Tras una embestida israelí especialmente intensa durante el asedio de Beirut en julio de 1982, el presidente estadounidense Ronald Reagan llamó a Menajem Begin, primer ministro israelí, para exigirle el cese de los bombardeos.
"Aquí, en nuestros televisores, una noche tras otra, se le muestran a nuestro pueblo los signos de esta guerra, y es un holocausto", afirmó Reagan.
A diferencia del demócrata que ocupa hoy la Casa Blanca, un presidente republicano norteamericano pudo y estuvo dispuesto a respaldar sus palabras con hechos. Estados Unidos detuvo las municiones de racimo y la venta de F16 a Israel.
Las cifras de víctimas de la guerra del Líbano varían enormemente. Según las estimaciones libanesas, murieron 18.085 libaneses y palestinos en los cuatro meses posteriores al lanzamiento de la invasión. Las cifras de la OLP fueron: 49.600 civiles muertos o heridos.
En sólo dos meses, Israel ha matado a una cifra semejante de gente, pero ha infligido un nivel de destrucción mucho mayor en Gaza.
Según los analistas militares entrevistados por el Financial Times, la devastación israelí del norte de Gaza, donde el 68% de los edificios habían sido destruidos el 4 de diciembre, está a la altura de los bombardeos aliados de Hamburgo (75%), Colonia (61%) y Dresde (59%). Esto es lo que les ocurrió a estas ciudades tras dos años de bombardeos.
Casi 20.000 palestinos, de los cuales el 70% son mujeres y niños, han sido asesinados en la mitad del tiempo que se tardó en obligar a la OLP a abandonar Beirut Occidental en 1982. Y aun así, no se ha saciado la sed de sangre de Israel por el ataque de Hamás del 7 de octubre.
Expresando el sentir popular, Zvi Yehezkeli, corresponsal de asuntos árabes del Canal 13, declaró que Israel debería haber matado a 100.000 palestinos. Daniella Weiss, jefa del Movimiento de Colonos Israelíes, dijo que hay que erradicar Gaza para que los colonos puedan ver el mar.
Tierra sagrada
A diferencia del asedio de Beirut o de las matanzas de 1982 en los campos de refugiados de Sabra y Shatila, el bombardeo nocturno de Gaza lo está retransmitiéndo en directo Al Yazira.
Millones de árabes no pueden dejar de presenciar las escenas de horror en tiempo real. Una anciana de 91 años de Ammán (Jordania) le dijo a su hijo que le daba vergüenza comer delante de la televisión mientras Israel mataba de hambre a Gaza.
La inanición masiva forzada no es una hipérbole.
Human Rights Watch acusó a Israel de utilizar la inanición masiva como arma de guerra. La política gubernamental de matar de hambre a Gaza fue confirmada por Miri Regev, ministra de Transporte, que preguntó en una reciente reunión del gabinete si la inanición podía afectar a los dirigentes de Hamás. Sus colegas tuvieron que corregirla diciendo que la hambruna era un crimen de guerra.
El efecto que están teniendo estas imágenes es una catástrofe no sólo para este gobierno, o para cualquier futuro gobierno de Israel, sino para cuantos judíos decidan quedarse en esta tierra cuando este conflicto termine por fin.
La destrucción de Gaza está sentando las bases para otros cincuenta años de guerra. Generaciones de palestinos, árabes y musulmanes no olvidarán nunca la barbarie con la que Israel está desmantelando hoy el enclave. Gaza, en sí misma un gran campo de refugiados, se está convirtiendo en tierra sagrada.
La caída en picado del apoyo a la AP
Hay israelíes que entienden el mensaje. Ami Ayalon, antiguo jefe del Shin Bet y comandante de la Marina, es uno de ellos. Ayalon ha identificado una debilidad fundamental del pensamiento convencional en los círculos de seguridad israelíes.
