Andre Damon, wsws
Diecisiete años después de los atentados terroristas del 11 de septiembre del 2011, los cuales se convirtieron en el pretexto oficial para la “guerra contra el terrorismo” y toda una serie de conflictos sangrientos que cobraron al menos un millón de vidas, Washington se encuentra al borde de lanzar una nueva ofensiva militar masiva en Siria en defensa de fuerzas conectadas con Al Qaeda.
El lunes, el asesor de seguridad nacional de EEUU, John Bolton, uno de los arquitectos de la invasión de Irak en 2003, señaló que Estados Unidos estaba preparando activamente un ataque militar contra el Gobierno sirio, empleando como pretexto un ataque con armas químicas por parte del Gobierno sirio que el Pentágono alega que ocurrirá inminentemente.
“Hemos estado consultando con los británicos y franceses, quienes nos acompañaron en el segundo bombardeo [contra el Gobierno sirio en abril] y también están de acuerdo en que otro ataque con armas químicas provocará una respuesta mucho más fuerte”, advirtió Bolton.
Washington está dejando en claro que no está respondiendo a lo que acusa al Gobierno sirio de haber cometido, sino a lo que perpetrará. En otras palabras, se realizará un “ataque” con armas químicas por encargo.
Las acusaciones siendo fabricadas contra el Gobierno sirio son versiones más agresivas y descaradas de las acusaciones estadounidenses de ataques químicos en Khan Shaykhun en 2017 y en Duma (Douma) este año, las cuales han sido calificadas por importantes periodistas investigadores que fueron probablemente escenificadas por parte de las fuerzas islamistas patrocinadas por la CIA.
Los medios impresos y de difusión no ha cuestionado ni desafiado la trama de pretextos que Washington ha utilizado para escalar su involucramiento, como si las mentiras del Gobierno de Bush sobre “armas de destrucción masiva” en Irak nunca sucedieran.
El verdadero motivo detrás de inventar justificaciones es claro. El Gobierno sirio, con la ayuda de sus aliados Rusia e Irán, está a punto de llevar a cabo una nueva ofensiva para recapturar la provincia siria de Idlib, la cual se espera que sea exitosa, previniendo cualquier intervención estadounidense.
Efectivamente pondría todo el país bajo control del Gobierno sirio y significaría el fracaso decisivo de la operación de siete años para cambiar el régimen sirio por parte de EEUU y sus milicias aliadas islamistas.
Esto constituiría una importante debacle para el imperialismo estadounidense, y Washington no está considerando dejar que eso suceda, incluso si lleva a una guerra abierta con los aliados sirios de Rusia e Irán.
El sábado, un total de 100 marines fueron enviados a reforzar la base estadounidense en siria después de que fuerzas militares rusas pidieran permiso para atacar posiciones del Estado Islámico cercanas.
El Pentágono dejó en claro que las fuerzas estadounidenses estaban completamente preparadas para enfrentar a las tropas rusas. “Estados Unidos no busca combatir a los rusos”, declaró un vocero del Pentágono. “Sin embargo, Estados Unidos no dudará en emplear la fuerza necesaria y proporcional para defender las fuerzas estadounidenses, miembros de coalición o socios”.
Desde principios de la operación de cambio de régimen estadounidense en 2011, la CIA y el Pentágono han armado y entrenado a milicias islamistas conectadas con Al Qaeda y el Estado Islámico, las cuales han utilizado como tropas de choque para derrocar al Gobierno sirio.
Diecisiete años después del 11 de setiembre del 2001, Washington está preparando una importante guerra para proteger a combatientes alineados con la misma organización acusada de perpetrar el atentado contra el World Trade Center.
Este aparente giro de 180 grados en realidad refleja la verdadera naturaleza de la llamada “guerra contra el terrorismo”. Poniendo de lado las circunstancias en torno a los atentados del 11 de setiembre que nunca fueron explicadas, desde el principio buscaba empujar la opinión pública en apoyo a guerras de agresión planificadas por Washington mucho tiempo antes.
El día después de los atentados, el World Socialist Web Site explicó que: “desde el punto de vista del gobierno norteamericano, la cruzada contra el terrorismo ha sido más una campaña propagandística para justificar la violencia militar de los EE. UU. alrededor del mundo que un acto consciente para proteger al pueblo norteamericano”.
Los eventos subsecuentes han confirmado este análisis. Dicha “guerra contra el terrorismo” fue el pretexto para revigorar el neocolonialismo imperialista a una escala masiva, incluyendo las invasiones de Afganistán en 2001 e Irak en 2003, las guerras de cambio de régimen en Libia y Siria, los asesinatos clandestinos y operaciones de tortura estadounidenses en docenas de países por todo el mundo.
