Nick Beams, wsws
Hay señales claras de que la caída en el valor del peso argentino y la lira turca en semanas recientes es la expresión más clara de una crisis en desarrollo de los “mercados emergentes” con implicancias globales.
Argentina sigue siendo el ojo de la tormenta, donde el aumento de las tasas de interés del Banco Central al 60 por ciento, la intervención del Fondo Monetario Internacional y los compromisos a iniciar mayores medidas de austeridad no han logrado hacer que se detenga la fuga de capital.
Las consecuencias sociales son inmediatamente aparentes. Un importante estudio universitario reportó que el ya erosionado poder de compra de los jubilados del país ha caído por lo menos 30 por ciento desde que el presidente Mauricio Macri llegó al poder a fines del 2015 y que actualmente se encuentra en niveles similares al colapso de la economía argentina en 2001. Se están llevando a cabo ataques contra secciones cada vez más amplias de la población como respuesta al reciente colapso.
La caída de la lira turca se ha mermado un poco durante los últimos días, pero podría reanudarse en cualquier momento si el Banco Central no toma ninguna acción para aumentar las tasas de interés en la reunión este jueves.
Esta turbulencia se está expandiendo ahora hacia todo el espectro de mercados emergentes, con un índice bursátil para estos mercados sufriendo una caída de 20 por ciento desde enero y acercándose a territorio de un espiral a la baja.
El miércoles, la rupia indonesia se hundió casi a su nivel más bajo desde la crisis financiera asiática en 1998. El mercado bursátil del país sufrió su peor día en dos años, cayendo 3,8 por ciento, mientras que el rendimiento en los bonos del Gobierno aumentó a 8,49 por ciento, su nivel más alto desde enero de 2016. La situación en Indonesia, descrita como la más similar a Argentina y Turquía en la región asiática ha sido golpeada por presiones financieras debido a su alto endeudamiento en dólares y su déficit por cuenta corriente.
En las Filipinas, el peso se derrumbó a su nivel más bajo en 12 años en comparación con el dólar ante preocupaciones sobre inflación y el impacto del fortalecimiento del dólar.
El rand sudafricano cayó a su menor nivel en dos años después de que se publicaran datos mostrando que el país ha experimentado dos trimestres consecutivos de decrecimiento durante la primera mitad del año. La producción en la nación más industrializada de África subsahariana disminuyó 2,6 por ciento en el primer trimestre y 0,7 en el segundo.
El peso mexicano también ha estado bajo presión, en gran parte por la incertidumbre sobre el futuro del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
Mientras que hay factores particulares sobre cada uno de estos países, la caída del valor de sus divisas es producto del fortalecimiento del dólar estadounidense y el aumento en las tasas de interés, lo cual está succionando capital de vuelta hacia los mercados estadounidenses, creando problemas para su liquidez en dólares.
Esto se combina con la mayor incertidumbre, particularmente en mercados emergentes, en torno a la escalada de medidas de guerra comercial por parte de Estados Unidos contra China. El Gobierno en Washington tiene programado, incluso tan pronto como esta semana, anunciar planes para imponer aranceles sobre $200 mil millones más de productos chinos, además de los $50 mil millones que ya gravó.
Como reportó el Financial Times esta semana, analistas de la firma financiera francesa Société Générale comentaron: “¿Podrán pasar la página y volver a ponerse de pie los mercados emergentes después del asalto de agosto? Las expectativas son bajas y lo que es más preocupante, viendo divisas como el [dólar australiano] o las acciones bursátiles europeas, ya se pueden ver fracturas en el G-10, ante los efectos de preocupaciones sobre comercio y crecimiento por condiciones restringidas”.
Esta semana, Bloomberg publicó un importante reporte del reconocido analista financiero Satyajit Das, advirtiendo sobre lo que llamó “un ejemplo de manual de una crisis de mercados emergentes”, involucrando la combinación de deudas grandes con una burbuja de crédito interna, proyectos poco rentables, especulación financiera, la dependencia en exportaciones de materias primas y reservas de divisas extranjeras poco adecuadas.
