Carlos X.Blanco, Adaraga
Vivimos en el imperio de la mentira. Putin lo dijo, y yo lo suscribo. Basta cotejar la información disponible sobre Ucrania y la Operación Militar Especial: la guerra «no está estancada». No hay una «congelación» en los frentes: lo único cierto, la cruda verdad tras ese parón y congelamiento es que la OTAN y la satrapía de los nacionalistas ucranianos han recibido palos humillantes en los últimos meses. Pero la mentira es la especialidad del Occidente colectivo, y toda evidencia es sustituida por propaganda orwelliana: la guerra es la paz, y los nazis son los rusos, nos dicen. El batallón Azov, las cruces gamadas y el despotismo de Zelenski, en cambio, en este imperio de lo mendaz, son «democracia».
El imperio de la mentira nos habla de la «guerra» de Israel contra Hamás. Parece como si habláramos de dos estados soberanos midiendo sus fuerzas por medio de ejércitos regulares más o menos igualados, colisionando en frentes de guerra definidos. Las evidencias nos hablan de otra cosa: nos hablan del ejército de un Estado artificialmente creado en 1948, apto para el infanticidio pero incapaz ante las guerrillas, una horda de matones masacrando a la población civil palestina que de manera previa y legítima, vive en su propia tierra. Un genocidio, una limpieza étnica de gazatíes, es llamada «guerra» aquí, en el imperio de la mentira.
El derecho de un Estado inventado, el «derecho a defenderse», equivale, por lo visto, al derecho a acabar con la población palestina con vistas a conseguir una pureza sionista en un territorio que Israel se está anexionando ilegítimamente. Los sionistas desconocen que el mundo ha cambiado, y que la «versión grande» de su Estado criminal y racista, los Estados Unidos, en donde ellos también anidan, no las tiene ya todas consigo.
Después de décadas de lloriqueos y victimismo, los sionistas tendrán como enemigos a la mayor parte de la humanidad, y acabarán volviendo a sus países de origen, aborrecidos por todos, con el estigma de haber sido verdugos tan verdugos como los nazis. Se cierra el círculo. La «democracia» made in USA quiere hacer del mundo un campo de concentración, y la ideología «holocáustica» (Costanzo Preve dixit) no solo consiste en machacarnos con memoria democrática, sino que consiste también en revivir los horrores. Expertos en hacer de la pesadilla una realidad. Netanyahu, Zelenski, Biden u Obama, Ursula y Borrell: su jardín democrático es un cementerio y su «verdad» una asquerosa basura.
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