Hollande se felicitaba el pasado 7 de mayo por la superación en Europa de una “etapa mayor” que va “en el sentido de lo que ha defendido siempre Francia”. En efecto, los ministros de finanzas de los 11 países miembros habían llegado a ponerse de acuerdo la víspera sobre la primera etapa de la puesta en marcha de un impuesto sobre las transacciones financieras...
Ésta aparecería en Europa en 2016 y no afectaría en realidad más que a una parte reducida de los productos financieros. Más franco que Hollande, el diario financiero Les Échos daba su diagnóstico:
“un impuesto sobre las transacciones financieras (ITF) que sea una verdadera tasa Tobin no verá probablemente la luz nunca”. James Tobin fue un economista americano que, espantado por la amplitud de las transacciones con las monedas (compras y ventas), lanzó en 1972 la idea de ponerles una tasa para limitar su efecto desestabilizador sobre las economías. Como los especuladores juegan sobre variaciones limitadas de las tasas de cambio, la idea es que una tasa, incluso pequeña, disuadiría la realización de numerosas operaciones. Attac en 1998 retomó la propuesta de Tobin pero extendiéndola al conjunto de las transacciones financieras. El NPA se ha inscrito en el movimiento militante en favor de un impuesto así subrayando sus límites: no bastaría para hacer frente a la especulación financiera, sigue siendo necesario instaurar controles de todos los movimientos de capitales y socializar el sistema bancario.
Vaciado de todo contenido
En el contexto de la crisis de 2008, algunos gobiernos (en particular Francia y Alemania), el Parlamento europeo y la Comisión de Bruselas se han pronunciado a favor del impuesto. Se trataba de hecho de crear un cortafuegos en relación al descontento popular suscitado por los miles de millones de euros de ayuda a los bancos sin contrapartidas.Luego, según se sucedían los consejos de ministros y de jefes de estado europeos, el proyecto se ha vaciado cada vez más de su contenido. Despreciando los compromisos tomados por unos y otros: Hollande en su célebre discurso de Bourget en enero de 2012, Merkel en el acuerdo de coalición realizado en noviembre de 2013 con los socialdemócratas alemanes. Sobre todo porque se agitaban los lobbies bancarios. Éstos han sido oídos, en particular por los socialistas franceses: en el verano de 2013, el ministro de economía y finanzas de entonces, Pierre Moscovici dió marcha atrás, denunciando la “proposición excesiva” de la Comisión.
En el proyecto adoptado hace algunos días por los ministros europeos, la tasación de los productos derivados queda por tanto remitida a las calendas griegas. El proyecto inicial de la Comisión preveía 35.000 millones de ingresos, la tasa debería finalmente procurar unos 5.000 millones... Es menos ambiciosa que un impuesto ya existente en Gran Bretaña y llamado “stamp duty” (derecho de timbre).
La ONG inglesa Oxfam denuncia el “engaño” y Attac se indigna por el papel importante de la Francia de Hollande en este retroceso. El capital ha ganado: no es extraño cuando se ve la prisa de los gobiernos europeos, tanto de derechas como de izquierdas, por satisfacer el más mínimo de sus deseos.
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