Alfredo Jalife-Rahme, La Jornada
Dejando de lado el rescate de China a mediados de diciembre para impedir el colapso del rublo ruso de los avernos financieristas anglosajones de Wall Street y la City, como delata el británico Alastair Crooke en Conflict Forum, ahora la diplomacia china sale al quite en forma inusitada para apuntalar al zar Vlady Putin en su postura ante Ucrania.
Con clarividencia pasmosa, Qu Xing, embajador chino en Bélgica –sede de la OTAN y la Unión Europea (UE)–, en entrevista con la agencia oficial Xinhua, aseveró que la naturaleza y la raíz de la crisis en Ucrania se deben a los juegos entre Rusia y los poderes occidentales, que incluyen a Estados Unidos y la UE.
Su declaración exhuma el clásico gran juego geopolítico de Gran Bretaña contra Rusia en Afganistán /Asia central, con el fin de impedir a Moscú su salida a los mares calientes.
En forma subliminal también apunta los funestos juegos de Brzezinski –ex asesor de Seguridad Nacional de Carter e íntimo de Obama– mediante su concepto superbélico de los Balcanes euroasiáticos, que plasmó en su anacrónico libro de hace 19 años El gran tablero de ajedrez mundial.
No es lo mismo el acmé del momento unipolar de Estados Unidos –que no supo aprovechar– que el presente momento multipolar, a mi juicio, tripolar geoestratégico, que comparten Estados Unidos, Rusia y China, en un G-3 que no se atreve a pronunciar su nombre.
¿Es Ucrania la nueva trampa que la dupla Brzezinski/Obama tiende a Rusia para que se empantane miserablemente como le sucedió en Afganistán en la década de los 80 del siglo XX?
Qu Xing subraya lo consabido: las regiones occidentales y orientales de Ucrania difieren en cultura, grupos étnicos, comprensión de la historia y desarrollo económico y social, lo que han azuzado fuerzas foráneas que alientan su corrupción severa y deterioraron su débil economía.
Qu Xing señala que Rusia se siente angustiada de que Occidente pueda estrangular su espacio geográfico al extender su influencia en los países de Europa oriental, incluyendo Ucrania.
Basta leer las ominosas amenazas de StrobeTalbott –subsecretario de Estado con Bill Clinton, quien balcanizó Yugoslavia– y del israelí-estadundense George Friedman, director del polémico Stratfor –considerado la CIA de la geopolítica de Estados Unidos–, quienes advierten la inminente balcanización de Rusia y su cambio de régimen.
Brzezinski, Obama y Leo Panetta –ex director malhadado y malvado de la CIA– manejan la expulsión de Putin y su recambio por Medvediev para mejorar las relaciones con Occidente ( whatever that means).
A juicio del embajador Qu Xing, el involucramiento de Estados Unidos en la crisis de Ucrania se puede volver una distracción de su política exterior, incluyendo su estrategia de requilibrio, cuando Washington no desea ver su presencia debilitada en cualquier parte del mundo y sus recursos están limitados (¡supersic!), por lo que será muy difícil en cierto punto que sustente su influencia en los asuntos exteriores.
El embajador chino tiene la condescendencia de considerar a la UE entre las grandes potencias –se infiere, además de Estados Unidos, Rusia y la propia China–, a quienes apela a repensar sus conceptos en los asuntos globales con una nueva mentalidad de ganar-ganar en lugar de una suma cero en seguridad, como lección de la crisis de Ucrania.
Aporta como prueba la alta sensibilidad de la propia seguridad occidental, pese a su enorme poderío militar, cuando Estados Unidos tiene un sistema poco transparente de revisión de seguridad nacional para las megafusiones de los inversionistas foráneos, mientras despliega sistemas misilísticos balísticos de defensa en todo el planeta que no garantizan su seguridad absoluta.
Mi pregunta tonta: ¿cómo puede Estados Unidos, tan ultrasensible en su propia seguridad nacional, ser tan insensible a la inseguridad ajena?
Con tal mentalidad unilateral no será posible resolver la crisis de Ucrania, porque una cosa es la legítima seguridad de Estados Unidos, siempre y cuando no colisione con la de las grandes potencias, y otra es la seguridad propiamente dicha de Europa, con todo su historial específico, no se diga de Asia entera.
Qu Xing expresa su axioma nodal: Occidente debe tomar en consideración las preocupaciones reales de seguridad de Rusia. ¿Y si no?
Pues que no se preocupe tanto Qu Xing, que Putin se las arreglará para que tomen en cuenta la seguridad nacional de Rusia en la era post Crimea, con el único lenguaje disuasivo que por desgracia solamente parece entender Estados Unidos: el militar.
Todo el espectro político de Francia –única potencia nuclear continental en Europa con su force de frappe (poder disuasivo)–, que ha recuperado espectacularmente el legado gaullista, sí entiende los alcances de una guerra entre Estados Unidos y Rusia por Ucrania; y Alemania, en menor medida, después del breve extravío de la canciller Merkel en su filípica de Australia.
En forma atinada, Qu Xing advierte que la UE y Estados Unidos tienen la misma estrategia respecto de Ucrania, pero difieren en cuanto a su disímil táctica, ya que también su geopolítica es dispareja, por lo que la UE ha adoptado un abordaje más pragmático.
Obvio: Estados Unidos se encuentra lejos de Ucrania, mientras que Rusia y Ucrania, con sus virtudes y/o defectos, forman parte del espacio geográfico europeo.
Qu Xing comenta que definitivamente (sic) el caos en Ucrania causará inestabilidad en Europa, además de que la UE depende energéticamente de Rusia.
Tampoco hay que soslayar los alcances de la guerra geofinanciera israelí-anglosajona, porque quizá a Estados Unidos le convenga incendiar a toda Europa para encender el cigarro del dólar que se ha revaluado mientras el rublo y el euro se han desfondado.
Qu Xing contempla un escenario en el que Francia y Alemania se puedan excusar de sus compromisos de Minsk-2 con Ucrania y Rusia con el pretexto de que Estados Unidos no participó en las negociaciones.
China se pronuncia por los principios de no interferencia, respeto a la soberanía e integridad territorial de Ucrania, país del que ha sido amigo, por lo que apela a una salida política que tome en cuenta la seguridad nacional de Rusia.
Léase: su finlandización, es decir, su neutralidad –ni OTAN ni Grupo de Shanghai ni UE ni Unión Euroasiática–, mediante una federación con amplia autonomía para las regiones rusófonas/rusófilas de Novorossiya (Ucrania oriental).
La evaluación de la agencia británica Reuters sobre la declaración de Qu Xing es prístina: una postura de China abierta e inusualmente franca de apoyo (¡supersic!) a la posición de Moscú en la crisis de Ucrania.
Yo no iría tan lejos como Zero Hedge para aseverar que el apoyo explícito o implícito de China a cualquier campo haría toda la diferencia, sin mencionar el eje más formidable del mundo, cuando el triunfador resultó el embajador de China en Bélgica: Qu Xing.
Ahora se entiende –el mismo día del acuerdo Minsk-2– la invitación de Obama al mandarín Xi a Washington en septiembre.
Las sanciones de Estados Unidos y la UE contra Rusia pueden fenecer en China, cuyo apoyo financiero es decisivo.
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Tomado de La Jornada
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