Como mono porfiado o payaso que se da de cabezazos en la pared para complacer a su público, el Banco Central mantuvo la tasa de interés en 6,25% en una apuesta netamente reactiva. Era lógico. No podía aceptar el bochorno de haberla elevado el mes pasado en una medida que desconocía plenamente la realidad externa y sólo sumido en la miseria interna de una inflación que escapó a sus manos y al objetivo neto de su misión en la estabilidad financiera.
La medida resulta el doble de contraproducente cuando este mismo día los bancos centrales del resto del mundo como España y Gran Bretaña optaron por bajar sus tasas previendo consecuencias severas frente a la crisis en ciernes. Ya los indicadores de desempleo han comenzado a incrementarse en el país mientras que la presión inflacionaria, con la inyección de 200 millones de dólares al fondo de estabilización del precio del petroleo, se ha licuado a niveles más que razonables: 0.0% en enero.
El Central no tomó en cuenta que los países de la OPEP, previendo la inminente recesión estadounidense, han comenzado a recortar el precio del barril de petróleo que ya bajó de los 89 dólares, es decir 11% menos de la cifra del 2 de enero cuando llegò a los 100 dólares.
Tampoco tomó en cuenta que la brecha entre la tasa interna y la externa (3,0% de EEUU, 4,0% de la Comunidad Europea, frente al 6,25% de Chile) es un elemento que abre el apetito de los capitales especulativos que pueden inundar de dólares a la banca chilena y hacerlo caer aún más (¿hacia los $450?) lo que será un golpe mortal a los exportadores. El Central está apostando a que ésto no se producirá pero a este ritmo y ante las próximos eventos el dólar llegará a los $450 a fines de marzo.
¿Aplicará el encaje el Banco Central cuando llegue la temida invasión de capitales golodrina? ¿Se someterá a discusión el criterio de la Tasa Tobin? ¿Aplicará alguna vez el Central políticas proactivas frente a la crisis? ¿O se limitará al recuento de cadáveres una vez desatada?
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