lunes, 23 de junio de 2008

Crisis educacional

La Concertación en el banquillo

La concertación nuevamente ha caído en su propia trampa. Por aceptar hace dieciocho años toda la herencia pinochetista, y sin tener un programa económico “de cambio” -pues los Foxley y Velasco ha seguido la más dura ortodoxia neoliberal- hoy el gobierno de Bachelet hace agua por los cuatro costados. Y el entrampamiento de la reforma educacional así lo demuestra.

Hasta 1973 el Estado ofrecía educación gratuita de reconocida calidad al 30% de los chilenos con un presupuesto que llegaba al 7% del PIB. Quienes hoy son ministros o parlamentarios (para que hablar de los empresarios) olvidan que accedieron a la educación gratis, y que hasta la universitaria se las brindó el Estado sin miramientos de clases. Esa estrategia de desarrollo, mantenida bajo gobiernos de muy diversos signos, fue el instrumento principal de la gran transformación social que vivió el país desde mediados del siglo XX, al potenciar el desarrollo de la clase media generando un salto cualitativo que contribuyó incluso a la obtención de dos Premios Nobel.

Con la dictadura pinochetista todo eso fue desmantelado, y pese a los esfuerzos de los gobiernos concertacionistas, el presupuesto que destina el Estado a Educación llega apenas al 3,5% del PIB, es decir la mitad de la proporción que tenía en los 50, 60 y principios de los 70. Los “amarres” de la Concertación con la dictadura han sido develados en estos 18 años y la LOCE es una de sus muestras.

Como es propio del neoliberalismo en su afán de dejar todo al dios mercado, la privatización de la salud y la educación sólo permitió acrecentar la brecha entre ricos y pobres, desplazando a la clase media a la pobreza y llevando a los pobres a la miseria. El mercado educacional impuesto a la fuerza ha producido resultados de baja calidad y alta segregación, entrando a una crisis que es insostenible. La educación se ha convertido en rehén de un sistema inoperante en el cual no existen estrategias de desarrollo y visión de futuro.

Así como el Estado debiera crear planes para fijar los precios de los recursos estratégicos y los alimentos básicos, también debiera velar por una educación gratuita y de calidad en todos lo niveles. Sólo de esta manera es posible pensar en un desarrollo auténtico que proyecte al país hacia un horizonte sin exclusiones que ayude a cerrar la brecha entre ricos y pobres.

El mundo entero está siendo hoy testigo de los peligros sociales de dejar todo en manos del mercado. Un mercado que es salvaje y depredador y no tiene en vista el futuro de la humanidad.

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