“Tengo 38 años y tres hijos. El mayor, de ocho años. El menor, de dos. Hace 20 meses, mi marido, que es economista, ganaba 3.000 euros, y yo, 1.500. Vivíamos muy bien en Lisboa. Ahora, mi marido gana 2.800, y yo, nada, porque estoy en el paro. Trabajaba en una productora. El año que viene mi marido ganará 2.600, más o menos. Ya no vamos de vacaciones al Algarve. Vamos al pueblo. Ya no podemos apuntar a los niños a las actividades extraescolares. Se quedan en casa. Ya no hay dinero para una empleada de hogar. Lo hago yo. Ya no voy al gimnasio del barrio, que por cierto está vacío. Ya no me compro libros o voy al cine como antes, sin mirar el dinero. Todo ha ido a peor”. La mujer, que prefiere no decir su nombre, colabora de voluntaria en una ONG portuguesa, y añade mirando de frente: “Antes íbamos todos los viernes a un restaurante al centro comercial a comer. Ahora no. No solo por el dinero, sino por reeducar a los niños. Mis padres me educaron en el ahorro, venían de un mundo duro. Pero mis hijos han crecido en un entorno pudiente que me temo que va a desaparecer para siempre. Se van a tener que acostumbrar a vivir peor de lo que han vivido hasta ahora. Hay que alertarles”.Lea el artículo en El País
Una mirada no convencional al modelo económico de la globalización, la geopolítica, y las fallas del mercado
domingo, 16 de septiembre de 2012
La austeridad y la recesión asfixian a Portugal
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