Una mirada no convencional al modelo económico neoliberal, las fallas del mercado y la geopolítica de la globalización
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domingo, 26 de enero de 2025
La literatura que se anticipó a Trump
Miguel Salas, Sin Permiso
La plutocracia es el poder del dinero, de quienes poseen los medios de producción y controlan el trabajo de los demás. Los grandes intereses económicos no eran otra cosa que un grupo de hombres poderosos que controlaban el capital y dictaban las leyes según sus deseos. Gobernaban bajo el disfraz de la democracia, pero en realidad eran los amos del pueblo. La oligarquía se aseguraba de que el pueblo no tuviera ningún acceso real al poder, mientras que sus riquezas crecían a costa de los trabajadores. Los hombres de la oligarquía no dudaban en emplear cualquier medio para aplastar la disidencia y mantener su posición privilegiada. Estas ideas, fácilmente reconocibles en la realidad actual, son uno de los hilos de El Talón de Hierro novela escrita por Jack London y publicada en 1908.
Un mentiroso grande y descarado siempre será más creído que un hombre honesto. Prometió expulsar a los extranjeros que habían venido a robar el pan de los verdaderos estadounidenses. El inmigrante era el enemigo perfecto: sin poder, sin voz y fácilmente señalado como culpable de todo lo malo que ocurría. Cuando haces que la gente tema a un enemigo imaginario, puedes hacer que acepten cualquier cosa en nombre de la seguridad. Son ideas que parecen describir algunas de las políticas de la Administración Trump, pero fueron publicadas en 1935 en la novela Eso no puede pasar aquí de Sinclair Lewis.
Ambas novelas se presentan como una distopía, el relato de unos hechos que muestran un futuro indeterminado que hoy parecen hacerse realidad. La distopía ya está aquí. La buena literatura se anticipó a todo lo que puede representar Trump.
Publicado por
mamvas
en
4:45 p.m.
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Distopías,
Donald Trump,
Fascismo,
Literatura,
Plutocracia
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domingo, 19 de enero de 2020
2019 derribó el mito del gerente presidente
Después del dominio de mandatarios de izquierda en América Latina, tres países de la región viraron a la derecha y eligieron a candidatos-empresarios. Los resultados no han sido favorables.
Alberto Vergara, New York Times
El 2019 latinoamericano comenzó con el estremecimiento que causaba Roma, dura y bella película que mostró las múltiples capas de la desigualdad en México y, por extensión, en América Latina. El año cerró con miles protestando en Santiago de Chile, luego de haber movilizado varios millones de personas en algo más de un mes, reclamando un orden social y económico más justo. Aunque no se inventaron en 2019, este año las desigualdades latinoamericanas se hicieron más visibles e intolerables.
Resulta significativo que, en este contexto, los gobiernos de derecha liderados por grandes hombres de negocios y sus equipos de gerentes hayan naufragado. Las elecciones de Mauricio Macri en 2015, de Pedro Pablo Kuczynski (PPK) en 2016 y de Sebastián Piñera en 2017, resultaron ineficientes para reencaminar sus respectivos países hacia la senda liberal y aún más estériles para conservar el apoyo de sus compatriotas. La lección que dejan estos proyectos políticos alternativos a la izquierda es que el horno latinoamericano no está para bollos plutocráticos.
Lo de la plutocracia es una exageración. Fueron los votos y no el mero dinero quien los instaló en el poder. Pero una vez ahí, las tres presidencias confiaron más en el mundo empresarial que en los ciudadanos. Poblaron el Estado con élites económicas habituadas a burbujas sociales, exhibieron una soberbia gerencial respecto de los problemas que heredaban y, como consecuencia, leyeron erróneamente la marcha política y económica de sus países. Si este combo no constituye la razón última de sus fracasos, al menos ha debilitado la posibilidad de dar continuidad a sus gobiernos y políticas públicas.
Alberto Vergara, New York Times
El 2019 latinoamericano comenzó con el estremecimiento que causaba Roma, dura y bella película que mostró las múltiples capas de la desigualdad en México y, por extensión, en América Latina. El año cerró con miles protestando en Santiago de Chile, luego de haber movilizado varios millones de personas en algo más de un mes, reclamando un orden social y económico más justo. Aunque no se inventaron en 2019, este año las desigualdades latinoamericanas se hicieron más visibles e intolerables.
Resulta significativo que, en este contexto, los gobiernos de derecha liderados por grandes hombres de negocios y sus equipos de gerentes hayan naufragado. Las elecciones de Mauricio Macri en 2015, de Pedro Pablo Kuczynski (PPK) en 2016 y de Sebastián Piñera en 2017, resultaron ineficientes para reencaminar sus respectivos países hacia la senda liberal y aún más estériles para conservar el apoyo de sus compatriotas. La lección que dejan estos proyectos políticos alternativos a la izquierda es que el horno latinoamericano no está para bollos plutocráticos.
Lo de la plutocracia es una exageración. Fueron los votos y no el mero dinero quien los instaló en el poder. Pero una vez ahí, las tres presidencias confiaron más en el mundo empresarial que en los ciudadanos. Poblaron el Estado con élites económicas habituadas a burbujas sociales, exhibieron una soberbia gerencial respecto de los problemas que heredaban y, como consecuencia, leyeron erróneamente la marcha política y económica de sus países. Si este combo no constituye la razón última de sus fracasos, al menos ha debilitado la posibilidad de dar continuidad a sus gobiernos y políticas públicas.
martes, 9 de enero de 2018
Fondos buitre: La plutocracia contra el pueblo
El pueblo de los países pobres se mata trabajando para financiar el desarrollo de los países ricos. El Sur financia al Norte, y especialmente a las clases dominantes de los países del Norte. El medio de dominación más poderoso es actualmente la deuda.Jean Ziegler, El Salto
Warren Buffet, considerado por la revista estadounidense Forbes uno de los hombres más ricos del mundo, hace algunos años declaró a la CNN: "There's a class warfare, all right , but it's my class that's making war, and we're winning". O sea: "De acuerdo, existe una guerra de clases, pero es mi clase la que la hace y la está ganando".
El preámbulo de la Carta de las Naciones Unidas comienza con estas palabras: "Nosotros, el pueblo de las Naciones Unidas". Por lo tanto, la tarea de proteger y garantizar los intereses colectivos de los pueblos, el bienestar universal, corresponde a la ONU —y más exactamente a los Estados aliados que firmaron esa carta el 20 de junio de 1945, en San Francisco—. Pero, actualmente, esos intereses se ven atacados por doquier por la clase de los plutócratas, la de los Warren Buffet. A los Estados les quitaron su capacidad normativa y su eficacia. De alguna manera lograron que los tenedores del capital financiero mundializado los hayan derrotado.
Mi más reciente combate, el que llevé contra los fondos buitre en las Naciones Unidas, ilustra esta realidad de forma paradigmática. Miembro del Comité Asesor del Consejo de Derechos Humanos de la ONU desde 2008, confieso no ser, ni por un instante, neutro en mi trabajo. Los derechos humanos son un arma formidable en manos de aquellos que quieren cambiar el mundo, aliviar los sufrimientos del otro, vencer a los depredadores. Y progresar en ese combate supone formar alianzas.
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