino a otros aspectos quizá incluso más importantes, ya que son más difíciles de sustituir. “Estados Unidos ha interrumpido el intercambio de información de inteligencia con Kiev, en una medida que podría obstaculizar seriamente la capacidad del ejército ucraniano para atacar a las fuerzas rusas”, escribía Financial Times. “Aunque Estados Unidos también ha bloqueado formalmente a sus aliados el intercambio de inteligencia estadounidense con Ucrania, dos funcionarios afirmaron que los receptores con activos dentro del país probablemente seguirían transmitiendo inteligencia relevante a Kiev. Pero eso no se aplicaría a la inteligencia de alto valor y sensible al tiempo, como la necesaria para que Ucrania lleve a cabo ataques de precisión contra objetivos móviles rusos”, añadía el artículo. En otras palabras, a la suspensión de material militar se suma la de una inteligencia que ha resultado clave para Ucrania en estos tres años y sin la que no habría sido capaz de golpear como lo ha hecho la logística rusa en la retaguardia. Según Oliver Carrol, corresponsal de The Economist en Kiev, la interrupción de la información de inteligencia se produjo a las dos de la tarde de ayer. Horas antes se había detenido el suministro de información en tiempo real para fijar los objetivos de los HIMARS, la artillería de precisión de largo alcance con la que Ucrania ha conseguido éxitos relevantes destruyendo polvorines y otros objetivos en los territorios bajo control ruso.

Sin embargo, esta interrupción de la asistencia militar puede revertirse en breve, ya que todo indica que se trata de una maniobra de presión para obligar a Ucrania a negociar. Tras la reunión del viernes, Donald Trump acusó a Volodymyr Zelensky de no desear la paz y de no estar dispuesto a negociar. Tres días después, comenzaba a hablarse de la revisión de la política estadounidense sobre Ucrania y se confirmaba la suspensión de los envíos, aunque se precisaba que no se trataba de un acto definitivo, dejando la puerta abierta a un cambio rápido en el momento en el que Zelensky adoptara la postura deseada. “Trump tenía una duda real acerca de si el Presidente Zelensky estaba comprometido con el proceso de paz, y dijo vamos a hacer una pausa”, afirmó John Ratcliffe, director de la CIA, que confirmó que el suministro de inteligencia también se había detenido para “darles la oportunidad de pensar sobre ello”. “Ya han visto la respuesta que dio el presidente Zelensky”, sentenció en referencia al mensaje en el que el líder ucraniano anuncia que está dispuesto a negociar. También Mike Waltz, Asesor de Seguridad Nacional de Donald Trump, se mostró feliz por el comunicado de Zelensky y anunció ayer que había mantenido una conversación con su homólogo ucraniano -Andriy Ermak- en la que se habían tratado temas “para la siguiente ronda de negociaciones, tanto de equipos como de sustancia”. La suspensión de asistencia militar no es más que una demostración a Ucrania que no tiene la capacidad de decisión y que el rechazo a seguir el camino marcado por Washington acarrea consecuencias.

La actuación de la Casa Blanca esta semana no puede sorprender, ya que remite al plan Kellogg-Fleitz publicado la pasada primavera por el America First Policy Institute y en el que la clave para conseguir llegar a una negociación entre las partes en conflicto era utilizar el suministro de armamento como herramienta de presión contra Kiev y Moscú. En pocas palabras, el plan coescrito por el general Kellogg, ahora enviado de Donald Trump para la resolución de la guerra, implicaba que el suministro de armamento a Kiev estaría supeditado a la participación en las negociaciones, mientras que en caso de que fuera Rusia quien rechazara negociar, aumentaría el flujo de armas a Ucrania. Pese a contar con la iniciativa, Rusia no se ha mostrado, de momento, reticente a negociar. La recuperación de las relaciones con Estados Unidos implica para Moscú la ruptura de la táctica del aislamiento impuesta en febrero de 2022, un aliciente importante, que ve también la posibilidad de llegar a un acuerdo con la Casa Blanca en el aspecto más importante de la guerra, la cuestión de la OTAN. Por el mismo motivo, la adhesión a la Alianza Atlántica, Kiev rechaza negociar con Rusia mientras no haya llegado a un acuerdo previo con sus aliados, fundamentalmente con Washington, que ya le ha notificado que no entrará en la OTAN y ha mostrado su nulo interés en ofrecer garantías de seguridad más allá de un escudo económico. Eso es lo que ha provocado tanto la suspensión de ayuda militar como la rápida reacción de Zelensky y sus aliados, que han apelado a Ucrania a reparar su relación con Estados Unidos y hacen lobby en favor de unas garantías de seguridad que muy probablemente producirán el primer no de Moscú a Washington y, quizá, un aumento del suministro de armas a Kiev. Esa parece ser la actual estrategia de Francia, Reino Unido y Ucrania para conseguir que Donald Trump abandone la posición de mediación que dice mantener y regrese a una postura proucraniana: presentar como propuesta de paz legítima un plan que Rusia no puede aceptar, mostrando a Zelensky como un presidente dialogante y a Vladimir Putin como el obstáculo que rechaza la paz justa.

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