Nahia Sanzo, Slavyangrad
El día se presentaba tranquilo. Solo habían pasado 24 horas desde la plácida reunión entre Keir Starmer y Donald Trump, en la que el presidente de Estados Unidos pretendió no recordar haber calificado a Volodymyr Zelensky de dictador y le definía ahora como “el mejor presidente para Ucrania”. Macron y Starmer habían conseguido con sus visitas halagar lo suficiente a Trump como para lograr que el líder estadounidense no repudiara la idea de la misión de paz de países europeos miembros de la OTAN como garantía de paz una vez logrado el acuerdo. En su intento de apaciguar algunos de los instintos favorables a la paz de su interlocutor, tanto el líder francés como el británico habían optado por una táctica de corregir a Trump, pero hacerlo desde la cercanía y siempre con una sonrisa. La imagen de Emmanuel Macron poniendo la mano sobre la rodilla de su homólogo estadounidense para insistir en que la Unión Europea ha contribuido más que Washington al esfuerzo bélico ucraniano y que no lo ha hecho a crédito o la de Starmer recordando que los países europeos han entregado “dinero de verdad” son ejemplos de ello. Ante la prensa, ambos dirigentes alabaron la capacidad de Trump de “cambiar la conversación” y sus ansias de paz y dejaron para los encuentros privados las partes más controvertidas de la negociación. Es el caso de la participación estadounidense en las garantías de seguridad que Ucrania exige desde que comenzó a hablarse de la posibilidad de una negociación de paz. Starmer se mantuvo estoico, por ejemplo, cuando Trump le preguntaba si el Reino Unido podía con Rusia por sí solo, pese a que la respuesta a esa cuestión es un claro no. De ahí que el Reino Unido y Francia hayan hecho esta semana todos los esfuerzos en su mano para atraer a Donald Trump a su postura.
Todo había quedado preparado para que Volodymyr Zelensky se aprovechara de las gestiones diplomáticas de Francia y el Reino Unido, torpedeadas en cierta forma por la beligerancia de la Unión Europea, que se plasmó en el plantón de Marco Rubio a Kaja Kallas durante su visita a Washington, en la que ya se había pactado una reunión entre los líderes de la diplomacia de Estados Unidos y la UE. Pese al militarismo explícito de Kallas, la semana había estado dominada por las buenas palabras, las menciones a la paz y la omisión de la diferencia entre los aliados de cuál es la definición de ese concepto. Zelensky llegó a la Casa Blanca con la confianza de creer que tenía un acuerdo sobre el cual iba a continuar la negociación. En su aparición en Fox News para tratar de arreglar la catástrofe que se había producido en el Despacho Oval, el presidente ucraniano insistió en que el acuerdo de extracción de minerales no era sino el primer paso para conseguir las garantías de seguridad de Estados Unidos que Kiev busca. Incluso después de la reprimenda pública que recibió de Donald Trump y JD Vance en directo y ante toda la prensa mundial, Zelensky, que aún no ha comprendido la naturaleza asimétrica de su relación con Estados Unidos, insistía en que las garantías de seguridad son parte de ese acuerdo y exigía su negociación. Horas antes, Donald Trump había declarado ante los medios que Volodymyr Zelensky deseaba volver inmediatamente a la Casa Blanca, pero él no podía permitirlo. Al desprecio mostrado por JD Vance, el ataque de Donald Trump y toda una serie de mensajes de apoyo al presidente de Estados Unidos publicados en las redes por el establishment Republicano hay que sumar lo publicado por la periodista de Fox News que se encontraba en la Casa Blanca. Por si quedaba alguna duda, la cancelación de la rueda de prensa y comida posterior a la reunión, cuando iba a firmarse el acuerdo de extracción de minerales, fue iniciativa de Donald Trump, cuyo equipo, visiblemente molesto, animó a Zelensky y la delegación ucraniana a abandonar la residencia del presidente.
La visita se había iniciado en un tono irónico ante el que Zelensky respondió mostrando cierta sorpresa. “Hoy se ha vestido”, había comentado en dos ocasiones, tanto al ver salir al presidente ucraniano como a la prensa tras saludarle. La cuestión de la vestimenta de Zelensky es uno de los detalles insignificantes pero que están adquiriendo más presencia entre la parte del equipo de Trump que desprecia al presidente ucraniano y desea desvincularse de una guerra que perciben como propia de Joe Biden. A la cabeza de esa tendencia está la representante Marjorie Taylor Green, cuya pareja, periodista en uno de los muchos medios de la extrema derecha estadounidense, fue quien utilizó el escaso tiempo que la prensa dispone para preguntar a los líderes mundiales que se sientan en el Despacho Oval si va a volver a vestir un traje. El momento molestó a Zelensky, que insistió en que lo hará tras la guerra, cuando se pondrá “algo como lo que llevas tú, incluso mejor”. Fue el principio del fin. Pese al tono amable de los primeros minutos, la situación se torció hasta el completo desastre en el que una conversación a tres entre Trump, JD Vance y Zelensky se convirtió en un bronco debate en el que el líder ucraniano levantó la voz públicamente y se mostró, de brazos cruzados, a la defensiva y tratando de meter baza mientras el presidente de Estados Unidos le ordenaba callar porque “ya has hablado mucho”.