Le comentó a Aaron David Miller, analista norteamericano de Oriente Próximo, que mientras que el ejército israelí veía la victoria a través del prisma del poder duro -cuanta más gente mate y más destruya, más cree que ha ganado-, Hamás considera la victoria a través del prisma del "poder blando" -cuantos más corazones y mentes haya ganado, mayor será la victoria-.
Los israelíes están cometiendo el mismo error que cometieron los franceses en Argelia cuando mataron entre medio millón y un millón y medio de argelinos, que constituían entre el 5% y el 15% de la población, entre 1954 y 1962, pensando que así ganarían la guerra. Sin embargo, al final de la guerra tuvieron que marcharse y conceder a Argelia su independencia.
No otra cosa puede explicar el espectacular ascenso de Hamás en las encuestas en Cisjordania, Jordania e incluso en lugares como Arabia Saudí, donde los dirigentes han intentado conscientemente enterrar la guerra celebrando festivales.
Khalil Shikaki, encuestador muy respetado de la OLP nada amante de Hamás, descubrió que el 72% de los encuestados creía que Hamás había hecho "lo correcto" al lanzar su ataque el 7 de octubre, con un 82% de apoyo en Cisjordania.
Al mismo tiempo, el apoyo a la Autoridad Palestina (AP) se había desplomado en consecuencia. Según Shikaki, el 60% quería su disolución.
Una serie de valoraciones de los servicios de inteligencia norteamericana confirman el meteórico aumento de la popularidad de Hamás desde el comienzo de la guerra. Funcionarios familiarizados con las distintas valoraciones afirman que el grupo se ha situado con éxito en partes del mundo árabe y musulmán como defensor de la causa palestina y eficaz combatiente contra Israel, según ha informado la CNN.
Son malas noticias para todos aquellos países -con los Estados Unidos, por supuesto, a la cabeza- que piensan que la AP puede sustituir a Hamás en Gaza. No se trata sólo de cifras. Es la nueva realidad política posterior al 7 de octubre.
Cualquier grande de Al Fatah que diga lo contrario se ve inmediatamente cuestionado. Mohammed Dahlan, un pez gordo palestino en el exilio siempre ambicioso, y su clan suenan hoy como antiguos partidarios de Hamás, no como antiguo eje de un complot internacional para desplazar a Hamás de Gaza en 2007, una vez que ganó las elecciones libres del año anterior.
Acuerdo cerrado
Pero el sucesor del presidente de la AP, Mahmoud Abbas, recién ungido, Hussein al-Sheikh, secretario del comité ejecutivo de la OLP, sigue sin entender el cambio de ánimo en Ramala.
En declaracions a Reuters, Sheikh arremetió contra Hamás afirmando que había librado cinco guerras contra Israel desde 2008 y que no había llegado a ninguna parte enfrentándose militarmente a la ocupación.
“No es aceptable que algunos crean que su método y enfoque para gestionar el conflicto con Israel era el ideal y el mejor”.
“Después de todo esto [matanzas] y después de todo lo que está ocurriendo, ¿no merece la pena hacer una evaluación seria, honesta y responsable para proteger a nuestro pueblo y nuestra causa palestina?”
"¿No merece la pena debatir cómo gestionar este conflicto con la ocupación israelí?". declaró Sheikh.
En cuanto a que la AP se hiciera cargo de Gaza tras la guerra, Sheikh pareció dar a entender que se trataba de un acuerdo cerrado. Dijo al Canal 12 de Israel que Israel y la AP habían acordado un mecanismo que permitiría a la Autoridad recibir los fondos retenidos desde el comienzo de la guerra.
Sheikh tardó sólo dos días en dar un giro de 180 grados a sus ataques a Hamás. Se le preguntó cómo un líder de Al Fatah, que obtuvo un 3% en las urnas, podía criticar a Hamás, que obtuvo un 48%, en su propio terreno.
