martes, 10 de noviembre de 2015

¡Cresta que está caro Chile!

Alejandra Carmona, El Mostrador

En enero del año pasado, una columna publicada por Francisco Vergara –arquitecto que estudia un doctorado en Planificación y Desarrollo de la University College London, en Inglaterra– encendió una luz roja. O por lo menos, hizo que miles de chilenos la vieran por primera vez. En una comparación de 16 productos entre Santiago y Londres, la ciudad europea resultaba más barata para vivir.

Casi dos años después, la fotografía se mantiene: si usted tuviera que elegir entre comprar en un supermercado de la capital de Chile o de Inglaterra, por precios, preferiría la segunda opción. Un ejemplo, dice Vergara, es el dato preferido del momento. El papel higiénico Scott de 4 rollos –que es una marca presente en ambos países con diferente nombre– en Santiago cuesta $1.690, y en Londres $1.100.

Vivir en Chile es cada vez más caro. Si el sentido común tuviera alguna forma de medición, diríamos que simplemente el dinero no alcanza. Si hace cinco años con 50 mil pesos se podía comprar en el supermercado bastante más que lo básico –para dos personas–, hoy esa cifra está lejos de bastar.

Si a la vara del sentido común le ponemos números, lo que resulta no es muy diferente. Hasta agosto de este año, los productos alimenticios en Chile habían tenido un alza de 7,5%, en contraposición a los números que dos meses antes mostraba la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). A junio de 2015, en el resto del mundo los alimentos habían bajado –en promedio– 21% en doce meses.

Junto a expertos en Economía, El Mostrador tomó productos de la canasta básica. Y hay cifras que sorprenden. Considerando el período comprendido entre septiembre de 2009 y enero de 2015 –y una variación del IPC de 21,7%– los jugos en polvo aumentaron 38,7%, el limpiador de piso 28,6% y el detergente de ropa 75,1% –producto que en la base 2013 se llama detergente y suavizante–.

Si tomamos en consideración este último y anotamos que en el mismo período el dólar varió 36,9%, y el precio aumentó un 54% por sobre el IPC, ¿alguien puede contestar por qué el detergente puede haber subido tanto de precio? En un mercado controlado en un 95% por dos grandes marcas: Unilever (75%) y Procter & Gamble (20%), no encontramos una respuesta a la pregunta.

La colusión del modelo

Para muchos economistas, el encarecimiento de la vida no solo responde a variables como el precio del dólar sino también al modelo económico que se estructura en la dictadura cívico-militar y tiene la asistencia del Estado a través de procesos de privatización poco transparentes y subsidios indirectos para los grandes grupos económicos.

“La misma situación ocurre con las cotizaciones de los trabajadores que obligatoriamente deben realizar todos los meses en las AFP, las cuales son invertidas en Chile y en el extranjero. A nivel nacional, en la parte que corresponde al sector empresarial, prácticamente el 100% de los recursos se invierte en grandes empresas. Por ejemplo, ocho empresas pertenecientes al grupo Matte reciben, a través de la compra de sus acciones y bonos, más de $2,2 billones (millones de millones), lo que representa un capital fresco y a bajo costo. Esto ayuda a generar más barreras de entrada para que existan otros actores que compitan en los distintos sectores productivos, ya que estos no contarán con la misma facilidad para conseguir este volumen de recursos”, detalla Kremerman.

El economista de la Fundación Sol agrega datos sobre un mercado que deja pocos espacios para la participación: “En Chile los mercados desarrollados en los distintos sectores productivos funcionan en general como oligopolios. Vale decir, existen 2 o 3 empresas que concentran más del 90% de la participación de Mercado, lo cual les permite y los incentiva a que explícita o tácitamente se pongan de acuerdo para impedir que entren otros actores (altas barreras de entrada), mantener o subir los precios y tener un poder negociador casi total con empresas de menor tamaño que operan como sus proveedoras, contratistas o suministradoras de personal”.

José Gabriel Palma, doctor en Economía de la Universidad de Oxford, dijo hace unos días, en las pantallas de CNN, que uno de los dilemas del modelo capitalista chileno es que, por un lado, debe haber competencia y, por otro, hay mucha concentración. Esto sumado a muchos incentivos para coludirse. “Por eso yo digo que en Chile no hay economía de mercado, sino que para grupos de mercado”, precisó, apuntando a la necesidad de una mayor regulación pública.

En resumen, como dijo Palma, el modelo que ha imperado en Chile “es un paraíso para el capital, pero un purgatorio para los consumidores”.

Llegar a fin de mes

El mes pasado, cuando estallaron las informaciones sobre el cartel del confort, Francisco Vergara, aún en Londres, hizo el mismo ejercicio que se viralizó hace casi dos años. Y llegó a la misma conclusión.

“Para ponerle cifras, el PIB per cápita de Inglaterra es de $2.614.000 (por mes), mientras que el de Chile es de $832.353 (por mes). Sumemos a eso una pésima distribución del ingreso, pero es más irritante al revisar el sueldo mínimo de un lado o del otro: en Chile el sueldo mínimo es de $241.000 mientras que en Inglaterra es de $1.068.589, y además aquí se trabajan solo 38 horas por semana”, suma datos Vergara.

Aunque no es especialista en políticas laborales, está estudiando los efectos del modelo neoliberal en las ciudades. “Sin duda el costo de vida en Chile es un disparate, es simplemente inmoral, como también es inmoral que salgan algunos especialistas a naturalizar el costo de vida como si el mercado fuese un ente inteligente que se regula solo. La evidencia cada vez más recurrente de colusiones y de precios inflados da cuenta de que no hay una autorregulacion, sino una planificación macabra por obtener una plusvalía máxima en la venta de productos de primera necesidad”.

Según el último Informe para una vida mejor de la OECD, aunque el dinero no puede comprar la felicidad, es un medio para lograr estándares de vida más elevados. Y en Chile, el ingreso familiar disponible neto ajustado (esto es, lo que queda descontando impuestos) promedio es de US$ 14.533 al año, cifra mucho menor que el promedio de la OECD de US$ 25.908.

A pesar de que los precios siguen en alza, estructuralmente los sueldos no muestran el mismo ímpetu. Según la Encuesta Suplementaria de Ingresos del Instituto Nacional de Estadísticas, el ingreso de la ocupación principal promedio entre 1997 y 2014, solo aumentó cerca del 6% en términos reales (sobre el IPC). “De hecho, para los trabajadores que pertenecen al 60% de los hogares más pobres de Chile y que enfrentan un canasta que incluye principalmente los bienes y servicios de primera necesidad y que han experimentado un aumento de precios mayor que el IPC promedio, es probable que hayan perdido poder adquisitivo en los últimos 18 años”, dice Kremerman.

Según la última versión de esta misma encuesta –hace hincapié el economista– es importante destacar un dato que puede ser el más relevante al momento de considerar el precio de las cosas: el 50% de los trabajadores en Chile gana menos de $305.000 líquidos, por tanto, adquiere mayor gravedad que tengan que enfrentarse con mercados coludidos, para adquirir los productos que necesitan para satisfacer sus necesidades básicas (papel higiénico, pollo, remedios, detergentes, entre otros).

Si anotamos también que a veces Chile parece una pulpería, los factores en torno a la compra abren un hoyo negro en el modelo. “Esto genera que deban endeudarse más para llegar a fin de mes, y recurran a los bancos, como el caso del BICE, que también pertenece al grupo Matte”, cierra Kremerman.

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