Como a estas alturas ha podido verse en todos los medios de comunicación, al igual que en los innumerables memes que ha producido, la discusión partió de una pregunta a Donald Trump en la que JD Vance interpeló en favor de la negociación, lo que derivó en un debate en el que el presidente estadounidense aparentaba ser un juez de silla en un partido de tenis. Cuando Vance recriminó a Zelensky no querer hacer la paz, el presidente ucraniano perdió su principal activo, el saber estar ante los medios que le daba su experiencia en el mundo del espectáculo, y estalló. “Su trabajo era conseguir el mejor acuerdo posible en la reunión. Teniendo en cuenta lo que Trump había dicho en las últimas dos semanas, no era mucho. Incluso una vaga garantía de que se seguirían suministrando armas podría haberse considerado una victoria, y Trump básicamente la dio antes de que estallara la tormenta, respondiendo a una pregunta de la BBC”, escribió ayer el periodista David Maria De Luca, con amplia experiencia en Ucrania.
Más allá de la encerrona de Donald Trump, ya fuera premeditada o sobrevenida en ese momento, ha resultado evidente que Zelensky optó por la estrategia menos favorable a su causa. Confrontar con Donald Trump, contradecirle, negarle la palabra, hablar mientras él trata de seguir hablando y mostrarse rudo con el vicepresidente, al que le dedicó un insulto en ucraniano en voz baja que fue perfectamente perceptible, derivó en un dos contra uno en el que Zelensky no fue capaz de mantener la compostura frente a un Vance crecido y que apenas necesitó argumentos.
Increíblemente, Zelensky intentó responder a la exigencia de diplomacia de Vance recordando el precedente de los acuerdos de Minsk, más concretamente la cumbre del Formato Normandía de 2019. Allí, según Zelensky, se firmó un alto el fuego -falso, el alto el fuego firmado era cinco años anterior- y un intercambio de prisioneros “que luego Putin no hizo”, algo que también es falso. El intercambio de prisioneros fue el único resultado que dio aquella cumbre, además del acuerdo de tránsito de gas por el que Ucrania había rogado durante meses. Olvidando que ha admitido públicamente que fue en aquella cumbre cuando notificó a Merkel y Macron que Ucrania no podía -y no quería- implementar los acuerdos de Minsk, Zelensky también acusó a Putin de infringir ese alto el fuego, a lo que añadió “JD, ¿qué diplomacia?”. “Me estoy refiriendo al tipo de diplomacia que ponga fin a la destrucción de tu país”, respondió con confianza el vicepresidente, que tampoco sufrió con el reproche de Zelensky por no haber visitado Ucrania. “He visto las historias”, respondió Vance, en referencia a la busificación, el reclutamiento forzoso que generalmente no suele ser tema de conversación con Volodymyr Zelensky. La discusión llevó a la tan repetida imagen en la que Vance acusa a Ucrania de estar “jugando con la tercera guerra mundial” y Trump, ya muy molesto, insistió en que Ucrania “no tiene cartas”, y que se aprovecha de las que le supone que Estados Unidos esté a su lado. La culminación fue el momento en el que el presidente ucraniano afirmó “estamos solos”, una flagrante falsedad que Trump se tomó como una ofensa a la que respondió que, sin su ayuda, la guerra habría acabado “en dos semanas”. “Sí, claro, en tres días, se lo he escuchado a Putin”, respondió Zelensky con una nueva falsedad que terminó por causar la ira de Donald Trump.
Horas después de ser básicamente expulsado de la Casa Blanca, un incoherente y dubitativo Zelensky, claramente afectado por lo ocurrido, insistía en Fox News en la importancia de la relación histórica entre los dos países, un discurso que difícilmente va a resultar sugerente para la audiencia del canal favorito de Donald Trump, cuyo equipo y prensa afín se había lanzado ya a las redes sociales para reafirmar su apoyo. “No ha habido emboscada”, escribió Marc Thiessen, columnista conservador que había alentado hace semanas un acuerdo como el que Trump había conseguido extraer de Ucrania. “Z lo tenía todo a favor para tener éxito. Todo lo que tenía que hacer era no meterse en una pelea pública y firmar el acuerdo de minerales. No era difícil. Se había hecho mucho trabajo para hacer posible que él tuviera un momento de éxito, lo desaprovechó y se negó a disculparse”, sentenció.
