miércoles, 20 de diciembre de 2017

Con Piñera el Cono Sur queda en manos de la derecha empresarial

El derechista Sebastián Piñera ganó el balotaje en Chile. Gobernará por segunda vez, porque estuvo entre 2010 y 2014. Fue precursor de Mauricio Macri y ahora empalma con su colega empresario y ajustador serial de este lado de los Andes.
Emilio Marín, La Arena

El 17 de diciembre hubo una segunda vuelta para elegir presidente en Chile por un mandato de cuatro años. Ganó Sebastián Piñera, de la derechista “Chile Vamos”, con el 54,62 por ciento de los votos, sobre el centrista Alejandro Guillier, de “Nueva Mayoría” (oficialismo, ex Concertación), quien obtuvo el 45,38 por ciento.

El perdedor dijo que la victoria de su rival había sido maciza, visitándolo en su bunker de un hotel exclusivo en Santiago. La mandataria, Michelle Bachelet, llamó por teléfono a Piñera para felicitarlo y convenir una reunión donde comenzarían a arreglar el traspaso del gobierno.

El ganador invitó a la presidenta a su mansión, en la mañana siguiente, para desayunar y hablar de todo eso. Esos detalles fueron realzados por la prensa monopólica argentina para demostrar la supuesta superioridad de Chile sobre Argentina, donde los traspasos se hacen a los ponchazos o no se hacen, como el 10 de diciembre de 2015.

Siendo cierto ese dato, hay que decir que la democracia burguesa imperante en Chile no por eso es adelantada. Aquel es un detalle. Mejor es el sistema donde hay casi 800 genocidas condenados, como en Argentina, mientras allá la abrumadora mayoría de los represores está impune por disposiciones del pinochetismo y la democracia pusilánime que lo sucedió, incluyendo los gobiernos de Piñera (2010-2014) y Bachelet.

Que la política trasandina no goza del masivo apoyo ciudadano se mostró en estos comicios. En la primera vuelta del 19 de noviembre, Piñera obtuvo 36.6 % de los sufragios y Guillier 22.7 %, con una abstención del 54%: de 14.350.000 personas habilitadas para sufragar, no lo hicieron 7.700.000.

En el balotaje se repitió esa alta abstención: más del 50 por ciento no fue a votar. Los medios de allá y de acá titularon “Amplia victoria de Piñera”. Una verdad menos que a medias. Si votó el 50 por ciento del padrón, y “Chile Vamos” obtuvo el 50 por ciento de los votos, quiere decir que fue apoyado por el 25 por ciento de los chilenos en condiciones de votar. Ese es un voto minoritario, no una “amplia victoria. Chile es el segundo país del mundo, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), donde la participación electoral es más baja, sólo superado por Madagascar.

País desigual


La ola de abstenciones debe leerse en clave de disconformidad social con las gestiones gubernamentales de variado signo político. Esto incluye al arco derechista pues Piñera estuvo en la presidencia hace pocos años y a la mandataria de origen socialista, que gobernó antes que aquél y el 11 de marzo próximo le devuelve el sillón presidencial.

En el mandato anterior del millonario, una de las crisis políticas más recordadas fue el de la educación. Los Carabineros no podían contener tantas movilizaciones a favor de la educación pública, de estudiantes universitarios y secundarios.

Por cosas como esa le llegó otra vez el turno a Bachelet, que –aleccionada por fracasos de su mandato previo- prometió profundizar reformas. Sin embargo no superó los límites de la tibieza, sin hundir el bisturí (ella es médica) en el hueso del neoliberalismo y el capitalismo salvaje vigente en Chile desde tiempos pinochetistas.

Siguieron gozando de buena salud las Administradoras de Fondos de Pensión (AFP), empresas de la jubilación privada, tristemente célebres en la Argentina del menemo-cavallismo y eliminadas en 2009 a favor de la Anses. Hoy Macri intenta con la “reforma previsional” empezar el regreso a la ominosa privatización, cuando Chile, el líder negativo de las AFP, tiene planteado el camino inverso.

Los logros de Bachelet fueron bien módicos. Sólo logró que 260.000 universitarios tengan enseñanza gratuita, pero la mayoría sigue sin gozar de un acceso universal. También consiguió legalizar uniones de personas del mismo sexo, pero sin una ley de matrimonio igualitario, cajoneado en el Congreso. Otro tanto con el derecho a interrumpir el embarazo no deseado: sólo se permite por violación, riesgo de vida para la mujer o embrión con nulas posibilidades de sobrevida. De derecho al aborto legal, público y seguro, ni hablar, igual que en Argentina donde se lo sigue considerando “un pecado mortal”, como bien ironiza Callejeros en su tema “Imposible”.