Con base en estos criterios, indicó, “el número de mercados emergentes en riesgo es mucho mayor a Turquía y Argentina”:
La indicación más impactante de la crisis que se está desenvolviendo, según este reporte, es el crecimiento de la deuda. El total de la deuda en estos mercados aumentó de $21 billones (145 por ciento del producto interno bruto) en 2007 a $63 billones (210 por ciento del PIB) en 2017. La deuda en moneda extranjera de estos países se ha duplicado en el mismo periodo a $9 billones, con China, Indonesia, Malasia, Sudáfrica, Chile, México, Brasil y algunos países del este europeo cargando deudas en divisas extranjeras entre 20 y 50 por ciento de su respectivo PIB.
Señaló, además, que los mercados emergentes tendrán saldos pendientes para el próximo año de $1,5 billones en deuda extranjera, y la misma cifra para el 2020, con “muchos que no están recaudando lo suficiente para cumplir con esos compromisos”.
Junto a una liquidez global más limitada debido al aumento en las tasas de interés en EEUU y las tensiones por los conflictos comerciales, “las debilidades de la economía real y del sistema financiero se alimentan mutuamente en un ciclo vicioso”.
Mientras que la situación es denominada una “crisis de mercados emergentes”, se hace en parte incorrectamente porque su origen se encuentra en el corazón del sistema financiero, no en sus extremidades.
En los años que siguieron el estallido de la crisis financiera global en 2008, la Reserva Federal de EEUU, después de rescatar a los bancos y otras firmas financieras, inyectaron billones de dólares en los mercados financieros, poniendo a disposición dinero ultrabarato que facilitó la continuación de la especulación que había causado la crisis.
Con tasas de interés en EEUU y otras de las principales economías del mundo a niveles históricamente bajos, el dinero de los bancos y los fondos de inversión pasó a inundar los mercados emergentes, donde las tasas eran más altas. Ahora este dinero está siendo llevado de vuelta a EEUU, donde están volviendo a aumentar las tasas de interés.
Esto está sucediendo bajo condiciones en las que la volatilidad potencial del sistema financiero global ha alcanzado niveles no vistos en la década desde la crisis financiera, debido a la nueva rapidez con la que se ha adoptado el comercio bursátil por computadora, el cual ha acelerado las transacciones de fondos masivos de un mercado a otro.
El canal de negocios CNBC reportó esta semana sobre un análisis llevado a cabo por Marko Kolanovic, uno de los principales analistas financieros de JP Morgan Chase. Ahí, advirtió que una nueva crisis financiera podría tomar la forma de “derrumbes esporádicos” (flash crashes), utilizando como ejemplo la caída en un día de 1.600 puntos en Wall Street en febrero.
Por ahora, tal grado de turbulencia ha ocurrido mientras EEUU atraviesa un periodo de expansión económica, pero el “nuevo mercado” todavía no ha sido puesto a prueba con una recesión. Bajo estas condiciones podría haber una masiva venta de acciones, lo que eliminaría liquidez y conllevaría una caída en cascada de los precios.
“De repente, todos los fondos de pensiones en EEUU se encontrarían severamente escasos de fondos, los inversionistas en el mercado de ventas minoristas comenzarían a vender en pánico, mientras que los individuos dejan de gastar”, dijo.
Mencionando las consecuencias sociales y políticas, concluyó, “Es probable que la próxima crisis provoque tensiones sociales similares a las de hace 50 años en 1968”.
La turbulencia en los mercados emergentes y su conexión a los principales bancos y firmas financieras del mundo es una indicación clara de que ninguna de las contradicciones del sistema financiero global que estallaron en el 2008 se ha resuelto. De hecho, las políticas de los Gobiernos capitalistas y bancos centrales en las economías avanzadas tan solo han creado una nueva serie de barriles de pólvora financieros.
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