sábado, 25 de julio de 2015

La libra de carne y los mercaderes de Berlín


Lido Iacomini, Rebelión

Lo sucedido con Grecia frente al Eurogrupo ha sido tildado de “capitulación”, “golpe de estado financiero” y “lapidación” entre otras cosas, a pesar de que buena parte de los medios hablan de ¡acuerdo! Denominación inaceptable cuando su firmante griego, Alexis Tsipras, señala, él mismo, su desacuerdo con lo que ha debido deglutir.

Es que hemos asistido, demudados, a una cruel y salvaje derrota sufrida por Syriza, la fuerza popular organizada y dirigente del proceso político griego, que había alcanzado a coronar un gobierno de nuevo tipo, una esperanza en un país devastado por el neoliberalismo y la corrupción de su oligarquía dirigente. El golpe de estado financiero provocado por la Troika lo llevó a la derrota y capitulación política -no escrita en un moderno “Tratado de Versalles”- y se le han impuesto aberrantes condiciones económicas para conducir a Grecia al caos, el desamparo y la humillación que culminen con el desalojo de Syriza del gobierno.

El llamado al plebiscito que Syriza promovió poco antes del fin de la negociación constituyó una iniciativa inédita y audaz. Lo que estaba en juego era un SÍ o un NO al paquete de reformas y ajustes exigido por la Troika para evitar la quiebra de Grecia. El triunfo de Tsipras que postuló un NO fue contundente y éste lo vivió como un respaldo que favorecía su postura en la negociación. Pero a los alemanes comandados por Schläuble y Merkel les importaba poco porque especulaban con la certeza de que Tsipras no quería abandonar el Euro. Desde mucho antes, cuando Syriza daba aún sus pasos iniciales de acercamiento al gobierno, la afirmación de su pertenencia al Euro era una clave nodal de su discurso. Porque para ganar el centro de la escena política y proyectarse al poder había que estar en consonancia con los sentimientos de las mayorías griegas, ampliamente identificados con el espíritu europeo. Y atados al Euro por lo que entendían su conveniencia y sus expectativas. Nadie en Grecia que aspirara a ser mayoría podía sugerir la eventualidad del Grexit. Merkel lo sabía e incluso a contrapelo del FMI, podía entonces seguir apretando la soga al cuello de Tsipras, ignorando sus devaneos con Putin. No faltaban razones para ello: una salida no programada, sino forzada por la quiebra sin siquiera moneda propia, significaría un salto sin red hacia la nada. El cálculo comparado del desastre aparentaba ser, y seguramente lo era, una perspectiva inmediata mas dolorosa y grave.

Esto llevó a Tsipras a “incumplir” el mandato del plebiscito en cuanto al contenido del ajuste, pero acorralado por la falta de mandato para salir del Euro. La Troika fue implacable, la derrota arribó y Tsipras firmó la capitulación. Hay una izquierda, allá y acá, que dice, cree, que fue una claudicación y una traición al interés de la nación, una entrega de la dignidad griega y manifiesta su desaliento, justificado. Los mas contemplativos hablan de un serio error. Hay también quienes ven en el encadenamiento de condiciones y circunstancias el origen inexorable de la tragedia griega. Difícil es definir un balance ya. Seguramente el tiempo, y sobre todo los pasos posteriores del corto plazo del ajuste que se cumplirá inexorable, permitirán visualizar la verdad. Comparan la valentía de Néstor que se plantó y forzó la quita y alcanzó una razonable reestructuración de la deuda externa. Pero sin restar méritos de la audacia y decisión política que tanto Néstor como Cristina le imprimieron a su política exterior y particularmente a la negociación con los acreedores, es necesario recordar que la Argentina ya había quebrado en el 2001, que estábamos ya en el default, que ya se había quebrado el corset del 1 a 1 con el dólar y producido una enorme devaluación, que nosotros no teníamos el corset de la moneda común con la Comunidad de naciones circundantes como los griegos, que quienes fueron los que tenían el timón en la Argentina de esos momentos no pudieron retenerlo, que Argentina cuando asume Néstor tiene un background incomparable con la escalada del precio de los commodities y su riqueza agropecuaria y finalmente pero no menor, sus socios comerciales estaban en los países emergentes y que el Mercosur había sido ya creado con la participación de Alfonsín y que la emergencia China ya prefiguraba su carácter estratégico. Las condiciones para que políticos avispados, audaces y sobre todo con un fuerte carácter nacional y popular como los Kirchner se hicieran presentes en el escenario político sudamericano estaban creadas.

Sin embargo para alcanzar una comprensión más aproximada de lo sucedido en Grecia es necesario examinar los hechos desde la perspectiva mas abarcadora del contexto europeo e internacional y el desenvolvimiento de la crisis mundial que desde el 2008 viene multiplicando los conflictos y agudizando todas las contradicciones. Es necesario recordar que desde principios del 2014 comienza –casi en el otro extremo del continente- la fase crítica de la situación en Ucrania, con la caída de Yanukovich y la casi inmediata secesión de Crimea, que es asimilada a Rusia y seguida por una guerra de baja intensidad entre Rusia y la Otan por interpósitas fuerzas. EEUU es el principal instigador que conduce al resto de Europa a un conflicto no deseado y tibiamente resistido por Alemania. El boicot a Rusia que EEUU exige a sus socios está sostenido a costillas de la Eurozona, que pierde millones de dólares en su intercambio comercial con esta potencia reemergente. Pero sobre todo es la imposición imperial americana que le baja el copete a Merkel en su ambición de hegemonizar al resto de Europa.

