Jorge Durand, La Jornada
La reactivación económica en Estados Unidos está en marcha, la Bolsa sigue ganando a pesar de la pandemia, las tasas de interés bajan a cero y la inflación se dispara, dicen que temporalmente. El país está totalmente abierto, ya ni siquiera utilizan mascarillas, a pesar de que la vacunación no ha logrado el objetivo planteado.
Uno esperaría que las ideas conspirativas funcionen a escala electoral, esa es su salsa, pero no cuando se trata de la salud de uno mismo, familiares o cercanos. Pero la alucinante farsa de que con la vacuna te inyectan un chip, o quién sabe qué cosa, ha calado en el público estadounidense. Cada vez crece más el movimiento antivacuna y su impacto se nota en las dificultades que tienen las autoridades para cerrar la brecha de la inoculación, la única forma de contener la pandemia.
Ni siquiera la alarmante noticia de que en la actualidad, 99 por ciento de los muertos por el Covid-19 se concentran en los que no se han vacunado parece convencer a los estadounidenses indecisos y menos aún a los fanáticos. Y su parte de responsabilidad la tiene el inefable Donald Trump que se vacunó a escondidas antes de salir de la Casa Blanca, para que no le tomaran la foto.