El objetivo de esta ofensiva fue resumido en un documento de estrategia secreto neoconservador citado por el periodista Seymour Hersh en su último libro. Afirma que la guerra en Irak “comenzará volviendo a EUA en la fuerza hegemónica en Oriente Próximo. La razón correlativa es hacer que la región sienta en sus huesos, por así decirlo, la seriedad de las intenciones y la determinación de EUA”. Todos aquellos que se opongan a los objetivos estadounidenses en Oriente Próximo tendrían que “lucha por sus propias vidas: Pax Americana viene en camino, lo que implica su aniquilación”.
En última instancia, los blancos de estas guerras en Oriente Próximo libradas en nombre de la “guerra contra el terrorismo” eran las “grandes potencias” de Rusia y China, al igual que los ostensibles “aliados” de EEUU en la Unión Europea. Al controlar el corazón de Eurasia con sus vitales fuentes energéticas y vínculos de tránsito, Estados Unidos podría recobrar su hegemonía geopolítica empleando métodos militares, incluso ante la erosión de su dominio sobre la economía global.
Pero, entre más dependía EEUU de las milicias islamistas vinculadas con Al Qaeda, primero en Libia y luego en Siria, tanto más se desgastaba la fachada de la “guerra contra el terrorismo”. Este pretexto fue efectivamente abandonado por la Estrategia Nacional de Defensa del Pentágono publicada este año, la cual afirma: “La competición estratégica interestatal, no el terrorismo, es ahora la principal preocupación de EUA en seguridad nacional”.
Haciendo eco de este tema, el exdirector adjunto de la CIA, Michael Morell conmemoró el aniversario del 11 de septiembre con una columna de opinión en el Washington Post intitulada, “Respondimos con urgencia al 11 de septiembre. Ahora necesitamos responder con igual urgencia a China”.
Morell argumentó que EUA debe prevenir que China “busque convertirse en el país más poderoso e influyente del mundo”. En todo el artículo, Morell nunca explica la relación, si existe alguna, entre los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 y China.
El artículo solo tiene sentido si se reconoce que toda la “guerra contra el terrorismo” fue un pretexto para el conjunto de guerras neocoloniales de agresión en Oriente Próximo que han empujado a EUA hacia una colisión con China y Rusia.
Por su parte, Beijing y Moscú ven las declaraciones de EUA como graves amenazas mortales. Rusia, la cual ha tomado pasos para expandir rápidamente su arsenal nuclear, está preparando sus ejercicios militares más grandes en 37 años, involucrando aproximadamente 300.000 tropas y por primera vez una sustancial participación china.
Los esfuerzos de EEUU para apuntalar militarmente su posición global por medio de una serie de guerras cada vez más amplias ha producido una catástrofe sangrienta tras otra. Sin embargo, Washington, el centro de control del imperialismo global, ha respondido a cada desastre intensificando su campaña. Si este camino lo lleva al borde de una guerra con una potencia nuclear, Washington ha dejado claro que está preparado para aceptar las consecuencias.
Este estallido de militarismo estadounidense es impulsado en gran medida por consideraciones internas. Ante el crecimiento de las luchas obreras y la mayor receptividad al socialismo entre trabajadores y jóvenes, la élite gobernante estadounidense considera que una guerra podría facilitar la imposición de “unidad nacional” por medio de censura en línea, ataques contra la prensa y otros métodos dictatoriales. Como lo indica Morell, “La unidad nacional es esencial en un momento en que EEUU responde a una infinidad de amenazas, incluyendo los esfuerzos de Rusia para debilitarnos en casa y en el exterior”.
El Gobierno de Trump, inmerso en crisis, percibe una guerra como una forma para apaciguar a sus críticos internos del Partido Demócrata y las agencias de inteligencia, cuya amarga disputa entre facciones con el Gobierno gira en torno a exigencias de que la Casa Blanca asuma una postura más agresiva contra Rusia en Siria.
Al borde del precipicio de una ofensiva que podría provocar una guerra directa con una potencia nuclear, toda la élite política estadounidense se ha alineado a favor de una escalada militar. Esto incluye la periferia “izquierdista” de clase media del Partido Demócrata, como la Organización Internacional Socialista, la cual ha insistido consistentemente en que EEUU debe perseguir más agresivamente un cambio de régimen en Siria.
No aparecerá ningún movimiento contra la guerra de ninguna facción de este decrépito y reaccionario sistema político establecido. En cambio, tiene que desarrollarse y se desarrollará en la clase obrera. Por todo EEUU y el mundo, los trabajadores están participando en una serie de enconadas batallas de clase, como los maestros en el estado de Washington, los trabajadores de UPS por todo EEUU y los trabajadores de aerolíneas en Europa. En sus movilizaciones, los trabajadores deben incorporar la batalla contra la guerra como un componente central de la lucha por un futuro socialista.
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