Una mirada no convencional al modelo económico de la globalización, la geopolítica, y las fallas del mercado
martes, 29 de enero de 2008
AUGE Y ENGORDA DEL IMPERIO
Fue tras la Segunda Guerra Mundial que EEUU se convirtió en la primera potencia del planeta. El colapso del sistema financiero internacional basado en el patrón oro, la guerra arancelaria, pero sobre todo el estancamiento económico que provocó la SGM en Europa y Japón, transformaron a Estados Unidos en la mayor potencia capitalista, con una economía robustecida por el desarrollo de la investigación científica y la tecnología de la industria bélica, junto a la explotación de petróleo del cual era uno de los mayores productores. Además, sin problemas de abastecimiento por el suministro que le proporcionaban los países latinoamericanos, tanto de materias primas como de materiales estratégicos.
Al término de la guerra, ya se había llegado a un acuerdo sobre el nuevo sistema monetario internacional que debía prevalecer en la post-guerra. El primer paso en firme se dio con la Conferencia de Bretton Woods en julio de 1945. EE.UU, como principal nación acreedora del mundo, impuso sus términos ante una Gran Bretaña agobiada por las deudas, una débil posición de balanza de pagos y los daños de la guerra. Y los latinoamericanos, si bien eran cerca de la mitad de países participantes, tenían una capacidad económica mínima para influir en el resultado.
Bretton Woods reflejó las preferencias y prioridades de los estadounidenses, y el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (Banco Mundial) fueron establecidos para funcionar bajo los auspicios de las Naciones Unidas e instalados en la Ciudad de Washington, D.C.
Los fundadores del FMI aspiraban a establecer un sistema multilateral de pagos, con tipos de cambio fijos y libre convertibilidad, compatible con niveles crecientes de producción, comercio y empleo. Deseaban evitar una repetición de las políticas recesivas de los años treinta, cuando los países recurrieron a restricciones comerciales, subsidios y frecuentes depreciaciones de sus monedas para obtener un superávit comercial que los ayudara a resolver sus problemas de desempleo. Sin embargo, cuando todos hacían lo mismo sólo lograban transferir la crisis a otros países, lo que se conoció como política de perjudicar al vecino (beggar-thy-neighbor). Por esta razón Estados Unidos e Inglaterra, como principales actores, coincidieron en la necesidad de asegurar cierta estabilidad en los tipos de cambio, crear un sistema multilateral de pagos y, en principio, también una moneda internacional que finalmente se desechó. Los países asociados aceptaron definir sus monedas en relación al oro (del peso y ley de 1944) y al dólar norteamericano. Como los estragos causados por la guerra vinculaban la recuperación en buena medida a la ayuda que Estados Unidos podría ofrecer, el oro y el dólar fueron los nuevos patrones del sistema monetario internacional fundado en Bretton Woods.
En los años cincuenta las reservas mundiales se incrementaron como consecuencia de la nueva producción de oro y, sobre todo, de los dólares provenientes del continuo déficit de la balanza de pagos de Estados Unidos. En efecto entre 1949 y 1959, a través de su déficit de balanza de pagos, de los 8 mil 500 millones de incremento de las reservas mundiales, Estados Unidos aportó 7 mil millones a través de sus mayores pasivos en las instituciones monetarias extranjeras. De esta manera Estados Unidos asumió el papel de banco central mundial, función no especificada en los acuerdos de Bretton Woods.
Este aspecto contribuyó a potenciar la riqueza de los EEUU: los dólares no tenían costo de transacción mientras el resto de las monedas sí. El sólo uso de los billetes verdes, generaba cuantiosos beneficios a la potencia capitalista.
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