Isidro López, Püblico.es
Lo que está sucediendo en el Reino Unido en estos días resulta francamente impresionante e inesperado. El referéndum sobre la salida de la UE ha hecho estallar el sistema de partidos y, acto seguido, en un país que parecía pacificado desde hacía décadas se ha desencadenado una dinámica política de extraordinaria visceralidad que ha terminado con la reaparición de la violencia política, el terrible asesinato fascista de Jo Cox.
La primera conclusión acerca del asunto es constatar la fuerza que ha tenido el sistema de partidos turnista británico para contener un malestar social que, evidentemente, no ha nacido con el referéndum sobre el Brexit y que, sólo tangencialmente, tiene que ver con la cuestión europea. La cuestión europea únicamente ha eliminado los ejes sobre los que giraba la política británica. Ha convertido a los partidos, con partidarios del Remain y del Leave en todos los campos, en entidades superfluas que responden a fuerzas sociales externas a ellas.
Dentro de las muchas aristas que tienen estas fuerzas desencadenadas se pueden señalar algunas cosas. El euroescepticismo de las élites inglesas solo puede ser entendido como una fuerza de negociación dentro de la Unión Europea. Desde los tiempos del cheque británico a principios de los años ochenta, el Reino Unido ha amenazado con su salida para provocar transformaciones en un sentido neoliberal de la Unión. Legislaciones fundamentales sobre movimientos de capitales y mercado interior tienen origen británico, mas en concreto en la City. Tanta importancia tienen estas presiones, que frente a un cierto lugar común dominante que señala a Alemania y su escuela ordoliberal como constructora del proyecto neoliberal europeo, más bien se debe hablar de un proyecto conjunto británico y alemán.
La propia convocatoria de este referéndum tiene que ver con la intención del gobierno de Cameron de atacar las leyes migratorias internas y sus derechos asociados por la UE. La medida se produce en un contexto, común a toda la Europa central, de creciente xenofobia provocada por el “no hay para todos” de las políticas de austeridad. Y, por supuesto, cómo en todo el continente y en buena parte del mundo, esta situación viene marcada por la total incapacidad del capitalismo financiero para articular un ordenamiento social digno de tal nombre. Eso si, parece claro que lo que era un ejercicio rutinario de presión sobre la Unión se le ha ido seriamente de las manos a Cameron, hasta el punto de haber dinamitado temporalmente el sistema político británico.
Obviamente no sólo hay euroescepticismo entre las élites, con este jamas se hubiera llegado a la situación de polarización actual. El campo de batalla político que se ha dibujado en las últimas semanas son las feroces capas obreras o post obreras británicas, y especificamente las inglesas, ya que en Escocia han dejado bien claro que son pro Unión Europea, por movimiento reflejo ante cualquier imagen del nacionalismo inglés. Pero lo cierto es que hoy, un amalgama de posiciones que van desde el rechazo popular vagamente proteccionista (como nos ha recordado Trump, la antimigración es una variante del proteccionismo), hasta el revival colonial proto fascista, pasando por el desden aristócratico tory. En conjunto todas estas fuerzas forman algo así como un “bloque histórico” anti-europeo.
Frente a ellos se sitúa el poder financiero, el mismo que se ha beneficiado enormemente de la ambiguedad euroesceptica y de la dualidad libra-euro, amenazando con lanzar fuertes ataques sobre la libra si gana el Brexit. Ataques que, por un lado, no hay que tomarse del todo a broma, y, por otro, nos recuerdan que no es indispensable estar en el Euro para estar sometidos al chantaje financiero. Existe también una clase media urbana con altos niveles de cualificación que aunque ha sufrido el ataque conjunto del endeudamiento y la precariedad se sigue viendo a sí misma como cosmopolita, marcando un abismo con las clases populares que están por debajo de ellos en el país de Europa donde las divisiones en la estructura social son mas drásticas y culturalmente marcadas.
Precisamente este último parece ser el eje que ha hecho estallar la campaña del referéndum y le ha dado una visceralidad que sería inusitada en el contexto de otros países europeos. Frente a situaciones como la griega o la española, la Union Europea tiene escasa fuerza material en la definición de la situación de las clases populares británicas y lo que estamos viendo se parece mucho más a un conflicto interno mediado por la cuestión europea, esta última mas en forma de constructo cultural que otra cosa. Un poco a la manera del “Que pasa con Kansas” de Thomas Frank y su lucha de clases puesta del revés, el enfrentamiento se ha centrado entre las clases medias y las clases populares. Cosmopolitas/multicultis frente a nacionalistas/proteccionistas. Nada representa mejor este conflicto, en gran medida inane desde el punto de vista de la transformación social, que la flotilla de Bob Geldof, el millonario progre bienpensante frente a los pescadores, imagen idealizada del pueblo honesto trabajador, capitaneados por el oportunismo instrumentalizador de Nigel Farage en pleno Támesis.
Más allá del resultado del próximo jueves, que parece evidente será favorable a la permanencia, y en el que parece haber sido decisiva la muerte de Jo Cox, este referéndum ha abierto una brecha en la sociedad británica que será difícil de cerrar en los próximos años. En definitiva, también en Reino Unido avanza la crisis política.
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