Una mirada no convencional al modelo económico neoliberal, las fallas del mercado y la geopolítica de la globalización
jueves, 13 de febrero de 2025
«Puede que lleguen a un acuerdo, puede que no»
Nahia Sanzo, Slavyangrad
En su cuarta semana en el cargo, Donald Trump sigue dando a la prensa, tanto afín como crítica, los grandes titulares que siempre esperaron de él. A diario, y pese al rechazo que ha causado tanto entre la población palestina como los países árabes e incluso los aliados de Estados Unidos, el líder estadounidense utiliza cada aparición pública para reafirmar su compromiso con el plan de limpieza étnica de Gaza. Yendo aún más allá que Benjamin Netanyahu, que ha saludado el plan pero, al ser preguntado, dio por hecho que una parte de la población podría en algún momento del futuro y en ciertas condiciones regresar a la franja, Donald Trump ha querido dejar claro que en ese plan de propiedad estadounidense de la región -“yo la poseeré”, ha insistido- no habrá derecho de retorno, el sueño de Israel desde su formación en 1948. El objetivo y las formas propuestas para conseguirlo son el barómetro perfecto para medir cómo va a tratar de imponer sus intereses, a veces nacionales pero en ocasiones simplemente personales o familiares, el presidente Trump en su segunda legislatura en el poder, los cuatro años en los que no tiene que preocuparse por la reelección, sino por pasar a la historia con alguno de sus hitos.
La marcada rivalidad de Donald Trump con Barack Obama, que puede remontarse a una cena de la prensa en la que el futuro presidente fue invitado para ser utilizado como blanco de los chistes, recuerda que el líder Republicano persigue algunos de los objetivos que consiguió el presidente Demócrata, entre ellos el Nobel de la paz.
“Creo que Trump ha hecho contribuciones considerables a la paz mundial y que puede hacer más en el futuro”, escribió en una carta al comité del Premio Nobel Oleksandr Merezhko, diputado del partido de Zelensky, presidente de la comisión de Asuntos Exteriores de la Rada y el hombre que ha nominado al presidente estadounidense al prestigioso premio. La idea no es nueva y el pasado diciembre, cuando erróneamente se daba por hecho que la paz sería una prioridad para el entonces presidente electo, varios medios recogieron la posibilidad de que ese resultado. “La oportunidad del Premio Nobel de la Paz de Trump en Ucrania”, afirmaba el Atlantic Council, “Lo que Trump quiere del trato en Ucrania: el Premio Nobel de la Paz”, añadía The Times apuntando a un interés personal que poco tiene que ver con la paz y más con la fama y el estatus personal.
“La paz debe ser justa, debe ser digna y debe basarse en el principio de que nada sobre Ucrania sin Ucrania», afirmó hoy Ruslan Stefanchuk, presidente de la Rada Suprema de Ucrania, en su discurso ante los eurodiputados”, escribió ayer la cuenta oficial del Parlamento Europeo, que acompañaba la declaración con una fotografía de Stefanchuk con el puño en el corazón, habitual saludo del movimiento Azov y otros grupos de la extrema derecha nacionalista. Más allá del discurso, que soporta cualquier afirmación, el nada sobre Ucrania sin Ucrania y la paz justa y digna se deciden lejos de Kiev y de Bruselas y en ese proceso los intereses del país y de su población no son, de ninguna manera, una de las prioridades para quienes tienen la capacidad de decisión.
Es posible que la Conferencia de Seguridad de Múnich, las reuniones de Keith Kellogg con los aliados europeos o la de JD Vance con Volodymyr Zelensky o la primera visita de un oficial del Gobierno de Trump a Ucrania cambien ligeramente la dinámica pero, por el momento, el tan esperado plan de la administración Republicana para conseguir un final rápido a la guerra sigue sin existir. “El enviado para Rusia y Ucrania, Keith Kellogg, dijo a los aliados de Estados Unidos en reuniones recientes que está preparando opciones para poner fin a la guerra en Ucrania para presentar a Trump, dijeron a Semafor tres funcionarios occidentales familiarizados con las conversaciones”, escribe el medio estadounidense. Aunque Kellogg continúa “preparando opciones” para que sea Donald Trump quien decida qué hacer, una parte ha quedado bien clara: Estados Unidos ve la guerra y la cuestión ucraniana desde el punto de vista económico.
Al contrario que en el caso de Gaza, donde Jared Kushner ha mostrado en el pasado interés por construir en la primera línea, Donald Trump no parece ver Ucrania como “una cuestión inmobiliaria”, definición que sí ha utilizado para Palestina. Cada vez con menos indicios de si el presidente de Estados Unidos está interesado, al menos en parte, por la paz o solo se centra en sus intereses, Trump y su equipo han ahondado en esa idea en sus últimas apariciones mediáticas.
El domingo, en uno de los programas políticos de la televisión estadounidense, el Asesor de Seguridad Nacional, Mike Waltz, insistió en que las garantías de seguridad para Ucrania, aspecto clave para Zelensky y sin el que Kiev no va a aceptar ningún acuerdo mientras siga teniendo medios con los que luchar, recaerán en los países europeos. La administración Trump busca un acuerdo para finalizar la guerra, pero su desinterés por Europa hace que no parezca planear tener una presencia militar o incluso política en el día después de la guerra. “«Hay voces que dicen que Europa podría ofrecer garantías de seguridad sin los estadounidenses, y yo siempre digo que no», afirmó el presidente ucraniano durante una entrevista de una hora con The Guardian en la administración presidencial de Kiev. «Las garantías de seguridad sin Estados Unidos no son verdaderas garantías de seguridad», añadió”, escribía ayer Shaun Walker en la que es la respuesta de Zelensky a la cada vez más explícita intención de Estados Unidos de dejar en manos de los países europeos la factura económica de la guerra y de una posguerra que se prevé inestable y costosa. La única negociación que Zelensky espera tener es con sus aliados, no con su enemigo ruso, y su intención es que se centre en las garantías de seguridad que ya le negaron en 2022 y que Estados Unidos parece rechazar también ahora, en gran parte por desinterés en la causa ucraniana y por intereses económicos.
Estados Unidos, menos preocupado por la paz que por el estado de sus cuentas, sigue mostrándose dispuesto a suministrar armas a Ucrania, aunque siempre a cambio de pago. “La administración Trump planea presionar a los aliados europeos para que compren más armas estadounidenses para Ucrania antes de las posibles conversaciones de paz con Moscú, dijeron dos personas con conocimiento en el asunto, una medida que podría mejorar la posición negociadora de Kiev. Si se formaliza, el plan ofrecerá cierta tranquilidad a los líderes ucranianos que se han preocupado de que el presidente Donald Trump pueda bloquear más ayuda al país, cuyo ejército ha estado perdiendo lentamente territorio bajo el feroz asalto ruso en el este”, escribía el lunes la agencia Reuters.
Las intenciones de Donald Trump siempre han estado claras. La prioridad es terminar la guerra para que esta deje de costar dinero público a Estados Unidos, que quiere centrarse en su rivalidad política, económica y militar con China. Los países europeos han de hacerse cargo de cualquier coste añadido, ya sea en el tiempo que reste de batalla o en la paz armada que previsiblemente seguirá a un posible alto el fuego y Washington estará ahí para venderles las armas que sean necesarias.
“Hagamos un trato”, afirmó un exultante Zelensky mostrando a los periodistas de Reuters un mapa anteriormente clasificado de las riquezas naturales de Ucrania. En su deliberada ingenuidad, el presidente ucraniano pretende comprar a base de compartir los recursos económicos ucranianos con Estados Unidos la presencia de Washington como garantía de que su Gobierno no correrá la misma suerte que el de Ashraf Ghani. En las últimas horas y de forma incuestionablemente explícita, Donald Trump ha dejado claro que esa riqueza es considerada un pago por los servicios ya prestados.
“Tienen tierras tremendamente valiosas en términos de tierras raras, en términos de petróleo y gas”, comentó Donald Trump en una entrevista concedida a Fox News el día en el que se celebraba la Superbowl, una fecha tradicionalmente con grandes audiencias televisivas. “Quiero que nuestro dinero esté asegurado, porque estamos gastando cientos de miles de millones de dólares”, continuó. Y en la frase que más han resaltado los medios de comunicación europeos, el presidente de Estados Unidos añadió que “pueden llegar a un acuerdo o pueden no hacerlo. Pueden ser rusos algún día o pueden no serlo”, a lo que Dmitry Peskov ha respondido que una parte significativa de Ucrania ya es rusa. Al destacar esta declaración, los medios se han centrado más en la idea de abandonar a Ucrania a merced de Rusia que en el profundo desinterés que muestra el líder estadounidense por el proxy ucraniano. “Vamos a tener todo este dinero allí, y yo digo que lo quiero de vuelta. Y les dije que quiero el equivalente, como 500.000 millones de dólares en tierras raras. Y básicamente han accedido a hacerlo, así que al menos no nos sentimos estúpidos”, añadió Trump dando una cifra que duplica la cantidad que Estados Unidos ha comprometido para la guerra de Ucrania.
Al contrario que en Gaza, donde Trump y su clan han demostrado tener intereses económicos y vocación de permanecer sobre el terreno, en Ucrania el presidente de Estados Unidos está únicamente interesado en el expolio, una relación colonial en la que Volodymyr Zelensky está dispuesto a confiar el destino del país y de su población.
Publicado por
mamvas
en
8:12 p.m.
Tags:
Donald Trump,
Guerra de Ucrania,
Hegemonía y Dominación,
OTAN
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