Alejandro Nadal, La Jornada
La economía neoliberal se encuentra en mal estado. Su aspecto recuerda el soneto de Percy Bysshe Shelley, Ozymandias. En él un viajero que ha recorrido tierras remotas relata su encuentro con unas ruinas: dos piernas de granito, sin tronco, yacen en un desierto. Cerca en la arena, rotas, las facciones de un rostro duermen, el labio contraído por el desdén. En lo que queda del pedestal, estas palabras: Me llamo Ozymandias, rey de reyes. ¡Aprende en mi obra, oh poderoso, y al verla desespera! Nada más permanece. Y en torno a la ruina del colosal naufragio, sin límites, se extiende la arena lisa y sola que en el principio era. (La traducción es del poeta español Leopoldo Panero).
El imperio efímero del rey de reyes es un recordatorio a todos los poderosos. La invocación en el pedestal exhorta a los que se han creído omnipotentes para que reconozcan que no sobrevivirán el embate del tiempo. Es un llamado a los ricos y arrogantes de siempre.
Frente al espectáculo desolador de estas ruinas del neoliberalismo, algún viajero futuro recordará la destrucción del mundo natural que acompañó la insolencia y altanería de un mundo en el que todo es una mercancía. Entre estos recuerdos su mente viajará obligadamente a los espacios de la mega fauna de África y Asia.
La vida silvestre se ha convertido en un lucrativo negocio en África. Búfalos, hipopótamos, rinocerontes, leones, antílopes, elefantes, cebras y docenas de otras especies son cazados cada año en esquemas de una nueva industria llamada cacería enlatada. Es una industria que ofrece satisfacción inmediata a los deseos de matar.
Si usted piensa que la cacería de leones en África es cosa del pasado, se sorprenderá cuando sepa que cada año son cazados alrededor de mil 500 ejemplares adultos. El 60 por ciento de los trofeos va para Estados Unidos (un buen porcentaje corresponde a cazadores mexicanos).
La mayoría de estos leones son cazados en terrenos cerrados que pertenecen a una empresa vendedora de lo que hoy se conoce como cacería enlatada. Los leones provienen de granjas en las que cada etapa de su crecimiento es una oportunidad de lucro. Se calcula existen unas 160 granjas de leones para cacería de trofeos, con un total de 5 mil ejemplares en cautiverio, listos para satisfacer la fantasía de algún cazador rico. La cacería propiamente dicha se lleva a cabo en terrenos cercados y frecuentemente los animales son atraídos con carnada mientras el cazador espera con su rifle de alto poder.
De cachorros los leones son usados en zoológicos infantiles para que los niños puedan acariciarlos y sacarse unas fotos. Más tarde, los jóvenes leones sirven para que los turistas paguen para salir a caminar acompañados de uno de estos grandes felinos. Ya en la vida adulta, el derecho a matarlos y obtener su cabeza como trofeo es vendido directamente (usted puede ver los precios en los anuncios en Internet). La tarifa puede alcanzar hasta 60 mil dólares, dependiendo de la edad y la melena en el caso de un león macho (ese monto no incluye guías, ayudantes y cargadores). Hasta muertos los leones sirven en aras de la rentabilidad: el polvo de huesos es vendido a intermediarios que lo colocan con minoristas que venden remedios de medicina tradicional en varios países de Asia.
Se ha dicho que la cacería de trofeos realiza una importante contribución para la conservación. Algunos funcionarios del gobierno en Sudáfrica han afirmado que esta actividad produjo más de 110 millones de dólares en 2013. Eso es equivalente a una milésima parte del valor total de las exportaciones de Sudáfrica y es una cantidad irrisoria si se le compara con las necesidades de conservación en ese país.
Los que apoyan la cacería de trofeos (y la cacería enlatada) sostienen que los recursos generados sirven a las comunidades que están cerca de las propiedades y fincas en las que se ubican las granjas de leones. Pero el Consejo internacional de cacería y conservación de vida silvestre calcula que apenas 3 por ciento de los recursos gastados por ricos buscadores de trofeos llega efectivamente a las comunidades.
Las granjas para surtir la industria de cacería enlatada no tienen nada que ver con la conservación. A la larga la cacería enlatada va a contribuir al empobrecimiento del acervo genético de estas especies. El resultado es que en unos cuantos años estaremos enfrentando la extinción de esta especie emblemática. Los leones no son los únicos afectados: la introducción de tigres en la cacería enlatada ya comenzó y se encuentra en aumento. Por supuesto, esta orgía de sangre disfraza y esconde la cacería ilegal.
Hoy la destrucción de fauna africana se lleva a cabo a un ritmo desenfrenado. Por ejemplo, cada año son asesinados ilegalmente entre 22 mil y 35 mil elefantes para quitarles los colmillos y vender el marfil en los mercados legales e ilegales de todo el mundo. ¡Unos cien elefantes diarios para alimentar el mercado mundial de marfil! Los ricos y arrogantes tendrán que ver su imagen en las ruinas del rey Ozymandias y perder su esperanza. Su altanería camina sobre pies de barro.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario