Desde agosto de 2007, los bancos centrales de los países industrializados han intervenido masivamente para neutralizar el impacto negativo de las burbujas desatadas por el sistema financiero. Sin embargo, a seis años e estas prácticas, la economía se encuentra en una situación tan débil como al comienzo y el panorama global no ofrece perspectivas reales de recuperación. El desempleo en los países de la zona euro se ha empinado al 12% y en España y Grecia supera el 26%, sin ninguna perspectiva de un rápido descenso en el corto plazo.
En este período de seis años los bancos centrales han acudido a todo su arsenal de políticas inyectando masivas cantidades de dinero y reduciendo la tasa de interés a niveles cercanos al cero por ciento. En paralelo, y desde 2010, los gobiernos han implementado drásticos planes de austeridad fiscal, como si los problemas de la actual crisis hubieran sido detonados por un excesivo gasto público. Los problemas, como hemos señalado en varios momentos, no han sido generados por la deuda pública sino por la deuda privada que en muchos casos triplica el Pib de los países. Por ello que aplicar recortes presupuestarios no solo ha sido nefasto sino que ha sumergido a los países en una crisis más profunda.
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