“Zelensky debería disculparse por este fiasco”, afirmó Marco Rubio en la CNN, donde añadió que “no tenía que actuar como un adversario de Estados Unidos. Para acabar con este conflicto, tienes que sentarte en la mesa de negociación con Rusia. Si amenazas a Putin, dices palabrotas, exiges cosas poco realistas, no van a conseguir negociar. No habrá paz y todos los horrores de los que has hablado van a continuar”. Antes, en las redes sociales, había dado las gracias a Trump “por defender a Estados Unidos de una manera que ningún presidente ha tenido el coraje de hacer antes. Gracias por poner a Estados Unidos primero. Estados Unidos está contigo”, un mensaje reposteado por el general Keith Kellogg, el miembro del equipo de Trump más favorable a Ucrania, comentando que “como el presidente SIEMPRE ha hecho, ha defendido a Estados Unidos. Estados Unidos primero. El mundo lo ha visto hoy en directo”. Y lo que es más preocupante para Zelensky, incluso el incondicional Lindsey Graham afirmó que debe “dimitir, enviar a alguien con el que se pueda hacer negocios o cambiar”. El senador había puesto en cuestión si Zelensky era “recuperable” y si Estados Unidos podría negociar con él alguna vez.
Quizá la intervención más importante de la noche fue la de Scott Bessent, que en una aparición en el programa de Laura Ingraham en Fox News calificó lo ocurrido como “uno de los mayores goles en propia puerta de la historia de la diplomacia”. El Secretario del Tesoro relató también su versión de la reunión bilateral que mantuvo con el presidente ucraniano en Kiev, en la que le presentó el primer borrador del acuerdo de extracción de minerales, que hacía de Ucrania una colonia extractivista de Estados Unidos. Bessent presentó el documento como “un mensaje a los rusos” con el que Washington pretendía decir que “no solo tenemos valores comunes, sino intereses comunes”, haciendo de este acuerdo que solo beneficiaba a Estados Unidos el sucedáneo de garantías de seguridad que también ha defendido Marco Rubio. Según Bessent, en la reunión de 45 minutos “a altos niveles de decibelios”, Zelensky se negó a firmar el documento, algo que ya era conocido y que es, a todas luces, el punto de partida que dio lugar al ataque personal que gran parte del trumpismo ha realizado contra el presidente ucraniano y finalmente al humillante choque que se produjo el viernes en el Despacho Oval ante las cámaras de los medios más importantes de la prensa occidental.
“Hemos tenido una reunión muy significativa hoy en la Casa Blanca”, escribió Trump en su red social personal para añadir que “se ha aprendido mucho que no podríamos haber comprendido sin una conversación bajo tal fuego y presión. Es impresionante lo que sale gracias a la emoción y he determinado que el presidente Zelensky no está preparado para la Paz si América está involucrada, porque siente que nuestra participación le da una gran ventaja en las negociaciones”. Trump parece haber comprendido la estrategia de Zelensky, de quien hace unos meses afirmó que estaba preparado para la paz. “No quiero una ventaja, quiero PAZ”, añadió para insistir que “faltó al respeto a los Estados Unidos de América en su preciado Despacho Oval. Puede volver cuando esté preparado para la paz”.
Las implicaciones de la reunión fueron inmediatas, ya que no se firmó, pese al intento de Andriy Ermak, el acuerdo de extracción de minerales. Qué será de ese acuerdo, cómo convertirán los países europeos las férreas muestras de apoyo a Zelensky en asistencia tangible para continuar la guerra y qué ocurrirá con el suministro militar de Estados Unidos son cuestiones que, por el momento, quedan en el aire. Por lo pronto, oficiales del equipo de Trump han filtrado a The Washington Post que “la administración Trump está considerando poner fin a todos los envíos en curso de ayuda militar a Ucrania en respuesta a las declaraciones del presidente Volodymyr Zelensky en la Oficina Oval el viernes y su intransigencia percibida en el proceso de paz”. La amenaza de “haced un trato o nosotros estamos fuera” se pronunció de forma pública. El proceso vuelve a la casilla de salida.
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Ver también:
- ¿A qué se debe la preocupación de Trump por poner fin al conflicto en Ucrania?
Vijay Prashad. 3/03/2025 - Que comience el nuevo gran juego
Pepe Escobar. 21/02/2025 - La diplomacia de Trump
Nahia Sanzo. 01/03/2025 - Europa a la deriva
Andrés Piqueras. 21/02/2025
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