Emir Sader, La Jornada
Conforme los trabajadores fueron logrando disminuir la duración de la jornada de trabajo, los grandes empresarios fueron implementando métodos nuevos de explotación de la fuerza de trabajo. Como no podian disponer de los trabajadores por tantas horas, han tenido que implementar la productividad del trabajo, la utilización de la mano de obra de manera más intensa, para mantener e incluso extender la extracción del excedente.
En el centro del capitalismo ese mecanismo ha permitido un gran ciclo de desarrollo económico, que ha combinado expansión e integracion de amplios sectores de la clase trabajadora. Mientras que, en la periferia, los mecanismos han sido otros.
Llegando retrasada al mercado internacional, las burguesías periféricas han intensificado la explotación de la clase obrera para lograr condiciones competitivas en el plan internacional, que les permitiera encontrar espacios en ese mercado. De ahí que los mecanismos de superexplotación se hayan desarrollado tan ampliamente en la periferia.
La categoría de superexplotación del trabajo es parte inherente de la teoría marxista de la dependencia, elaborada por Ruy Mauro Marini, gran intelectual brasileño, que ha vivido y producido prácticamente toda su obra en el exilio, en Chile y en México, siempre asociada a la militancia política, en Brasil en la organización Política Obrera (Polop), en los otros países en el MIR chileno. Su obra articula una concepción de cómo en la periferia se combinan la dependencia externa con las condiciones específicas de la lucha de clases, particularmente de la extracción del excedente.
Una mirada no convencional al modelo económico de la globalización, la geopolítica, y las fallas del mercado
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lunes, 16 de octubre de 2017
lunes, 9 de octubre de 2017
La flexibilización cuantitativa de la Fed: una evaluación de clase
Nick Beams, WSWS
La semana pasada, la Junta del Banco Federal de Reserva (Fed) Estados Unidos puso fin formalmente a su programa de flexibilización cuantitativa, anunciando que a partir del próximo mes empezaría a reducir los US$ 4,5 billones de activos financieros que tiene en su balance.
Junto con la política de tasas de interés ultrabajas, la expansión de las tenencias de deuda de la Fed de US$ 800 mil millones a su nivel actual tenía como objetivo prevenir un colapso total del sistema financiero estadounidense y mundial como resultado del colapso de 2008.
La intervención de la Fed, que fue replicada por otros importantes bancos centrales, fue un evento sin precedentes en la historia económica.
La medida para liquidar sus tenencias de activos, aunque a un ritmo muy lento de sólo US$ 50 mil millones por mes, a partir del comienzo del próximo año, la Fed quiere fomentar la creencia de que esto es un retorno a las condiciones “normales”, y que los efectos de la crisis de 2008 irán desapareciendo con el tiempo. Pero la crisis de 2008 no fue el resultado de meros desajustes en el sistema financiero. Era la expresión de una ruptura de procesos arraigados en el propio corazón de la economía capitalista misma.
La causa inmediata de la crisis fue la especulación en activos financieros, que habían llegado a dominar cada vez más la economía estadounidense. Los acontecimientos de 2008 fueron precedidos por el colapso de la burbuja de puntocom especulativa en 2001-2002, de que la desaparición de Enron, que basó sus cifras de ganancias en cálculos fraudulentos en los mercados financieros, fue sólo una de las expresiones más gráficas.
El colapso de las acciones puntocom no dio lugar a ningún tipo de limpieza regulatoria del sistema financiero, sino más bien a la baja de las tasas de interés por parte de la Fed, lo que llevó a una mayor especulación, encabezada por la burbuja hipotecaria subprime.
Debido a que el mercado subprime era una expresión de procesos mucho más amplios, su colapso desencadenó una crisis en todo el sistema financiero, a pesar de las afirmaciones del jefe de la Fed, Ben Bernanke, en 2007 de que cualquier problema en esta área sería superado rápidamente sin mayores consecuencias, ya que ascendía a sólo unos 50.000 millones de dólares.
La semana pasada, la Junta del Banco Federal de Reserva (Fed) Estados Unidos puso fin formalmente a su programa de flexibilización cuantitativa, anunciando que a partir del próximo mes empezaría a reducir los US$ 4,5 billones de activos financieros que tiene en su balance.
Junto con la política de tasas de interés ultrabajas, la expansión de las tenencias de deuda de la Fed de US$ 800 mil millones a su nivel actual tenía como objetivo prevenir un colapso total del sistema financiero estadounidense y mundial como resultado del colapso de 2008.
La intervención de la Fed, que fue replicada por otros importantes bancos centrales, fue un evento sin precedentes en la historia económica.
La medida para liquidar sus tenencias de activos, aunque a un ritmo muy lento de sólo US$ 50 mil millones por mes, a partir del comienzo del próximo año, la Fed quiere fomentar la creencia de que esto es un retorno a las condiciones “normales”, y que los efectos de la crisis de 2008 irán desapareciendo con el tiempo. Pero la crisis de 2008 no fue el resultado de meros desajustes en el sistema financiero. Era la expresión de una ruptura de procesos arraigados en el propio corazón de la economía capitalista misma.
La causa inmediata de la crisis fue la especulación en activos financieros, que habían llegado a dominar cada vez más la economía estadounidense. Los acontecimientos de 2008 fueron precedidos por el colapso de la burbuja de puntocom especulativa en 2001-2002, de que la desaparición de Enron, que basó sus cifras de ganancias en cálculos fraudulentos en los mercados financieros, fue sólo una de las expresiones más gráficas.
