Alejandro Nadal, La Jornada
Algo extraño ocurre en Davos, una de las más importantes estaciones de esquí situada en los Alpes suizos. Su altura sobre el nivel del mar garantiza un generoso volumen de nieve para sus pistas durante el invierno. Pero cuando se trata de sacar ventaja de los periodos vacacionales del otoño y la primavera, la fabricación de nieve artificial se hace necesaria. Y hoy la manufactura de nieve artificial se ha convertido en una pequeña industria.
Hace unos 15 años Davos contaba con un puñado de cañones de nieve, unas burdas máquinas que lanzaban pequeños balines de hielo hacia las pistas. Pero hoy la estación cuenta con 380 máquinas sofisticadas que mezclan aire con millones de litros de agua fría que se congela y deposita en las pistas como nieve fina. A diferencia de los antiguos balines de hielo, esta nieve es capaz de satisfacer los gustos de los más exigentes clientes en Davos.
Desde luego, es fácil adivinar: la necesidad de contar con nieve artificial aun a esa altura en los Alpes se debe al cambio climático, tema que seguramente dará mucho qué hablar en la edición 2017 del Foro Económico Mundial.
La insignia de la reunión del Foro Económico Mundial en Davos este año es sencilla: Liderazgo responsable y receptivo. Pero esta misma semana tomará posesión de la presidencia de Estados Unidos el señor Donald Trump, alguien que no encaja del todo bien con esa divisa. Es más, para el equipo de Trump, el cónclave de Davos es un símbolo de todo lo malo que acarrea la globalización. Los desplantes proteccionistas que conocemos del (todavía hoy) presidente electo no encajan para nada en la retórica del Foro Económico Mundial.
La ausencia de Trump en la estación alpina se podría explicar cómodamente por el hecho de que apenas el viernes toma posesión. Pero nadie se engaña: el desagrado que le produce el Foro Económico Mundial es real. En cambio, y quizás aprovechando el vacío, en Davos se encuentra el presidente chino, Xi Jinping. Es la primera vez que un primer mandatario chino asiste y como se esperaba, está siendo el centro de atención en la reunión.
Los organizadores de esta edición del Foro marcaron cuatro temas centrales para la reunión: fortalecer la colaboración mundial, reformar el capitalismo, revitalizar el crecimiento económico y prepararse para lo que denominan la cuarta revolución industrial. Los primeros dos temas chocan frontalmente con las prioridades de Trump. Y en cuanto al crecimiento económico, las opiniones están divididas en Davos. Para muchos el estímulo fiscal del primer año de la nueva administración en Washington podría desencadenar un importante impulso al crecimiento. Pero casi todos los análisis concluyen que ese efecto será temporal y se agotará en 2019. El repunte sostenido de la economía estadunidense necesitará más que unos mal concebidos esquemas de participación pública-privada.
En su primera intervención en Davos el presidente Xi hizo una fuerte defensa del proceso de globalización y de la necesidad de aumentar la colaboración internacional. Nadie emergerá victorioso en una guerra comercial, afirmó al enviar un claro mensaje a las posturas de Trump. Como era de esperarse, el discurso fue muy bien recibido y aplaudido en Davos. Para el gobierno chino debe ser muy gratificante encontrarse rodeado de tanto fervor globalizador. Pero las señales que envía el cuadro clínico de la economía mundial siguen siendo alarmantes. Por ejemplo, la austeridad en Europa sigue provocando estragos y nadie en la Unión Europea está trabajando en un paquete de política macroeconómica alternativo.
Por su parte, la economía china permanece lastrada por el sobre-endeudamiento. Los altos niveles de capacidad ociosa en todas las industrias y los miles de edificios nuevos que hoy se encuentran vacíos son testimonio de las fuertes distorsiones que han acompañado el crecimiento económico en China. El estímulo crediticio que se aplicó desde 2008 sirvió en muchos casos para construir inútiles obras de infraestructura y para la sobre-inversión en muchas industrias. Según los analistas de China Query, el peso de la deuda total (del sector no financiero) pasó de 150 a 300 por ciento del PIB entre 2008 y 2016. Mientras tanto, el crecimiento del índice de precios de casas en las principales ciudades se sigue acelerando. Esos números no están anunciando nada bueno. Cualquier referencia a la posibilidad de que China sea nuevamente el motor de la economía mundial debe ser tomada con mucho escepticismo.
En algún discurso durante su campaña Trump afirmó que toda esa historia del cambio climático era una invención de los chinos. Quizás si viera los registros históricos meteorológicos pensaría algo distinto. Ciertamente en 1924, cuando Thomas Mann inmortalizó la estación de Davos en su novela La montaña mágica, las pistas no necesitaban nieve artificial. El tema del cambio climático no había aparecido en la pantalla de radar. Lo que más interesaba a Mann era el hecho de que Europa ya se encontraba en una trayectoria que la llevaría a la Segunda Guerra Mundial.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario