La administración Clinton (1993-2000) ralentizó el ritmo de acumulación de la deuda e incluso produjo un importante excedente presupuestario en el curso de sus tres últimos años que de haber continuado podría haber terminado antes de una década con la deuda. Pero la administración de Bush hijo invirtió esa tendencia con reducciones masivas de impuestos y tasas, y con gastos récord que llevaron la deuda a los 10.000.000 millones de dólares actuales. Algunas explicaciones de este descalabro:
Los miles de millones de dólares de la rebaja en impuestos para las personas y sociedades ricas representan una pérdida de ingresos que cada vez se ha compensado con más préstamos. El gobierno se endeuda frenéticamente con los grandes intereses financieros en vez de aplicar los impuestos que correspondería. Por otra parte está el impacto de los gastos militares, que según cálculos de Stiglitz y otros llega a 6 billones de dólares netos.
En tercer lugar, la propia deuda nacional creciente contribuye a la acumulación de más deuda. Como la deuda aumenta, los intereses que hay que pagar aumentan también. Y cada año una parte más elevada del pago de la deuda representa los intereses, por lo que las amortizaciones se estancan. Las matemáticas financieras dan a los intereses la característica de un motor que retroalimenta el circuito multiplicándolo en forma creciente. Esto lo saben muy bien aquellos que compran en una tienda y terminan pagando tres o cuatro veces el valor del producto.
Estos colosales déficit fiscales constituyen una manera de privatizar el propio presupuesto federal. Cuanto más elevada es la deuda, más importante es la parte de cada dólar de impuesto retirado del sector público para alimentar las cuentas privadas de las personas más ricas. Y asimismo, cuanto más elevada es la deuda, más excusas tienen los dirigentes de derecha para deshacer los fondos de los servicios sociales. Así es como no queda dinero para los cuidados hospitalarios, la vivienda y la enseñanza. Y así es como la cantidad de gente que vive en las calles de Florida, Nevada o California aumenta y pasa hambre.
Para obtener dinero prestado el gobierno vende bonos del tesoro. Estos bonos son órdenes de pago reembolsables al cabo de un número determinado de años. ¿Quién cobra los cientos de miles de millones de dólares de intereses anuales de estos bonos? Los ricos: individuos, sociedades, bancos e inversores extranjeros que tiene suficiente dinero como para comprar los bonos. ¿Y quién paga los intereses? Los mismos de siempre: los pequeños contribuyentes que destinan, como en Chile, la totalidad del 19% de su ingreso a IVA.
Esta forma de pago de intereses de la deuda de los EEUU constituye una redistribución de la riqueza producida por las personas que trabajan hacia quienes viven de su riqueza personal, es decir, una redistribución que cada vez tiende a aumentar más la brecha entre ricos y pobres.
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