Desde hace 40 años que cada seis meses sufrimos el fastidio de atrasar o adelantar los relojes una hora en una iniciativa que inicialmente se pensó para ahorrar energía eléctrica. Claro, en 1968 la cantidad de televisores que podían encenderse en la noche era bien exigua y los dos canales de TV no iban más allá de las 23 horas (para quienes no lo saben la TV Cable llegó a mediados de los 80). Asimismo, la cantidad de vehículos, de bares, discotecas, tiendas, etc. no tenía nada que ver con lo de hoy. No existían los computadores que permanecen encendidos día y noche; ni
Un equipo de investigadores de
La idea, originaria de Benjamín Franklin, cuando en 1784 calculó la cantidad de ahorro que significaría un menor consumo de cerillas si se aprovechaba mejor la luz solar, está hoy obsoleta. Lo que se ahorra en la mañana se gasta en la tarde. Pues a partir de mañana a las 7 pm ya será de noche. Y a todo eso hay que agregarle el costo adicional que significa el ajuste horario y los daños colaterales que tiene a nivel neurológico. ¿Tiene sentido? ¿Por qué no aceptar a la naturaleza en su normalidad y vivir de acuerdo a su ciclo real? Sacarnos un artificio que no cumple ninguno de los supuestos para los que se inventó y que más aún perjudica a la salud, quizá nos ayudaría a recuperar parte del sentido natural de la vida.