En suma, los hermanos trasandinos sufren en un modelo muy desigual. El 5 por ciento de la población más rica se queda con el 51 por ciento de los ingresos, otro récord para el podio de los países más desiguales del mundo. Eso fue así con Pinochet, los gobiernos civiles de la Concertación (la Democracia Cristiana y el “Socialismo”), la derecha de la Renovación Nacional y la UDI pinochetista, etc.

En eso hubo apenas matices de mejoría o no, según fuera la alternancia. El Chile igualitario del socialismo de Salvador Allende y la Unidad Popular murió con los bombardeos del golpe del 11 de septiembre de 1973.

Juego de parecidos


Piñera y Macri se parecen en muchas cosas, comenzando por las alianzas que los llevaron al gobierno. El primero la bautizó “Chile Vamos”, nutrida por la derecha de origen pinochetista: Renovación Nacional y Unión Demócrata Independiente, UDI, más socios menores. El segundo se basó en el derechista PRO y luego amplió a Cambiemos, con la venida a menos UCR, en la pendiente desde el derechista Fernando de la Rúa, y el ARI-CC de la impresentable Elisa Carrió.

Ambos presidentes abrevan en el neoliberalismo y la derecha, en el terreno político y frentes importantes como los derechos humanos. El trasandino estuvo en su momento en contra de la detención y juicio contra Augusto Pinochet que promovía el juez Baltasar Garzón.

Y de este lado de la Cordillera Macri habló del “curro” de los derechos humanos. En los últimos meses hay duras represiones de policía, Gendarmería, Albatros, Prefectura y policías provinciales contra diversos reclamos populares. El cronista se entristece hoy por la represión policial en Jujuy ordenada por el gobernador Gerardo Morales contra los trabajadores del ingenio La Esperanza, que no abonó los últimos dos sueldos y despidió a 400 trabajadores. La policía dejó 12 heridos y 50 detenidos, en una continuidad de la represión de Gendarmería en Chubut en agosto y Río Negro en noviembre. El libreto es el mismo empleado por fuerzas policiales y de inseguridad para blindar el Congreso, reprimir y lograr la aprobación del ajuste previsional.

Los dos son empresarios: uno fue dueño de LAN Chile y otras firmas al llegar a La Moneda en 2010. Según la estadounidense Forbes su patrimonio llegaría a 2.700 millones de dólares, entrando en el ranking de los multimillonarios latinoamericanos. Macri fue parte del monopolio Socma, con empresas de construcción como Iecsa y de servicios como Manliba y Correo Argentino, industriales como Sevel, agropecuarias, etc. Supuestamente hubo ventas en esas compañías, sobre todo a partir de 2007, cuando el personaje fue electo jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

Ambos fueron favorecidos por las dictaduras militares. El niño bien de Tandil lo hizo en gran forma, como se documenta en dos fuentes muy diferentes: Luis Majul en su libro “Los dueños de la Argentina” y Horacio Verbitsky en sus notas de Página/12. El último afirmó que al cabo del terrorismo de Estado, Socma había pasado de 7 empresas a 43, además de haber estatizado su deuda de 170 millones de dólares, gracias al Banco Central de Domingo Cavallo en 1982.

Tal para cual


Los dos políticos de raigambre empresaria tuvieron muchos procesos judiciales por evasión de impuestos, contrabando, fraudes, coimas, espionaje y firmas en guaridas fiscales. Piñera se adelantó a su colega en eso de inventar un “fideicomiso ciego” luego de conflictos de intereses entre sus compañías y su presidencia. Macri dijo haber hecho lo mismo, pero la eficacia de esos recursos legales está en duda, toda vez que con posterioridad saltó el escándalo del Correo Argentino, donde su gobierno le condonaba deudas a Socma por 70.000 millones de pesos.

La prensa argentina hegemónica califica a Piñera de “centroderecha”, cuando es un claro espécimen de derecha. A Macri lo llama cariñosamente el presidente de los argentinos, sin connotación ideológica, pero también le cabe la calificación de “derecha”. Ambos son parte de la grey obediente del FMI, Banco Mundial, Foro de Davos, Ocde, Alianza del Pacífico y demás colaterales del capital financiero internacional.

Ambos consideran que el pueblo mapuche es el gran enemigo. Piñera quiere aplicarles su “ley antiterrorista” y Macri ya usa los fusiles de Gendarmería y Albatros.

Uno era fanático de Universidad Católica, pero por conveniencia política compró el Colo Colo, más popular. El otro siempre fue bostero y desde Boca hizo su carrera política inicial, aunque no logró convertir al club en una empresa privada, como Piñera.

En 2017 los personajes se reunieron tres veces y antes del balotaje Macri grabó un video donde decía: “hace muchos años que soy amigo de Sebastián, lo admiro, creo que es un gran dirigente”. ¿Se verán una cuarta vez o ya entraron en modo avión, léase en repetidas e inmerecidas vacaciones?

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