Los funcionarios de aduanas indios tienen mucho más trabajo de lo normal estos días en su intento por detener la importación ilegal de oro. Pero su batalla es frustrante. Los pandilleros pagan a los traficantes hasta 50.000 rupias, alrededor de 560 euros por traer oro, por ejemplo de Dubai. Los indios están obsesionados con el oro en este momento. Como el valor de la rupia ha caído tanto muchos recurren a los activos tangibles. El Gobierno ha aumentado el impuesto a las importaciones de oro como una forma de apuntalar la moneda del país, pero esto solo ha provocado una mayor huida de los inversores cautelosos.
Hace apenas diez días, la divisa nacional india y la Bolsa de Bombay sufrieron caídas históricas que dispararon la preocupación en el gigante asiático, incapaz de reconducir el camino de su renqueante economía pese a las continuas medidas políticas. El Gobierno indio y el Banco Central han anunciado un paquete de medidas para contener la caída, entre las que figuran restricciones y aranceles a la importación de oro, imposición de derechos de aduana sobre los televisores de pantalla plana y restricciones a las inversiones de ciudadanos indios en el exterior. Pero poco a servido para contener las pérdidas.
Der Spiegel piensa que hay dos razones principales que explican el crash que vive la divisa. La primera es que los inversores han perdido la fe en el milagro económico de la India y en sus políticos. El crecimiento se ha reducido casi a la mitad, la balanza comercial cada vez arroja datos más negativos, los precios de las acciones están prácticamente en caída libre y la inflación profundiza la brecha entre ricos y pobres. La segunda razón, sin embargo, es algo sobre lo que las autoridades de Nueva Delhi tienen poco control: la llegada del fin de los estímulos monetarios en Estados Unidos. Gran parte del dinero que la Reserva Federal ha lanzado al mercado como una forma de estimular la economía ha hecho con el tiempo su camino a la India o a otros mercados emergentes, y ha hecho subir los valores de propiedad y precios de las acciones.
Los fondos de inversión extranjera han reducido su participación en la economías emergentes de la región, en medio del miedo a que la Fed adelante la retirada de los estímulos, según los analistas. Los analistas se muestran muy pesimistas ante la efectividad de las iniciativas impulsadas desde el Gobierno y creen que el país asiático -con pocas reservas de divisa extranjera y un alto déficit por cuenta corriente- se halla en una situación vulnerable que podría afectar mucho al crecimiento económico. Tras la década más próspera de su historia en cuanto a rendimiento del PIB -con subidas cercanas a los dos dígitos- la India sufrió en los dos últimos años fiscales una notable desaceleración.
Atrapados entre dos gigantes
China creció un 7,6% durante el primer semestre del año. Como la economía china lucha por estabilizar su economía, sus importaciones de materias primas de otros países de industrialización reciente se reducen también, lo que significa que los vecinos del sudeste asiático de China, en particular, están sufriendo en dos frentes. Indonesia, Malasia y Tailandia están ahora no sólo exportando menos a China, sino que también se ven obligados a esperar y ver cómo los inversores huyen en masa de la rupia indonesia, el ringgit de Malasia y el baht tailandés.Todo esta situación trae algunos recuerdos desagradables, apunta Der Spiegel. En estas llamadas "economías tigres", tras un período de crecimiento artificialmente inflado, se desencadenó la crisis financiera asiática de 1997. Esa debacle comenzó en Tailandia, donde la nueva clase media rica construyó rascacielos y mansiones y compró coches de lujo, todo a crédito. Cuando esta burbuja se hizo evidente, los hedge funds en Londres y Nueva York comenzaron a especular sobre un accidente del baht.
En esta ocasión, los países recientemente industrializados están mejor armados contra la fuga de capitales. Después de haber aprendido la lección de la crisis financiera de Asia, han aumentado sus reservas en moneda extranjera y parcialmente reformado sus sectores bancarios. Aún más importante, sus monedas ya no están vinculadas al dólar. Aún así, los países en desarrollo se encuentran en una situación difícil. En caso de ser necesario frenar la fuga de capitales, tendrían que subir las tasas de interés considerablemente, pero al hacerlo podría provocar que la economía del país se pare. La economista india Jayati Ghosh advierte que esto daría lugar a disturbios sociales. Los gobiernos de India e Indonesia son particularmente recelosos de causar ese tipo de escenario de pesadilla: tienen elecciones en el próximo año, concluye Der Spiegel.
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