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martes, 30 de septiembre de 2025

Gaza ha puesto de manifiesto el fracaso de la conmemoración del Holocausto nazi

Timo Al-Farooq sostiene que Gaza ha dejado al descubierto el colapso moral del recuerdo del Holocausto, exponiendo cómo se ha utilizado el lema “Nunca Más” para excusar el genocidio sionista.

Timo Al-Farooq, Al Mayadeen

Del 10 de enero al 1 de septiembre, el Museo Real de Ontario (ROM) en Toronto, Canadá, albergó una exposición itinerante internacional titulada «Auschwitz. No hace mucho. No muy lejos».

Cada vez que pasaba por el museo durante mi última estancia en la ciudad hace unos meses, miraba los enormes carteles promocionales que cubrían el lado del edificio que da a Queen's Park, con esas mismas palabras, y pensaba: "¿Qué es menos hace mucho tiempo y menos más lejos que Gaza?".

Según el sitio web del museo, la exposición “subraya la necesidad crítica de comprender las condiciones subyacentes que permitieron que ocurriera el Holocausto”.

Continúa diciendo que, al reflexionar sobre el pasado, se invita a los visitantes a considerar su papel en la creación de una sociedad más inclusiva y tolerante.

A pesar de admitir el papel de la historiografía como educadora y medida preventiva para romper el ciclo de repetición de errores pasados, la página web de la exposición no menciona ni una sola vez el genocidio en curso de "Israel" apoyado por Occidente en Gaza, con lo que no está a la altura de sus propios estándares.

Esta negativa a incluir una referencia al exterminio del pueblo palestino por parte de la entidad sionista expone el fracaso absoluto del recuerdo del Holocausto nazi para evitar que vuelva a ocurrir, lo que la entrada del sitio web llama “la manifestación sin fronteras del odio y la atrocidad humana”.

miércoles, 15 de mayo de 2024

Israel se precipita hacia el abismo, y arrastra a todo el mundo con él

Norman Finkelstein reflexiona en este artículo sobre la locura instalada en Israel, «un estado loco que se precipita al abismo y arrastra al mundo con él», advierte.

Norman Finkelstein, Rafael Poch

Mi madre me contó una vez la historia de una mujer demacrada del gueto de Varsovia que gritaba desde el alféizar de su ventana que iban a matar a todos los judíos del gueto. La llamaban Casandra, por la profetisa de la fatalidad de la mitología griega. Todo el mundo daba por sentado que estaba loca. En retrospectiva, mi madre especuló con la idea de que, de algún modo, había llegado a conocer la verdad: los judíos no estaban siendo «reubicados» en el Este, sino que estaban siendo transportados a la muerte.

Hasta ahora he dudado en dar la voz de alarma. Pero a riesgo de que me tachen de loco, debo, como acto de responsabilidad política, decirlo en voz alta: Israel se precipita hacia el abismo y arrastra al resto del mundo con él.

Un análisis racional de la situación actual debe partir de este hecho fundamental: Israel es un Estado loco. No un «mal actor». No un régimen «canalla». Es un Estado loco. El abanico completo de la opinión de la élite israelí, reflejo a su vez de la sociedad israelí en general (que apoya abrumadoramente la guerra genocida en Gaza; sólo un puñado de israelíes se ha negado a servir), abarca un mero salto de pulga:

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