El colapso de las acciones puntocom no dio lugar a ningún tipo de limpieza regulatoria del sistema financiero, sino más bien a la baja de las tasas de interés por parte de la Fed, lo que llevó a una mayor especulación, encabezada por la burbuja hipotecaria subprime.
Debido a que el mercado subprime era una expresión de procesos mucho más amplios, su colapso desencadenó una crisis en todo el sistema financiero, a pesar de las afirmaciones del jefe de la Fed, Ben Bernanke, en 2007 de que cualquier problema en esta área sería superado rápidamente sin mayores consecuencias, ya que ascendía a sólo unos 50.000 millones de dólares.
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miércoles, 11 de enero de 2017
“El Capital” de Marx: más actual que nunca
Alvaro Ramis, Punto Final
En 2017 conmemoraremos los 150 años de la publicación del primer tomo de El Capital, de Carlos Marx. Se trata de un hito mundial que no debe pasar inadvertido, entre otras razones porque la obra magna de Marx continúa siendo criterio ineludible a la hora de entender el tiempo en que vivimos. Con El Capital Marx logró el objetivo fundamental que se propuso: realizar una “crítica a la economía política”, entendida como aquellas relaciones de producción que involucran a las clases sociales. Se trata de una “crítica” en el sentido que Kant le da a este término: someter al juicio de la razón resolver, en lo posible, las distintas interpretaciones de un fenómeno. Y Marx propone su propia interpretación, que en estos 150 años ha obligado a derramar literalmente miles de litros y litros de tinta, tanto para intentar rebatirle, reinterpretarle o para reafirmar sus argumentos.
¿Puede haber, luego de tantos años, algo nuevo que decir sobre El Capital? Por supuesto, en tanto esta obra no es un punto de llegada, sino el inicio de un método. Marx no buscó dar respuesta a lo que describe en los dos primeros tomos de su obra. Las propuestas de salida sólo quedaron insinuadas y bosquejadas en el tomo III, que quedó inconcluso por su muerte. Por eso El Capital es ante todo una compleja lección de anatomía del capitalismo, y más ampliamente, de las relaciones políticas y culturales asociadas a sus lazos económicos. Sus argumentos constituyen hipótesis de trabajo, no son dogmas ni creencias, sino líneas de investigación. De esa manera, si aplicamos algunos de los conceptos que acuña Marx en El Capital podríamos entender mejor una serie de procesos del Chileactual, que la ciencia económica y sociológica que normalmente se enseña en las Facultades no logra descifrar. Veamos algunos casos:
En 2017 conmemoraremos los 150 años de la publicación del primer tomo de El Capital, de Carlos Marx. Se trata de un hito mundial que no debe pasar inadvertido, entre otras razones porque la obra magna de Marx continúa siendo criterio ineludible a la hora de entender el tiempo en que vivimos. Con El Capital Marx logró el objetivo fundamental que se propuso: realizar una “crítica a la economía política”, entendida como aquellas relaciones de producción que involucran a las clases sociales. Se trata de una “crítica” en el sentido que Kant le da a este término: someter al juicio de la razón resolver, en lo posible, las distintas interpretaciones de un fenómeno. Y Marx propone su propia interpretación, que en estos 150 años ha obligado a derramar literalmente miles de litros y litros de tinta, tanto para intentar rebatirle, reinterpretarle o para reafirmar sus argumentos.
¿Puede haber, luego de tantos años, algo nuevo que decir sobre El Capital? Por supuesto, en tanto esta obra no es un punto de llegada, sino el inicio de un método. Marx no buscó dar respuesta a lo que describe en los dos primeros tomos de su obra. Las propuestas de salida sólo quedaron insinuadas y bosquejadas en el tomo III, que quedó inconcluso por su muerte. Por eso El Capital es ante todo una compleja lección de anatomía del capitalismo, y más ampliamente, de las relaciones políticas y culturales asociadas a sus lazos económicos. Sus argumentos constituyen hipótesis de trabajo, no son dogmas ni creencias, sino líneas de investigación. De esa manera, si aplicamos algunos de los conceptos que acuña Marx en El Capital podríamos entender mejor una serie de procesos del Chileactual, que la ciencia económica y sociológica que normalmente se enseña en las Facultades no logra descifrar. Veamos algunos casos:
domingo, 26 de abril de 2015
El imperio de los robots en Stiglitz y en Marx
Branko Milanovic, Sin Permiso
Siempre es instructivo hablar con Joe Stiglitz. En una conversación que tuvimos en París, luego de su charla en la Conferencia INET [The Institute for New Economic Thinking], me observó que la elasticidad de la sustitución entre capital y trabajo mayor que 1 –un supuesto habitual en el libro de Piketty El capital en el siglo XXI— combinada con un progreso tecnológico que no cayera como maná del cielo, sino que se desarrollara en respuesta a los precios de los factores, traería consigo un proceso explosivo que sólo podría terminar con un capital en posesión de todo el ingreso neto de un país. ¿Cómo?
Siempre es instructivo hablar con Joe Stiglitz. En una conversación que tuvimos en París, luego de su charla en la Conferencia INET [The Institute for New Economic Thinking], me observó que la elasticidad de la sustitución entre capital y trabajo mayor que 1 –un supuesto habitual en el libro de Piketty El capital en el siglo XXI— combinada con un progreso tecnológico que no cayera como maná del cielo, sino que se desarrollara en respuesta a los precios de los factores, traería consigo un proceso explosivo que sólo podría terminar con un capital en posesión de todo el ingreso neto de un país. ¿Cómo?
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