Grecia ahora aparece como un segundo round donde Alemania va por su desquite, con agresividad y sin vacilaciones ante la contrariedad norteamericana que solo ve de Grecia su papel en la OTÁN, de plataforma para la contención en la frontera sur europea, frontera caliente si las hay, entre la civilización opulenta del capitalismo europeo y el Asia salvaje, petrolífera y fundamentalista, que se desangra en facciosas guerras intestinas y terrorismo instrumental. Por supuesto que no hay opulencia en los fortines fronterizos griegos: tan sólo un armamentismo desmedido en relación a su tamaño y su billetera. Los abundantes submarinos (8) son pagados con deuda a sus fabricantes alemanes.

La Troika conducida por Merkel sabe que la embestida anti griega pone además de rodillas a la tradición democrática europea y a toda la dirigencia de sus países sin excepción, le permite recobrar los antiguos sueños de superioridad y dominio sobre el resto de Europa de la oligarquía industrial-financiera alemana, comenzados en la segunda mitad del siglo XIX y frustrados dos veces durante el siglo XX, dos guerras mundiales mediante. Pero también explica que inevitablemente salte a la luz el enojo norteamericano, empeñado en un rediseño geoestratégico global en función de su confrontación esencial con China y Rusia. El comando político militar yanky entiende que decidir dónde distender y dónde ajustar las clavijas es su prerrogativa esencial y que al gobierno de Alemania se le pueden permitir ciertos devaneos en tanto y en cuanto no afecte sus intereses globales.

Desde ese lugar es esperable el tercer round, que puede provenir tanto del fracaso del pomposo como inconsistente “acuerdo” impuesto por Schäuble a Tsipras, útil para humillar a la izquierda griega pero que no logrará más que trazar un círculo de elevación de la crisis, como de la respuesta norteamericana que persistirá en mojonar su estrategia esencial con la mirada en el conflicto mundial y para quien el destino de Grecia y su pueblo es casi indiferente. Pero no para la naciente nueva izquierda europea, sacudida por el infortunio de su destacamento griego. Podemos –quien se veía cerca, en tiempo y forma- del poder en España es la principal afectada y en cierta medida sus ánimos y expectativas se acomodarán a la baja si Grecia no logra eludir el tembladeral.

Es cierto que la historia abunda en ejemplos de derrotas que anticiparon victorias decisivas. Moncada es un ejemplo. Pero también de victorias pírricas, por lo que no hay presunciones válidas que no se anclen en la experiencia particular, concreta, única y a veces insondable. A las consideraciones precedentes habría que añadir que una derrota apabullante produce daños que es necesario verificar, paso a paso y lugar por lugar, como navío de guerra por su capitán después del bombardeo.

El miedo es una consecuencia lógica de esta derrota, miedo buscado ex profeso por Angela Merkel y Schäuble al extremo de pretender luxemburguizar el centro de decisiones de la gran barata a realizar con los bienes restantes de los griegos. Españoles tomad nota!! Hacia allí los conduce Podemos y los resultados electorales de Noviembre no se resuelven sólo en el plano de militancia en el territorio sino en la resistencia que se emprenda ya para frustrar los planes de la Troika. Porque ese es el fantasma que ahora recorre a la Europa de los pobres.

Para dar vuelta la pendiente del desánimo de las izquierdas, Syriza tendría que encontrar un arma de resistencia que permita restaurar la autoestima transformadora, un túnel de salida del laberinto al que lo empujaron los poderes europeos, una alternativa que no condene a Tsipras a ser el gerente del ajuste. Casi la piedra filosofal.

También dependerá de ello el lugar que le destinará la historia turbulenta de las últimas semanas: ¿quedará como un blando dirigente que mostró, en el momento preciso y necesario, su entraña claudicante y los contornos confusos de un error o una traición? ¿o será reivindicado como un gladiador derrotado que se levanta de la arena para proseguir el combate?

Las condiciones internacionales no se muestran favorables para Grecia. Si ni el pueblo griego ni su actual gobierno se mostraron efectivamente dispuestos al Grexit (la salida del Euro y algo más) no es tan sólo un problema de maduración de la propia conciencia. Los gestos escasos de respaldo de China y Rusia (esta última esbozó tan solo algunos) muestran aún las limitaciones de los BRICS y sus instituciones para erigirse en alternativas claras ante la decadencia del sistema imperial conducido por los norteamericanos y paraguas de última instancia de los devaneos europeos. La solución no vendrá de afuera. Dependemos de las reservas combativas del pueblo griego y de la rapidez con que se produzca la maduración de su izquierda gobernante y de la nueva izquierda sud-europea.

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