Pocos saben que fue precisamente en Estados Unidos donde se acuñó el término fundamentalismo, y no referido, como se podría pensar, a las corrientes islámicas, sino para designar a posturas y organizaciones cristianas.
El fundamentalismo surgió en Estados Unidos a mediados del siglo XIX dentro de las Iglesia Protestante, como movimiento conservador, y fue tomando forma con una serie de conferencias, la primera de las cuales se celebró en 1876, para el centenario de la Nación, en las que se abogaba por una interpretación literal de
Las ideas defendidas por los fundamentalistas, aunque a veces con otro nombre, han estado presentes en la historia de todas las religiones y en casi todas ellas se ha producido en el pasado la identificación del orden político y del religioso. Identificación que no se alcanza en la equivalencia, sino más bien en la absorción del primero por el segundo, es decir la política como un servilismo de la religión.
Hoy en día, sin embargo, la mayoría de las sociedades -con la excepción del mundo islámico- se han secularizado. El fundamentalismo religioso casi ha desaparecido del ámbito occidental, convirtiéndose en un fenómeno marginal. Ha surgido, sin embargo, otro tipo de fundamentalismo: el económico. Y es esa teoría económica llamada neoliberalismo, la que pretende ocupar el puesto que antes se asignaba a la religión, exigiendo el mismo grado de adhesión e imponiendo sus dogmas con idéntica fuerza y autoritarismo, de manera que a sus exigencias se supedite incondicionalmente cualquier otro razonamiento.
Si por algo se caracteriza el mensaje económico del neoliberalismo ha sido por las continuas insinuaciones de estar realizando la única política económica posible. No existe otra alternativa, se afirma a menudo en forma rotunda. Se niegan los márgenes de libertad y se nos pretende hacer creer que la economía es una ciencia exacta, más allá de las preferencias políticas. Frases como aquella de "Gato blanco o gato negro, lo importante es que cace ratones", o la de que "No se puede repartir miseria y hay que engordar la torta antes de distribuirla", o "Cuando baja la marea se ve quien tenía bien puesto el traje de baño", tienen como objeto trasladar a la opinión pública la idea de que la eficacia y el crecimiento son la finalidad última de la política económica, y que la equidad y la igualdad suelen ser obstáculos a la hora de conseguir esos objetivos. Frente a esos planteamientos la economía tiene sus leyes rígidas y uniformes, y el pluralismo ideológico y político debe sucumbir ante la verdad técnica de las soluciones económicas.
Lo cierto es que el modelo actual hace agua por todos lados. El neoliberalismo no es solución a los problemas de desigualdad y exclusión. Sin embargo, para muchos, incluído el Gobierno, la economía es a la política como en
Me parece sorprendente que nadie detenga los caprichos de esta ideología destructiva.. parece que lo que antes hizo Nerón o Hitler ahora lo hacen los gobiernos con total impunidad y frente el desconocimiento e ignorancia de la mayoría... qué horror!!
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