En declaraciones a Al Yazira, Sheikh afirmó que sus comentarios sobre la responsabilidad de Hamás habían sido "tergiversados": "La Autoridad Palestina es la primera en defender a la resistencia", declaró a Al Yazira, nervioso.
Divide y vencerás
La ofensiva israelí en Gaza ha cambiado todo Oriente Próximo, tal y como prometió el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, pero no de un modo que beneficie a su gobierno o a futuros gobiernos.
Durante diecisiete años, el resto del mundo se olvidó de Gaza o la ignoró, salvo durante las guerras de 2009, 2012, 2014 y 2021, en las que los Estados Unidos y las principales potencias europeas hicieron todo lo posible por reforzar el asedio impuesto a Gaza por Israel y el Egipto de Abdelfatah El-Sisi.
Pues bien, con el 60% de la Franja destruida y con la mayor parte de sus 2,3 millones de habitantes sin casas, escuelas, hospitales, carreteras, tiendas ni mezquitas a las que volver, no hay peligro de que se vuelva a ignorar a Gaza.
Si durante diecisiete años la política de Israel fue dividir y vencer separando Gaza de Cisjordania y eliminando toda posibilidad de participar en un gobierno de unidad nacional, Gaza y Cisjordania están reunificadas como nunca lo habían estado.
Si Jordania había permanecido tranquila durante cincuenta años tras la sangrienta guerra entre su ejército y la OLP, si las divisiones entre los jordanos del este y los ciudadanos palestinos de Jordania se veían marcadas por la desconfianza mutua, Jordania es hoy, tanto para jordanos como para palestinos, un hervidero de odio contra Israel. Cada vez hay más intentos de pasar armas de contrabando a Cisjordania a través de una frontera de 360 km, más de cuatro veces más larga que sus fronteras con Líbano y Siria.
Jordania calcula que Israel necesitaría cinco veces el número de tropas que tiene frente a Líbano para asegurar esta frontera.
Con trece campos de refugiados y millones de palestinos como ciudadanos, Jordania es el mayor reservorio de palestinos en la diáspora, alrededor de seis millones, que superan en número a los palestinos que viven en Cisjordania y Gaza.
Si el 6 de octubre Netanyahu se jactaba de que la victoria de los sionistas era inminente, agitando ante la Asamblea General de las Naciones Unidas un mapa de Israel que borraba a Palestina del mapa, hoy su jactancia parece lamentablemente fuera de lugar; si la firma por Arabia Saudí de un acuerdo que reconocía a Israel se consideraba sólo cuestión de tiempo, los Acuerdos de Abraham se han disuelto hoy en la caldera que Israel ha avivado en Gaza.
El "juego de inculpaciones" de Netanyahu
¿Y qué hay de la opinión en Arabia Saudí? La última encuesta contiene dos cifras asombrosas para un país cuyo líder intenta conscientemente desprenderse de las viejas costumbres, entre las que incluye el apoyo a Palestina. El 91% está de acuerdo en que la guerra de Gaza es una victoria para los palestinos, árabes y musulmanes, y el 40% tiene una actitud positiva hacia Hamás, lo que supone un cambio de 30 puntos respecto a agosto de este año.
Hoy en día, si leemos y escuchamos lo que dicen los saudíes, los bahreiníes, los qataríes y los emiratíes, el reconocimiento de Israel se parece mucho a la Iniciativa de Paz Árabe de 2002, a la que los acuerdos pretendían substituir.
La característica clave de los Acuerdos de Abraham, ideados por el ex embajador de Estados Unidos en Israel, David M. Friedman, y Jared Kushner, era hacer que el veto palestino fuera irrelevante. Ahora ha vuelto de nuevo. Aunque haya más países que firmen, esto se está convirtiendo en irrelevante, pues la verdadera lucha es la que cristaliza entre los palestinos e Israel.
