Jacques Sapir, Viento Sur
España conoce hoy día una crisis bancaria sin precedente, consecuencia directa e indirecta de su pertenencia al euro. El euro aceleró el fenómeno de desindustrialización de la economía española, que se replegó hacia el sector de servicios e inmobiliario. Los bancos lo financiaron, prestándoles ya a los agentes inmobiliarios y empresarios, ya a los hogares. Los profesionales fueron los primeros tocados por la crisis, incapaces de vender las viviendas sea a los turistas, sea a la población.
La dinámica de la construcción se invirtió brutalmente. Se pasó de la construcción de 1 millón de viviendas por año a unas 80 mil hoy en día, ¡una división por un factor de 12! De ahí viene la explosión del desempleo. La rápida contracción de la construcción arrastró en su caída al conjunto de la economía. Y tuvo importantes consecuencias en la solvencia general del país. Los hogares, golpeados por un desempleo creciente que alcanza a un 24,4% de la población activa, no pudieron hacerle frente a los intereses de sus deudas y los impagos se acumularon. La morosidad alcanza una tasa igual a un 8,3% de los activos de los bancos.
Un modo muy simple de estimar el monto de las necesidades bancarias consiste en considerar el stock de 3 millones viviendas vacías, o sea 2,5 millones por encima de lo considerado “normal” por los agentes inmobiliarios. Si se estima el precio medio de una vivienda en 100 mil euros, un stock de 2,5 millones representa un total de 250 millones de euros de créditos “muertos”. Siendo optimista, se puede pensar que de aquí a 2 o 3 años, y admitiendo una baja de precios de la mitad, estas viviendas puedan encontrar comprador. Esto significaría que hay por lo menos 125 mil millones de euros de pérdidas, sólo para el sector inmobiliario. A las que hay que agregar las que provienen de la crisis económica engendrada por los diferentes planes de austeridad.
También se debe considerar que, en el sistema bancario, “las pérdidas engendran pérdidas”. En claro, los créditos irrecuperables sirvieron de garantía para operaciones que a su vez se encuentran desestabilizadas por la revelación de estas pérdidas y que vienen a agregarse al stock de pérdidas inicial. La desvalorización de nuevos activos genera a su vez la desestabilización de las operaciones que vienen, y prever la suma total se transforma en un ejercicio aleatorio. La agencia Fitch pasó así de una previsión de 30 mil millones a otra de 30 a 100 mil millones y, lógicamente, degradó la nota de España a BBB.
Sin embargo, esta estimación es inferior a la realidad y será reevaluada al alza de aquí a un par de meses. España deberá encontrar, de aquí a diciembre, 82 mil millones para financiar su deuda, más 16 mil millones para la deuda de la regiones (que perdieron el acceso a los mercados financieros en el 2011), o sea un total de 98 mil millones de euros. Las necesidades totales de España, sólo para estabilizar su sistema bancario, estarán más cerca de 250 a 300 mil millones de euros, de los cuales la mitad de aquí a fines de año. Si nos basamos en la suma de 125 mil millones (monto mínimo) de necesidades “reveladas” en el curso del 2012, eso significa que las necesidades de financiamiento serán por lo menos, de aquí a diciembre, de 223 mil millones (125+98). Los 16 mil millones para sostener las regiones están subestimados y la cifra real es de 30 mil millones. Eso implica que España debe encontrar, en los últimos seis meses del año, 237 mil millones de euros.
No sorprende pues que el alza de tasas excluya de facto a España de los mercados financieros, que se verá obligada a pedir la ayuda del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEE) y de hecho ya pidió una ayuda el 9 de junio del 2012. El déficit público para el ejercicio 2012, cualesquiera sean las hipótesis que se puedan hacer, subirá fuertemente. Los operadores ya anticiparon esta situación, lo que explica los problemas cada vez más agudos encontrados por España para financiarse en los mercados financieros.
Detrás de España sin embargo, se perfila el problema de Italia. Este último se explica en dos elementos: una deuda que representa 120% del PIB, y un crecimiento muy débil desde hace años y que fue anulado por las medidas que tomó Mario Monti apenas transformado en Primer Ministro. La política de Mario Monti es un fracaso: no sólo eliminó el crecimiento y hundió al país en la recesión, sino que además provocó, por un mayor rigor fiscal, una agravación sensible de la situación de las pequeñas y medianas empresas. La recaudación fiscal topó techo en abril y comenzó a bajar en mayo.
Como era previsible, la política de rigor presupuestario llevada al extremo provocó una asfixia de la economía, que a su vez generó una baja de la recaudación fiscal. Italia tampoco cumplirá sus objetivos de déficit para 2012. Problema que se suma a una desconfianza aún mayor por parte de los bancos y de las empresas italianas hacia las políticas de Mario Monti. Esta desconfianza se traduce por importantes salidas de capitales y sobre todo por una rarefacción de la oferta de ahorro contra títulos públicos de la deuda italiana.
El resultado es el alza regular de las tasas de interés desde el mes de marzo. Hoy día ya están al nivel alcanzado a fines del verano de 2011, claramente insoportable para el país. En los próximos meses se producirá una rápida degradación de la situación italiana, que debiese conducir al gobierno de Roma a solicitar a su vez una ayuda de la zona euro. Ahora bien, el monto de la deuda italiana está en torno a los 2 billones de euros. Si Italia conoce una crisis de liquidez, estará a la altura de esa deuda y las necesidades de financiamiento estarían comprendidas entre 500 y 850 mil millones de euros. Montos que saturan las posibilidades del MEE.
El drama español, por espectacular que sea, no debe ocultar el problema fundamental de la deuda italiana. Si España pierde la confianza de los mercados (lo que ya ocurrió) la especulación se portará sobre Italia. Como la ayuda europea está por debajo de las necesidades de España, la situación de Italia se degradará muy rápidamente.
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