En la ruina de todos estos planes, Netanyahu y su coalición de extrema derecha sólo tienen un camino que seguir: adelante. No pueden retroceder.
Por su propia supervivencia política y legal, Netanyahu tiene que continuar la guerra. Lo mismo ocurre con el sionismo nacional religioso. Itamar Ben-Gvir y Bezalel Smotrich saben que perderán una oportunidad única en la vida de cambiar el equilibrio demográfico de judíos y palestinos en Cisjordania si a Netanyahu le obliga a poner fin a la guerra el presidente norteamericano Joe Biden.
Preguntados por Middle East Eye qué planes tenía Israel para el "día después" de que termine la guerra, altos analistas y ex diplomáticos israelíes fueron unánimes en su respuesta: no había ninguno.
Eran Etzion, ex diplomático y miembro del Consejo de Seguridad Nacional, afirmó que Netanyahu sí estaba pensando en el día después, pero sólo en la medida en que eso afecte a sus posibilidades de supervivencia política.
"Está muy claro que ya se ha dado cuenta de que los norteamericanos van a detenerle antes de que haya alcanzado los objetivos de la guerra", dijo.
"Ya se está preparando para el 'juego de las inculpaciones', en el que sus objetivos serán Biden, los jefes militares, los medios de comunicación y, como decimos en hebreo, el mundo entero y su esposa, los cuales le impidieron alcanzar la victoria.
"Así que, para él, el día después es la continuación de la guerra por cualquier medio, pues el objetivo es la supervivencia en el poder".
Etzion señaló que, después incluso de dos meses de campaña, no existía ningún foro oficial ni grupo alguno de funcionarios que planificaran la gobernanza en Gaza después de la guerra, y no había conversaciones oficiales entre el estamento de defensa israelí y los funcionarios estadounidenses en Washington.
Asombroso error de cálculo
Es muy posible que la guerra disminuya bajo la presión de los Estados Unidos y continúe como un conflicto marcado por los ataques del ejército israelí contra los dirigentes de Hamás y una prolongada guerra de guerrillas llevada a cabo por combatientes que actúan en pequeñas unidades.
Pero esto implica que Israel no sólo se apodere del paso fronterizo de Rafah y selle los túneles para impedir que Hamás se reabastezca de armas de contrabando a través de la frontera, sino que Israel se encargue de la administración civil del norte de Gaza, que tan completamente ha destruido.
Para la derecha, los rehenes que Hamás sigue reteniendo son como si estuvieran muertos, pero Netanyahu recibirá cada vez más presiones de sus familias para que abandone su guerra.
Los fantasmas del Líbano están volviendo de veras para atormentar a Israel. Israel tardó quince años en marcharse después de que Beirut se volviera insostenible, pero abandonó en 2000. Cuando lo hicieron, Hezbolá se convirtió en la fuerza militar y política dominante del país.
Esta guerra ha sido un error de cálculo asombroso para Israel. Además de ser un desastre moral, también lo es militar. Ha dado a la resistencia una popularidad y un estatus en el mundo árabe desconocidos desde hace muchas décadas.
Ni siquiera la primera y la segunda intifadas tuvieron tanto éxito como el que ha tenido Hamás en Gaza en los dos últimos meses. Gaza ha reavivado los rescoldos de la ira árabe por su humillación a manos de inmigrantes judíos.
El resultado de esta guerra bien podría ser un estado continuo de conflicto que privaría a Israel de la pretensión de haberse convertido en un Estado normal al estilo occidental. En estas condiciones, la expansión de la guerra va a existir siempre, como demuestran los ataques de los hutíes en Yemen contra la navegación occidental que pasa por el Mar Rojo.
"Mitut Hamás" (Derribar a Hamás) es el lema en hebreo y el objetivo del gabinete de guerra israelí. Después de dos meses de tanta destrucción, bien podrían revisarlo para que dijera "mitut Israel", porque es el efecto que esta guerra podría tener todavía.
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